Una familia compra una casa que lleva un tiempo deshabitada y al llegar uno de sus miembros da cuenta rápidamente de la presencia de un espíritu
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Presencia (Presence, Estados Unidos/2025). Dirección, edición y fotografía: Steven Soderbergh. Guion: David Koepp. Música: Zack Ryan. Elenco: Lucy Liu, Chris Sullivan, Callina Liang, Eddy Maday y West Mulholland. Duración: 84 minutos. Calificación: apta para mayores de 13 años. Nuestra opinión: muy buena.
En 1947, el actor y director Robert Montgomery rodó una adaptación de la novela de Raymond Chandler, La dama del lago, enteramente en plano subjetivo. Es decir, cuando la cámara toma el punto de vista de un personaje, generalmente el protagonista, que en ese caso era el detective Philip Marlowe. Este procedimiento buscaba volcar a la gramática cinematográfica la conspicua primera persona de Marlowe en las novelas de Chandler. Aunque el recurso se haría muy popular algunas décadas después en los videojuegos conocidos como “First person shooter”, muy rara vez el cine volvió a usarlo por el metraje completo de un film. La razón es evidente: deja atada a la película a un conjunto de obstrucciones (los personajes deben mirar a la lente, no puede haber cortes dentro de una secuencia, los movimientos de la cámara quedan encadenados a la limitada movilidad de un cuerpo humano) que lentifican, complican y rarifican innecesariamente el relato en nombre del subrayado de un punto de vista que puede ser alcanzado de modos más sutiles.
Cada tanto aparecen, sin embargo, realizadores que eligen autoimponerse este tipo de restricciones formales, acaso impulsados por un exceso de autoconfianza o narcisismo, pero quizás también por la intuición de que romper con las reglas de lo habitual puede llevar a una renovación de los más cansados tropos del cine. Algo así probablemente hayan imaginado Steven Soderbergh (Sexo, mentiras y videos) y su guionista David Koepp (Parque Jurásico) al intentar nuevamente una película completa en plano subjetivo, aunque esta vez armados con un idea inesperada: la primera persona es la de un fantasma.
Esta es la singularidad de Presencia: es la vieja historia de una casa embrujada con la novedad de que todo lo vemos a través de los ojos del espectro que habita en el lugar. Desde la primera escena experimentamos su punto de vista: una cámara recorre un caserón vacío. Acto seguido llega la familia Payne, quienes compran la vivienda a instancias de la fría y asertiva Rebekah (Lucy Liu), porque considera que su ubicación beneficiará la carrera deportiva de su hijo Tyler (Eddy Maday), por el que siente una clara predilección en detrimento de su hija Chloe (Callina Liang). La chica pasa por una depresión debida a la reciente muerte de su mejor amiga a causa de una aparente sobredosis. El padre (Chris Sullivan) intenta compensar la indiferencia materna dando especial atención a su hija, a quien siente en riesgo de sufrir un destino similar al de su amiga. El dolor parece otorgar a Chloe un don especial: apenas llega a la casa es consciente de que hay algo ahí, puesto de manifiesto en que por un instante mira intensamente hacia la cámara.
Al usar el punto de vista de un ser sobrenatural, Soderbergh (quien también oficia de camarógrafo y editor del film) libera al plano subjetivo de las restricciones habituales y las convierte en fortalezas. El hecho de que un personaje mire a cámara ya no rompe con la cuarta pared sino que suele provocar un sobresalto. Este uso de la subjetiva como la “presencia” del titulo carga cada escena de una tensión e intensidad que no tendrían de otra manera. Vemos situaciones de una familiaridad exasperante, como una discusión marital sobre los hijos, con la inquietud que nos provocaría una película de terror: la cámara deja de ser invisible y evoca siempre la inminencia de algo inesperado.
La dinámica de un drama familiar se ve totalmente revigorizada al ser contada a través de la anómala mirada de un fantasma. Y esta mirada antinatural hace de la subjetiva algo nuevo. Recién sobre el final del último acto esta película difícil de clasificar cae en lugares más frecuentados. Hasta ese momento, la “presencia” nos mantuvo en un sitio más elevado, no solo la del espectro en la casa, sino otra acaso más importante: la de Steven Soderbergh tras la cámara.
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