Volando alto: una épica deportiva sobre un atleta más porfiado que habilidoso
El film tiene asombrosas secuencias de esquí y un optimismo a toda prueba
Volando alto (Eddie the Eagle, Reino Unido-Estados Unidos-Alemania, 2016). Dirección: Dexter Fletcher. Guión: Sean Macaulay y Simon Kelton. Fotografía: George Richmond. Edición: Martin Walsh. Música: Matthew Margeson. Elenco: Hugh Jackman, Taron Egerton, Christopher Walken, Keith Allen, Jo Hartley, Jim Broadbent, Tom Costello Jr. Distribuidora: Fox. Duración: 106 minutos. Calificación: Apta para todo público. Nuestra opinión: buena.
Una épica deportiva basada en la vida de Eddie "The Eagle" Edwards, un deportista más tenaz que dotado, más perseverante que talentoso, más porfiado que habilidoso, la película se toma licencias varias, pero permanece la idea del amateur que quiere ser olímpico contra múltiples dificultades: rodillas débiles en la infancia, anteojos constantes, contextura demasiado pesada y –sobre todo– un origen social más bajo que el habitual en el esquí. Al quedar relegado en primera instancia del equipo británico para los Juegos Olímpicos de Invierno de Calgary 88 (también recordado por el equipo de trineo de Jamaica, que dio origen a otra película, Jamaica bajo cero), Eddie se decide por el salto con esquíes, disciplina en la que no tiene experiencia.
Volando alto ofrece la típica estructura a la larga euforizante de películas deportivas sin grandes sofisticaciones: dificultad / dificultad / derrota / esperanza mínima / más dificultades / más derrotas / esperanza y la pregunta: ¿llegará alguna clase de triunfo?
Se apuesta aquí a una estética ochentosa, no tanto en los decorados y el vestuario sino sobre todo en la música y en cierta inocencia todoterreno –incluso exagerada– que remite a algunos éxitos aptos para todo público de los 80 europeos. Hay ciertos modos demasiado superficiales y plásticos que vuelven a este film un objeto chirriante en su primer segmento, en el que todavía no apareció Hugh Jackman y el protagonista, Taron Egerton (de Kingsman), hace una composición exacerbada en la que las cejas le compiten a la boca en gestualidad desatada, mientras otros actores juegan con demasiado énfasis televisivo.
Cuando aparece Jackman, animal de cine, el ambiente actoral se vuelve (un poco) más sobrio, y mejora aún más con las participaciones de Jim Broadbent y Christopher Walken. Por lo demás, los saltos de esquí son material especialmente apto para la filmación lujosa que aquí se ofrece –la cercanía es impactante y el "estar ahí" en las rampas es asombroso– y las redenciones y proezas deportivas son especialmente aptas para el cine.
Volando alto es una película sin oscuridad, sin pliegues, frontalmente agradable, casi alevosamente simpática. Una película sin misterios, sin nada de esa fascinación extraña que ofrecía Werner Herzog en su mediometraje sobre otro saltador de esquí: El gran éxtasis del escultor de madera Steiner (1974).
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