
Rebeldes de hoy, con ternura e ironía
"Los edukadores" ("Die Fetten Jahre sind vorbei"/"The edukators", Alemania-Austria/2004). Dirección: Heinz Weingartner. Con Daniel Brühl, Julia Jentsch, Stipe Erceg. Guión: Katharina Held y Heinz Weingartner. Fotografía: Matthias Schellenberg y Daniela Knapp. Música: Andreas Wodraschke. Edición: Dirk Oeteshoven y Andreas Wodraschke. Presentada por Alfa Films. Hablada en alemán. Duración: 126 minutos. Calificación: sólo apta para mayores de 16 años.
Nuestra opinión: muy buena
Cada uno a su modo, los protagonistas de "Los edukadores" manifiestan un doble malestar con el estado actual del mundo. Jóvenes idealistas, juzgan obscena la riqueza estentórea de algunos pocos frente a la indigencia de la mayoría, quieren llamar la atención sobre las groseras desigualdades que el sistema engendra, avivar la conciencia de los indolentes y sembrar la inquietud entre los que gozan, indiferentes, de sus privilegios. Pero por otro lado, encuentran que todas las vías de resistencia están cerradas o son rápidamente absorbidas por un sistema que todo lo convierte en objeto de consumo. "Antes bastaba con el pelo largo y la droga -dicen-; hoy, la rebelión es difícil."
La evidencia de la acción provocadora de los muchachos queda expuesta en la instigante escena del comienzo. Una familia regresa a su lujosa mansión y la descubre inesperadamente "redecorada". Nada falta, pero todo ha sido cambiado de lugar: el equipo de música en el freezer, las delicadas figuras de porcelana en el inodoro, los muebles del living apilados en una curiosa torre. Y un aviso bien visible escrito en la pared: "Sus días de opulencia están contados".
Ha sido fruto de otra de las excursiones nocturnas de Jan y Peter, los autodenominados "edukadores", que de día prosiguen su misión repartiendo panfletos en mítines antiglobalización, resistiendo a la policía o irrumpiendo en los comercios para advertir a los compradores el precio de hambre que se ha pagado en algún rincón del Tercer Mundo para elaborar el producto que están por llevarse.
Es tan obvio que a estos sinceros contestatarios no les falta vivienda ni comida como que su compromiso revolucionario no les insume todo el tiempo: Peter se va de vacaciones a España. En su ausencia, Jan estrecha la relación con Jule, la novia de su amigo, hasta el punto de revelarle el propósito de sus salidas nocturnas y hacerla partícipe de algunas de ellas, lo que derivará en una doble complicación: el sentimiento que nace entre ellos les genera un conflicto moral, pero además una de las aventuras nocturnas (precisamente en la casa del hombre con quien la chica tiene una descomunal deuda a causa de un accidente) termina mal, con el millonario golpeado y los inexpertos agitadores metidos a secuestradores. Los cuatro -Peter ya está de vuelta- van a parar a una cabaña en un paisaje montañoso y paradisíaco.
Weingartner observa a sus personajes -ahora ligados por algo más que el accidente, ya que el secuestrado se revela como un ex militante del 68 y observa con simpatía la causa de los "edukadores"-, con una mirada tiernamente irónica que asegura para ellos la simpatía del espectador, aun cuando la situación parece volverse desesperada. Mientras desliza apuntes sutiles sobre el conflicto personal (que impulsará un desenlace al que no será ajeno el rehén), registra los variados debates sobre la vida, la política y el amor que ese ambiente de serenas vacaciones parece propiciar entre el burgués ex revolucionario y los desorientados rebeldes de hoy.
También pueda percibirse una ironía más bajo la apariencia complaciente de un tramo final en el que hay algún eco de "Jules et Jim" (apoyado en una línea de diálogo de intención incierta sobre la opresiva moral burguesa) y en el que la austera narración deja lugar a un montaje rápido sobre una canción de Leonard Cohen. "Hay gente que nunca cambia", dice el último mensaje de los protagonistas, aunque se conforman pensando que "las buenas ideas sobreviven".
Muy bien escrito, narrado con la precisión y el ritmo incesante de un thriller y con una interpretación de primer nivel a cargo del cuarteto central, "Los edukadores" no es estrictamente un film político. Y aunque resulte algo ambiguo en su propuesta y quizá convencional en su desenlace, atrapa la atención del principio al fin y formula interrogantes necesarios sobre el espacio que se deja hoy al ímpetu renovador de los jóvenes.
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