Puerta de entrada privilegiada a su obra, que se extendió a lo largo de 65 años e influyó a varias generaciones de cineastas, este documental en dos partes explica sus ideas sobre el cine, sobre la vida social, el arte y el propósito de usar una cámara para contar “todas las aldeas”
Varda por Agnès es un documental en dos partes, un documental de Agnès Varda sobre Agnès Varda. Claro, dirigido por Agnès Varda, con guion de Agnès Varda y con un montaje de Nicolás Longinotti y Agnès Varda. Agnès Varda habla y está visible allí la mayor parte del tiempo, escuchamos sus ideas sobre el cine, sobre el mundo, sobre los habitantes del mundo, sobre su vida y su trabajo mientras vemos fragmentos de sus películas, vemos sus fotografías, vemos sus instalaciones artísticas, la vemos dando charlas, conferencias, explicando, contando, aconsejando. ¿Es Varda por Agnès, entonces, una película egocéntrica? La respuesta, certera y rotundamente, es no. ¿Por qué? Por muchos motivos, pero uno que no debe desdeñarse es que, sencillamente, Agnès Varda fue la señora de los milagros cinematográficos, alguien que hizo su primer largometraje en 1955 y el último en 2019, es decir que estuvo 65 años haciendo películas, y ninguna de las siete décadas en las que trabajó merece ser soslayada. No solo eso, en su extensa filmografía hay material y riqueza para seguir estudiando a Varda por las próximas siete décadas. Y si nunca han visto una película de Varda, este puede ser un comienzo ideal, una puerta de entrada privilegiada a su cine.
Varda por Agnès fue estrenada en la edición 2019 del festival de Berlín, es decir en febrero. Poco más de un mes después, a fines de marzo de ese año, Varda murió a los 90 años. Varda trabajó hasta el final, con un nivel de lucidez asombroso, que puede comprobarse apenas uno empieza a ver este documental que es un ensayo sobre cine, sobre arte, sobre formas amables -en sentido amplio- de habitar el mundo. Varda sabía mirar, sabía escuchar, y sabía hablar de tal manera que su extensa sabiduría y su personalidad indómita y pionera de tantas cosas nos llegaran bajo un manto de humildad, de amabilidad, de empatía. Empatía: palabra clave para el cine de Varda, para sus documentales y también para sus ficciones ¿Todo aquello, todos aquellos que son mirados por el ojo de Varda son dignos de interés? Varda estaba convencida de que sí, y entonces nos convencía y nos convence una y otra vez a nosotros, espectadores agradecidos ante un cine que despliega mundos, hechos, personas, papas, playas, artistas, niños, hippies, panteras negras, revueltas, Hollywood, una calle de París, pueblos, formas de vivir por fuera de las modas, generosidades varias.
Nacida en Bélgica en 1928, Agnès Varda fue una de las más grandes cineastas francesas. Para cuando hizo su primer largometraje, Le pointe courte, en 1955, casi no había visto películas. El protagonista masculino fue Philippe Noiret, y el montaje lo hizo Alain Resnais. En una charla en Nueva York, Varda contó con mucha gracia ese encuentro con Resnais, y cómo Resnais le recomendó ver una cantidad de películas partiendo de nombres muy básicos. Varda no comenzó siendo cinéfila en absoluto, pero comenzó, antes de que existiera la Nouvelle Vague, haciendo este largometraje con un sistema de producción que superaría en impulso por hacer, en economía y sobre todo en osadía los debuts que todavía no habían llegado de Claude Chabrol, Eric Rohmer, François Truffaut, Jean-Luc Godard y Jacques Rivette. Así fue que, aún siendo muy joven, Varda fue considerada un poco como la madre, y luego incluso la abuela, de la Nouvelle Vague. Sin embargo, nunca estuvo del todo en la corriente principal del movimiento, que tampoco fue un movimiento homogéneo sino tal vez una denominación conveniente para agrupar talentos gigantes y casi siempre divergentes. Ni tampoco estuvo, un tanto injustamente, en el lugar que le hubiera correspondido en muchas crónicas y estudios del pasado sobre el período. Pero todas esas son otras discusiones.
