
Una fábula negra para los tiempos que corren
“La corporación” (“Le couperet”, Francia-Bélgica-España/2005, color; hablada en francés). Dirección: Costa-Gavras. Con José García, Karin Viard, Olivier Gourmet, Ulrich Tukur. Guión: Costa-Gavras y Jean-Claude Grumberg, sobre la novela “The Ax”, de Donald Westlake. Fotografía: Patrick Blossier. Música: Armand Amar. Edición: Yannick Kergoat. Presentada por Alfa. 120 minutos. Apta para mayores de 16 años.
Nuestra opinión: muy buena
“No nos preocupamos por usted –le había dicho el ejecutivo de recursos humanos de la papelera cuando, reestructuración y relocalización de por medio, le ofreció su sonrisa de adiós junto con una suma considerable como indemnización–; con sus aptitudes conseguirá un nuevo trabajo en poco tiempo...”
Pero a partir de entonces, tras los primeros meses de un desempleo vivido como vacación, Bruno sólo escucharía otra frase: esa diplomática e incierta: “Nosotros lo llamaremos” con que se dan por concluidas las entrevistas de trabajo. Dos años después, ya forma parte de ese limbo donde yacen los desechos de una sociedad que lo sacrifica todo en el altar de la rentabilidad y por eso atiza la competencia feroz y acoge sólo a los sobrevivientes.
Aniquilar al enemigo
No será respondiendo avisos ni llenando formularios con su currículum como podrá salir de ese limbo. Bruno decide pasar a la ofensiva; ésta es una guerra y en una guerra el fin justifica los medios. Pero, ¿de qué guerra se trata? No la que se libra contra el poder: aquí el enemigo, de acuerdo con la lucha por la supervivencia que está en uso, es el posible competidor, el habilitado para ocupar el puesto al que él aspira. El que reina en un despacho igual al que fue suyo en una empresa de nombre prometedor –Arcadia–, y los otros cinco o seis ingenieros especializados que andan en busca de trabajo. Hay que eliminarlos.
Como un Verdoux de los tiempos del desempleo, el padre de familia burgués se convertirá en asesino serial. De eso habla "La corporación" en un registro que combina astutamente el thriller social, la farsa amargamente irónica, la fábula moral y la sátira cínica y feroz.
Identificación
Aunque el trabajo ha sido tema frecuente en el cine francés, lo mismo que la visión crítica de una sociedad sometida a la dictadura económica (y de su peor correlato: la conversión del hombre en predador de sus semejantes), Costa-Gavras encontró un modo novedoso y eficaz de abordarlo y comprometer emotivamente al espectador.
De su ingeniosa mezcla de géneros brota una metáfora extrema del mundo en que vivimos, una suerte de desfile caricaturesco, espectral y reconocible, que atrapa y espanta al mismo tiempo que genera una risa ácida y agita la preocupación.
A la probada habilidad de Costa-Gavras para tensar los hilos del thriller se suma el gran acierto de haber escogido a José García ("El restaurante") para el personaje central, que debía evitar necesariamente el rechazo del espectador. Con su aire afable y sus gestos de tipo normal, con sus torpezas de asesino de pacotilla y sus humanos titubeos cuando el azar lo obliga a mirar la cara de sus inminentes víctimas y reconocerse a sí mismo en ellas, el actor promueve la identificación con ese Bruno que en el fondo no hace sino llevar al límite la lógica que le inspiró el sistema.
Por su intermedio, Costa-Gavras logra que el maquiavélico plan de supervivencia del personaje convertido en monstruo agite en quien lo observa, además del interrogante moral, algún secreto sentimiento (si bien en este caso, se trata de crímenes virtuales o simbólicos).
La precisa puesta en escena, el elocuente dibujo familiar, la jerarquía actoral (brillan Karin Viard, Olivier Gourmet y Ulrich Tukur) y una ambientación cargada de apelaciones publicitarias son otros aciertos de este film apasionante y provocativo.





