
Cóspito fue un artista completo
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Fue el auténtico dandy del piano, título que lució invicto hasta hace pocos años, cuando tocaba en hoteles de lujo melodías suaves para la hora del té. Con la muerte de René Cóspito, cuyo sepelio tuvo lugar ayer en el cementerio de la Chacarita tras fallecer en esta ciudad a los 94 años, desaparece uno de los últimos testigos de lujo de la época de oro del tango y del jazz local.
Cóspito era un músico de otra época y otro Buenos Aires. Todavía llevaba pantalones cortos cuando comenzó a tocar el piano en el cine Elite, de Belgrano, el barrio de toda su vida, para amenizar la proyección de las películas mudas de Rodolfo Valentino.
Su padre, Astorio, era un calabrés conocido en el barrio por haber montado allí un elegante instituto de enseñanza musical, donde el joven René aprendió a tocar primero el violín y después el piano.
Eran los años de las primeras orquestas típicas, pianistas y rondallas que sonaban en las confiterías del centro y en los cines de barrio.
Cóspito era uno de los músicos que ponía delicadas melodías a las tardes y las noches de las confiterías Adlon y Richmond o la Maison Dorée. Con su característico y delicado sonido, marcaba el ritmo de una ciudad que crecía rápidamente y seguía los mandatos culturales de Europa.
Rumbo a la fama
En 1926 se formó René Cóspito y sus cuatro muchachos melódicos, con el que emulaba a grupos como los Five Pinnies. Tocaban en una radio de Flores, que pagaba con un café con leche para cada uno.
Desde entonces, Cóspito comenzó a lucir en su estilo melódico una elegancia que sería un sello identificatorio para la aristocracia porteña, pefil que atrae a otros músicos como Juan Carlos Cobián, que lo invita a participar de algunos dúos de piano. No es casualidad el casamiento de Cóspito, a los 26 años, con Violeta Blanca Díaz, bisnieta del coronel Carmelo Díaz, que había luchado en la guerra de la Triple Alianza.
Por esos años, las carteleras del cine Paramount anunciaban que por sesenta centavos se podía ver a René Cóspito, a Juan D´Arienzo con el pianista El Grillo Cosenza y a Carlos Gardel con sus cuatro guitarras, además de la proyección de una de las últimas películas de El Zorzal criollo.
Muchos años después, Cóspito recordaba aquella Buenos Aires en una entrevista:"Era otra época, vos podías encontrarte con el presidente de la Nación caminando por la calle Florida. O después estar cuando inauguraron el subte con toda la orquesta en la plataforma esperando para empezar a tocar hasta que por la extravagante escalera mecánica bajase Uriburu".
Al tocar en hoteles como el Bristol y el Hermitage, de Mar del Plata, en cruceros de lujo al Brasil o durante una gira por el norte del país del presidente Juan P. Justo, Cóspito le ponía acompañamiento musical a un tiempo de galera y de bastón. Más tarde realiza un ciclo radial de los grandes bailables de Geniol, muy popular por entonces, junto a Francisco Canaro, Roberto Firpo y Feliciano Brunelli. Los anunciaban como Los cuatro ases.
El apogeo artístico de Cóspito se produjo en los años cuarenta, cuando armó su recordado conjunto de jazz. Por este destacado grupo pasaron algunos nombres notables del género como el violinista Hernán Oliva, Horacio Malvicino, Ahmed Ratip, Panchito Cao o Barry Moral.
Pero mientras las orquestas características y las orquestas típicas son las dueñas de los bailes populares, la agrupación del pianista René Cóspito se dedica a tocar en lugares distinguidos como el Jockey Club, donde también solía actuar la orquesta de Osvaldo Fresedo. "Eran los años de las grandes fiestas sociales y nosotros íbamos a tocar para algo que se hacía antes, que era la presentación de las chicas en sociedad. Eran excepcionales. ¡Qué gente!, no tenían ningún prejuicio, estaban en otro mundo...", evocaba, años después. En ese entorno social, René Cóspito aprendió a desarrollar un estilo dúctil, sobre todo en su mano izquierda y un vasto repertorio de unas 2600 obras que jamás tocaba de la misma forma. Entre esas piezas, se encontraban "Pobre mariposa", "No te puedo dar más que amor, nena", "Dama española", "Hay humo en tus ojos", "Una chica linda es como una melodía" o "Te para dos", que las viejas generaciones no olvidan.
En aquellas tardes de radio Mitre, en las peluquerías de Santa Fe y Callao o en sus últimas actuaciones en restaurantes para turistas, Cóspito siempre dejó su huella de pianista elegante, sutil, distinguido y de invariable buen gusto. Su adiós es la también la despedida a un tiempo que hoy ya es sólo recuerdo.
El embajador
"Fui por seis meses y me quedé cinco años." Así solía iniciar René Cóspito el relato de su experiencia en Estados Unidos, entre 1972 y 1977, donde viajó como "embajador de nuestra música ciudadana" con el respaldo de la Cancillería para presentarse en colegios, universidades e instituciones públicas. "Me divertí mucho, hice cosas a las que acá no me hubiera animado y hasta trabajé de extra en la película Pánico en el estadio . Lo cuenta así:"Estaba mirando cómo filmaban una escena y el director me dijo "You´re dead". Yo no entendía mucho inglés, pero comprendí que debía hacerme el muerto. Me saqué el saco y me tiré al piso. Cuando pude volver a pararme le dije a un amigo: cuarenta años tocando el piano en Buenos Aires y vengo a hacerme el muerto en Los Angeles".
También narró que en una ocasión, al término de su actuación en un club, una joven negra se le acercó y le brindó una cálida felicitación. Era Diana Ross.