En Varda por Agnès tenemos la suerte de estar en primera fila y en posiciones aún más cinematográficas para compartir el último viaje de Agnès por el mundo y en especial por su mundo y su arte, que nunca renegó de la conexión con los demás. Entendemos más los puntos de partida de sus ficciones, también las estructuras y las lógicas formales, que en un cine como el de Varda rara vez -o nunca- anularon las emociones y la empatía sino que, como pasa con los grandes artistas, las acrecentaron. En ese sentido, el fragmento sobre Sin techo ni ley -con la impar Sandrine Bonnaire en el pasado y también en el presente- es no solamente revelador sino que además muestra a las claras que Varda por Agnès no es simplemente una propuesta de charla retrospectiva ilustrada. Los detalles de la puesta en escena de Sin techo ni ley -ganadora del León de Oro en Venecia en 1985- quedan grabados a fuego por la puesta en escena del segmento en cuestión en Varda por Agnès, con la aparición de la cámara de cartón, motivo que se repite (bueno, a veces también hay pájaros de cartón).
Aquí están el juego, la ocurrencia, la capacidad de estar en un tema pero con los ojos abiertos y el espíritu dispuesto para poder aprovechar ese otro tema que surge, o esa otra posibilidad que se les presenta a la vida y al cine y que no teníamos en cuenta al empezar un camino. Uno de los ejemplos de esta capacidad para aprovechar las oportunidades que surgen en el camino es el relato de la charla con Jane Birkin que da origen a una película documental sobre Birkin (Jane B. par Agnès V.), que se pone en pausa para hacer durante el verano una película de ficción (Kung-Fu Master!) protagonizada por Birkin y el hijo de Varda y Jacques Demy (Mathieu Demy), con guión de Birkin y Varda.
Otras películas de ficción, notoriamente la ilustre Cléo de 5 a 7, otros documentales, cortometrajes diversos, la extravagante Les cent et une nuits de Simon Cinéma: todo sirve para explicar el método Varda, la mirada Varda, la forma Varda de estar en el cine, en el arte, en la vida y en el mundo. Todo eso más su retrato de la infancia de su amado Jacques Demy (Jacquot de Nantes), su relación particular, sus fotografías, sus otras formas de retratar, su disfraz de papa, sus exploraciones sobre la política, su magnífica y magnánima curiosidad, el feminismo llevado a la práctica, a la reflexión, al cine y hasta a alguna canción, los productores y vendedores de alimentos (y no solo de alimentos) y mucho más (no hay chances de ser exhaustivo) constituyen una de las obras más ricas, sorprendentes y pioneras de la historia del cine (tanto es así que antes de elogiar algunas originalidades contemporáneas puede ser recomendable preguntarse si Varda no habrá estado ahí antes). Varda por Agnès es un recorrido de lujo, una película con valor propio y no solamente un compilado de grandes éxitos, y es la última película de Varda.
Y Varda cuenta, analiza, interpreta, pone en perspectiva siempre con brillo en los ojos, con el genuino interés que tuvo desde sus inicios y no solo mantuvo sino que potenció al hacer más cine y al recorrer más caminos. Como el título indica, este es un retrato cercano, íntimo, cálido, pero para Varda calidez no significa sentimentalismo, indolencia ni blandura. De esta forma, en su película de despedida la vemos apostando a la comunicabilidad, a la relación de ideas, a la lucidez, a la creatividad expositiva y, en última instancia, a compartir el placer y la felicidad de retratar el mundo, que puede ser también retratar la cuadra de casa, la que se camina todos los días.
Varda por Agnès está disponible en Mubi y Qubit.tv
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