
Una épica sobre la ambición, el sacrificio y la redención
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"La quimera de los héroes" (Argentina/Francia/Dinamarca/Holanda/2001-2003). Guión y dirección: Daniel Rosenfeld. Fotografía: Ramiro Civita. Edición: Ewa Lenkiewicz y Lorenzo Bombicci. Sonido: Gaspar Scheuer. Producción hablada en castellano. Duración: 70 minutos.
El joven director del notable documental "Saluzzi, ensayo para bandoneón y tres hermanos" ratifica en este segundo largometraje su capacidad de observación, su talento narrativo, su sofisticación visual y su sagacidad para sumergirse y extraer de lo más profundo de sus protagonistas la intensidad emotiva y las contradicciones que hacen verdaderamente atractivos los retratos humanos.
En este caso, Rosenfeld se atreve con un personaje mucho más conflictivo y controvertido que el músico salteño Dino Saluzzi. El (anti)héroe de "La quimera de los héroes" es Eduardo Rossi, un hombre que se instaló en Formosa para dedicar su vida a entrenar al Aborigen Rugby Club, un equipo integrado exclusivamente por indios tobas. Pero no estamos ante un simple samaritano y políticamente correcto, sino frente a un hombre despótico y al mismo tiempo querible, cuya mirada del mundo bordea (o en el mejor de los casos bordeó) el racismo y la intolerancia, la misoginia y el sadismo, hasta llegar a descubrirse incluso una vieja simpatía por el nazismo.
Coleccionista de armas, de cascos de la Segunda Guerra Mundial (y hasta de un tanque Sherman), Rossi somete a los aborígenes a un entrenamiento brutal, pero al mismo tiempo les levanta la autoestima, los potencia y los contiene frente a una tendencia generalizada de estos aborígenes a consumir en exceso alcohol y tabaco. Así, el rigor y la exigencia se asemejan, por momentos y no casualmente, a los de una formación militar.
Algunos podrán cuestionarle a Rosenfeld que su mirada es algo indulgente, que se ha dejado seducir por el extraño carisma de Rossi. Sin embargo, es precisamente la decisión del director de transitar zonas de riesgo tanto en lo formal (un límite impreciso entre la naturalidad del documental y la elaboración de la ficción) como en el acercamiento a las contradictorias facetas de su protagonista las que hacen más rico y provocativo el relato.
Lejos de forzar las situaciones para encontrar revelaciones antropológicas o exaltar elementos pintoresquistas, Rosenfeld construye con la invalorable ayuda de sus habituales colaboradores -el camarógrafo y fotógrafo Ramiro Civita y el sonidista Gaspar Scheuer- una épica sobre la ambición, el sacrificio y la redención con un héroe mesiánico que por momentos hace recordar al Klaus Kinski de "Fitzcarraldo" y de "Aguirre, la ira de Dios", ambas de Werner Herzog, aunque aquí la odisea y la hazaña pasen por conseguir que un grupo de tobas pueda cumplir el sueño de jugar un amistoso con el seleccionado juvenil de rugby Los Pumitas.






