John Cena e Idris Elba se lucen como improbables mandatarios en una trama que se burla de unos cuantos clichés del género
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Jefes de estado (Heads of State, Estados Unidos/2025). Dirección: Illya Naishuller. Guión: Josh Appelbaum, André Nemec y Harrison Query. Fotografía: Ben Davis. Música: Steven Price. Edición: Tom Harrison-Read. Elenco: John Cena, Idris Elba, Priyanka Chopra Jones, Paddy Considine, Carla Gugino, Jack Quaid. Duración: 113 minutos. Disponible en: Amazon Prime Video. Nuestra opinión: muy buena.
Casi todo lo que pasa en la trama paródica de Jefes de estado funciona. Hasta lo más inverosímil, incorporado al relato con la muy probable idea de mostrar que hay demasiadas imposturas en el modelo predominante de cine de alto presupuesto impuesto por Hollywood para el consumo masivo de los suscriptores de las grandes plataformas de streaming. Si hay algo que esta verdadera rareza en el mundo de las comedias de acción aporta como enseñanza es dejar al desnudo toda esa gran simulación.
No es nada nuevo lo que en la superficie propone la nueva película de Illya Naishuller, un director muy lúcido que en Nadie, su película anterior, presentaba al más inesperado de los héroes de acción, un manso y tranquilo burócrata y hombre de familia que en un momento revela un talento desconocido para enfrentar sin ayuda de nadie a la mismísima mafia rusa.
Nadie es tan original e impredecible como Jefes de estado, cuyo punto de partida se parece bastante al de tantas historias recientes directamente estrenadas en las plataformas con una producción gigantesca y estrellas de fuste al frente de sus respectivos elencos. La fórmula usada ya cansa, de tan básica y elemental: héroes con aire cool y despreocupado (algunos hasta se presentan como padres o madres de familia) llamados en un momento a salvar al planeta. Lo hacen recorriendo el mundo, descifrando rudimentarias conspiraciones y enfrentándose con malos bastante pavotes con la ayuda constante de efectos digitales que dejan sus hilos demasiado a la vista.
Naishuller y sus guionistas (Josh Appelbaum y André Nemec, autores nada menos que de la mejor película de toda la serie de Misión imposible, Protocolo fantasma, dirigida por Brad Bird) tuvieron la clarividencia de observar ese mismo mundo de otra manera. Empezando por los protagonistas de lo que literalmente funciona bajo los parámetros clásicos de una buddy movie: el presidente de los Estados Unidos (John Cena) y el primer ministro británico (Idris Elba).
Forzudos
Cena es el mejor discípulo actual de Arnold Schwarzenegger y Dwayne “The Rock” Johnson. Otro forzudo llegado al cine desde el mundo de la lucha libre que entiende todo en su nuevo hogar: sabe cómo pararse, cómo moverse y cómo mirar al mundo desde un lugar en el que la decisión de entrar en acción y lanzar a la vez chistes y golpes certeros se sostiene desde una extraordinaria de reírse de sí mismo. Elba es otro actor muy confiable, de los que convencen con solo plantarse en el cuadro con una postura imponente, detrás de la cual siempre aparecen sensibles destellos de humanidad.
Cena personifica a Will Derringer, una estrella del cine de acción clase B que mantiene su arrolladora popularidad ahora como político y al frente de la Casa Blanca, pero en la vida real no sabe usar ni sus puños ni un arma como lo hacía en sus películas. Elba es Sam Clarke, un premier británico en horas bajas con un pasado complejo y más de una tribulación que tiene una sólida preparación militar y sabe entrar en combate y enfrentar situaciones extremas.
Una de ellas compromete a los dos en medio de una cumbre: un plan criminal urdido por un traficante de armas ruso (curiosamente personificado por el excelente actor británico Paddy Considine) que deja al comienzo en el camino a una tenaz agente de la CIA (Priyanka Chopra Jones), cuya conexión con uno de los protagonistas aparecerá más tarde.
Cuando el presidente y el primer ministro son dados por muertos, empieza de verdad la película. Porque quienes los reemplazan ponen en marcha otra conspiración más ligada a la geopolítica, orientada a provocar la ruptura de la NATO y privilegiar (esto es lo más interesante) una postura aislacionista muy propia de la actual administración de Donald Trump. La resistencia a este chiste vendrá por cuenta de Derringer, que solo en apariencia parece tener pocas luces mientras emprende junto a Clarke un largo peregrinaje por tierras de Europa oriental para regresar al epicentro del conflicto en medio de unas cuantas peripecias tan cómicas como los diálogos (de un timing perfecto) entre estos dos curiosos mandatarios que raramente se ponen de acuerdo.
De allí en adelante la película se burla de todos los clichés de sus equivalentes más “serias” (proyectos costosos e insustanciales como El agente invisible, Alerta roja o Agente Stone) y saca ventaja de la marca de autor de Naishuller: set pieces de acción perfectamente coreografiadas, que aprovechan a la perfección sus respectivos espacios (casi siempre cerrados) y se llenan de guiños humorísticos. En una de ellas se luce especialmente Jack Quaid.
No hay secretos ni misterios en Jefes de estado, aunque las improbables confabulaciones que la trama propone siempre dejan un resquicio en la impredecible realidad del mundo para que en algún momento puedan ser tomadas en serio. En el fondo hay un resto de lógica en la decisión cómica de transformar a un personaje digno de Los indestructibles (The Expendables) en el líder de la mayor superpotencia del planeta. Lo que hace esta película con un gran espíritu lúdico es aprovechar esa oportunidad. Es una pena que no pueda verse (sin culpa y sin prejuicios) en una pantalla de cine.
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