Monótono relato junto al mar

Pueblo Chico (Argentina/2004). Dirección y guión: Fernán Rudnik. Con Lorenzo Quinteros, Diego Starosta, Carla Crespo, Julián Romera y otros. Fotografía: Hernán Bouza. Música: Diego Vainer. Presentada por Primer Plano Film Group. Hablada en español. Duración: 62 minutos. Calificación: apta para todo público.
Nuestra opinión: regular

Al borde del océano, Pueblo Chico es un espacio detenido en el tiempo. Su alcalde dirige esa solitaria región desde hace treinta años y vive de sus recuerdos sin ánimo de que el progreso alcance ese lugar al que la naturaleza dotó de preciados dones. Su única compañía es María, su amante, que trabaja desganadamente en el correo y sirve, también, como ama de la casa de ese hombre que añora los momentos en que, durante la presidencia de Perón, éste llegó hasta el ahora casi despoblado pueblo.

A ese lugar triste y sin futuro llega Toni, un joven marinero, con la intención de elaborar informes acerca de la situación de la zona. Juntos, los tres viven en calma, se acercan al mar para contemplar su grandeza, dialogan con los pescadores que inútilmente tratan de cumplir con sus labores y procuran, sin demasiado entusiasmo, que Pueblo Chico resurja de su monotonía. Un día aparecen inversores extranjeros con la intención de llevar el progreso hasta ese casi idílico lugar, pero el alcalde rechaza sus propuestas, encerrado en ese espacio que, en definitiva, convirtió en su feudo personal.

Desolación

Cuando desde la capital cortan el envío de provisiones y anulan las comunicaciones radiales, Pueblo Chico queda aislado y sumergido en el hambre y la soledad. El alcalde, María y Toni aportarán su empeño en restituirle la vida a ese pequeño lugar, pero ya es tarde para convertir en realidad esos sueños, y la tragedia se adueñará de ese trío que hará de sus vidas un eterno deseo nunca satisfecho.

La historia transita entre la desolación desesperada y un tiempo sin futuro, a la que Fernán Rudnik, su director, intentó aportar esa sensación de abandono que, por momentos, confunde con monotonía y reiteradas situaciones. El realizador apostó, además, a describir su trama con gran economía de personajes y de movimientos, y así el film no logra hacer impacto en la calidez que necesitaba ese entramado simple en el que sus tres personajes recorren un camino al que el destino le da la espalda.

Lorenzo Quinteros demuestra su indudable oficio actoral a ese alcalde aferrado a su necesidad de que nada cambie, mientras que Carla Crespo y Diego Starosta poco pueden aportar a sus dos personajes bastante desteñidos y poco delineados. Las imágenes son de una gran belleza -mérito de la fotografía de Hernán Bouza-, pero no alcanzan para que Pueblo Chico se transforme en la idea de Fernán Rudnik como guionista: contar un relato en el que la soledad y el progreso puedan asociarse a esas tres existencias que comparten la soledad y la desesperanza.

Por Adolfo C. Martínez

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