
Regreso sin gloria a la guerra de Vietnam
"Fuimos soldados" ("We were soldiers", EE.UU./2002, color). Dirección: Randall Wallace. Con Mel Gibson, Madeleine Stowe, Greg Kinnear, Sam Elliott, Barry Pepper. Guión: Randall Wallace, sobre el libro de Harold Moore y Joseph Galloway. Fotografía: Dean Semler. Música: Nick Glennie-Smith. Edición: William Hoy. Presentada por Nu Visión. 138 minutos.
Nuestra opinión: regular
A poco de abrirse el fuego en el Valle de la Muerte, la primera intervención comprometida del ejército norteamericano en Vietnam, uno de los jóvenes soldados cae mortalmente herido, pero encuentra tiempo en su breve agonía para balbucear: "Me alegro de morir por mi patria".
Quien imagine percibir algún dejo de amarga ironía en la declaración de ese hombre que, como todos -tal como el film lo expone- sólo está ahí por cumplir su deber de soldado y jamás se ha puesto a pensar el porqué de esa guerra ni de su sacrificio personal, se equivoca. El personaje no hace otra cosa que cumplir con lo que se espera de un héroe: no uno real, de carne y hueso, sino el que Hollywood ha concebido como un clisé para servir al melodrama y avivar el sentimiento patriótico más primario.
Film esquemático y naïf
Todo es igualmente esquemático y naïf en este film que intenta diferenciarse un poco de las viejas películas de propaganda concediéndole rasgos humanos al enemigo, o por lo menos a alguno de ellos. El Ejército, por ejemplo, es una especie de paraíso de fraternidad donde no se admiten las diferencias de raza o religión que aún dividen a los civiles. También son idílicas las vidas familiares de los combatientes, quizá porque cada uno sabe su rol: a los hombres les toca la lucha; a las mujeres, la casa y los hijos y, en algún caso, la abnegada resignación. En realidad, nadie se formula demasiadas preguntas, y si lo hace, como la hijita del protagonista, no recibe respuestas claras. La guerra es algo que no debería existir, pero existe. Y punto. Aquí, la disciplina parece presidir todos los actos de la vida, incluido un baile en la base.
El protagonista es el teniente coronel Hal Moore, modelo de padre y de soldado, que ha sido héroe en Corea, estudió en Harvard y pronto será puesto al frente del primer batallón del Séptimo de Caballería (la misma unidad del legendario Custer) para demostrar, también ahí, su espíritu paternal además de su aptitud militar, su fortaleza de carácter y una lealtad tan profunda hacia sus hombres que es capaz de desobedecer al mismísimo general Westmoreland cuando éste le ordena presentarse en Saigón. Una frase lo pinta sobre el final: "Nunca podré perdonarme que mis hombres hayan muerto y yo no". Quizá convenga recordar aquí que el autor del libro original es el verdadero Moore, en cuyo retrato pone Mel Gibson lo mejor de su oficio.
Signo de los tiempos políticos, proliferan hoy en Hollywood los films de guerra, y no precisamente para enriquecer el género.
Acento melodramático
Con "Fuimos soldados", se vuelve a Vietnam. Quien lo hace es Randall Wallace, celebrado libretista de "Corazón valiente", pero también de "Pearl Harbor", donde quedó expuesto su desinterés por el matiz, su vocación por el lugar común y su rudimentaria noción del melodrama. Aunque aquí conduce con pericia las escenas de combate que ocupan la mayor parte del metraje y derrocha allí la consabida crudeza realista, esas características se confirman. Sobran las ingenuidades, la retórica, las frases ampulosas, la música que subraya el drama en busca de la lágrima del espectador y los artificios que apelan a la emotividad, como la tramposa aparición de un taxista con la presunta carta fatídica en esa desdichada secuencia en que la mujer del héroe se encarga de confortar a las flamantes viudas.
El film, basado en hechos reales evocados por el coronel Moore y el corresponsal de UPI que estuvo en la batalla, quiere ser un homenaje a aquellas vidas jóvenes perdidas en Vietnam. También incluye alguna crítica a la conducción militar e insinúa su voluntad de reconciliación. Pero se olvida, como sus personajes, de preguntarse el porqué de la guerra misma. Estamos, ya se ve, muy lejos de "Apocalypse now", "La delgada línea roja" o "Pelotón". Y peligrosamente cerca de los vetustos clisés de John Wayne y sus "Boinas verdes".
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