Streaming: en Prometo volver, una astronauta navega su mundo interior
Prometo volver (Proxima, Francia/Alemania, 2019). Dirección: Alice Winocour. Guion: Alice Winocour, Jean-Stéphane Bron. Fotografía: Georges Lechaptois. Montaje: Julien Lacheray. Elenco: Eva Green, Zélie Boulant, Matt Dillon, Lars Eidinger, Aleksei Fateev. Duración: 107 minutos. Disponible en: Cablevisión Flow. Nuestra opinión: muy buena.
Sarah (Eva Green) entrena con disciplina, día a día, en la preparación de una misión a Marte a cargo de la Agencia Espacial Europea. Sarah es astronauta, pese a las advertencias de su madre en la infancia de que esa no era una tarea para chicas. Pero Sarah también es la madre de Stella (Zélie Boulant), y la separación de meses que promete su viaje al espacio exterior las ha unido en una prolongada despedida. Tarde a tarde, luego de los severos ejercicios de respiración bajo el agua, de las pruebas de los trajes y los equipos para el desafío del despegue, Sarah acompaña a la pequeña Stella en sus tareas escolares, sus dificultades con las matemáticas, sus juegos en los parques junto a la gata Laika. Ambos mundos, el de sus ambiciones profesionales y el de la intimidad maternal, confluyen en su inquieto interior, material como su cuerpo exigido, como sus emociones disimuladas.
La tercera película de la francesa Alice Winocour es la consistente prueba de su exquisito talento, que ha asomado en el guion de la excelente Mustang (2015), dirigida por la turca Deniz Gamze Ergüven, y puede rastrearse también en sus anteriores Agustine (2012) y Disorder (2015). Su cine se afirma en universos cerrados, como el que contiene la progresiva despedida de madre e hija previa al despegue espacial, como el que alojaba a los protagonistas de Agustine, médico y paciente, en los confines de un hospicio decimonónico. Sus personajes llevan a cuestas sus temores y anhelos en la estructura de sus cuerpos, en el ardor de sus heridas. Sarah debe demostrarle a los demás y a sí misma su aptitud y valentía, pero al mismo tiempo debe darse permiso para sus debilidades, para la emergencia de sus dudas que comparte en silencio con su hija sin que eso la angustie. Ese vínculo, que se afirma en las preguntas infantiles y los enigmas de la mudanza, se despliega en secreto hacia el interior de los personajes, delineados con genuina emoción y ninguna complacencia.
La cámara de Winocour no abandona nunca la cercanía de Sarah, el control de su respiración en las pruebas espaciales, el dominio de sus músculos frente al ritmo estricto del cronómetro. Y Eva Green, con sus rasgos apenas visibles bajo el traje de astronauta, con su expresión firme en la concentración, modela a la perfección ese mar de encrucijadas, ese intento de aunar su vocación de riesgo en la incertidumbre del espacio y su mundo cercano, palpable en la voz de su hija que le habla al oído. Winocour explora los misterios latentes del mundo espacial en los dilemas de una mujer que se atreve a encarnarlos, como esas astronautas de antaño, a las que Sarah descubre en una larga historia de la que también forma parte.
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