
Una historia que conmueve con legítimos recursos artísticos
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"Herencia" (Argentina/2001). Dirección y guión: Paula Hernández. Con Rita Cortese, Adrián Witzke, Martín Adjemián, Héctor Anglada, Julieta Díaz y otros. Fotografía: Víctor González. Música: CCCI Cine. Presentada por Distribution Company. Duración: 90 minutos. Calificación: apta para todo público.
Nuestra opinión: muy buena.
Existen, por supuesto, muchas formas de llegar desde la pantalla grande a la emoción del público. Pero de entre todas esas formas la más honesta es la sinceridad, una sinceridad que parta de la emoción y recale no en la lágrima fácil sino en el simple sentimiento de recorrer de la mano de sus personajes el camino de lo hondamente cotidiano.
Y "Herencia" posee esta cualidad, entre otras muchas, que aportó Paula Hernández en este film que marca su muy promisorio debut en el largometraje. El relato es, a la vez, intimista y cálido. Tiene en Olinda, una italiana que llegó a Buenos Aires mucho tiempo atrás y, con sueños y fantasías, instaló un restaurante en un barrio porteño, a su eje central aunque no único.
Ella trata de aparecer dura y férrea en ese quehacer diario de atender su negocio al que concurren seres que ya son parte de su familia. Un día cualquiera llega hasta allí Peter, un joven alemán que apenas habla español y que intenta buscar en Buenos Aires a un amor perdido en su adolescencia.
Peter apenas tiene dinero y todo su mundo está en un bolso y en una fotografía de su amada con los que viaja por las calles porteñas en un inútil intento de reiniciar su romance con la muchacha ya casi perdida en la nostalgia.
El encuentro entre Olinda y Peter no es, al principio, nada cordial. La madura mujer aceptó la soledad como norma de vida, pese al silencioso afecto-amor que trata de brindarle Federico, un hombre mayor que entretiene sus almuerzos dibujando escenarios y personajes del micromundo del restaurante.
La magia de lo auténtico
Pero el mágico encuentro de Olinda y Peter se transformará en un viaje iniciático para él, que lo ayudará a reencontrarse a sí mismo y, a la vez, le devolverá a Olinda la olvidada posibilidad de elegir otra vida.
Apuntar que esta historia es radiante, amable y emotiva es apenas dibujar someramente la propuesta de Paula Hernández, su responsable. Porque más allá de estos calificativos, "Herencia" es una exploración acerca del sentido de pertenencia, un ejercicio de rastreo de identidad, un grito al amor y una mirada delicada a la desterritorialización.
Felizmente, Paula Hernández se decidió por la frescura y la espontaneidad, apostó al medio tono entre la comedia y el drama y jugó con un intimismo que siempre está a flor de piel en todos y en cada uno de sus protagonistas.
Pero la historia posee otros valores no menos importantes. Y ellos son una exacta pintura de un barrio porteño, unos diálogos creíbles, unos seres que se debaten entre sus sueños y sus realidades y una narración a la que no le falta ni le sobra un punto ni una coma.
Paula Hernández demostró no sólo que sabe contar una trama, sino que no necesitó del melodrama compungido ni de la risa estertórea para guiar al espectador por ese camino de búsquedas de sus propias intimidades.
La realizadora tampoco descuidó al elenco. Y así Rita Cortese -esa Olinda honda y necesitada de un viaje hacia sus ancestros- cumpla un notable trabajo de composición. A su lado, Adrián Witzke apuntala con sencillez al joven que deja sus raíces en la porteñidad cotidiana, en tanto que Martín Adjemián, el lamentablemente desaparecido Héctor Anglada y Julieta Díaz enmarcan este grupo humano que propone, y lo logra, bucear con mirada esperanzadora las relaciones personales algunas veces conflictivas, pero siempre tamizadas de afectuosa comprensión. Así, con una cámara ágil, con una banda musical de lograda atmósfera y con una impecable fotografía, "Herencia" se integra al cine argentino con la magia y los dolores de seres reconocibles y queribles.






