Crítica de El libro de los deseos: cómo enfrentar la adversidad con un manual de gastadas instrucciones
Entre frases hechas de forzado sentimentalismo y postales turísticas disfrazadas de viaje purificador, una madre soltera trata de sobrellevar el dolor de ver a su hijo en coma tras un accidente vial
El libro de los deseos (La chambre des merveilles, Francia/2023). Dirección: Lisa Azuelos. Guión: Juliette Sales y Fabien Suarez. Fotografía: Guillaume Schiffman. Música: Bonjour Meow. Edición: Baptiste Drot y Raphael Lubczanski. Elenco: Alexandra Lamy, Muriel Robin, Hugo Questel, Xavier Lacaille. Duración: 94 minutos. Distribuidora: BF Paris. Calificación: apta para mayores de 13 años. Nuestra opinión: regular.
El libro de los deseos pertenece a un tipo de películas que busca sensibilizar al espectador a través de historias sobre adversidades enormes, en apariencia irreversibles, y cómo atraviesan ese trance sus sufridos protagonistas. En este caso, una madre soltera con trabajo precario e imprecisos sueños de progreso social en la realidad actual de Francia. Por una distracción pierde de vista en la calle a su hijo skater de 12 años, que es atropellado por un vehículo. Desde ese momento el chico quedará en un estado de coma inducido y profundo.
Tras el accidente, ella descubre entre las anotaciones de su hijo un cuaderno en el que se enumeran acciones y deseos que el chico se prometió a sí mismo cumplir “antes del fin del mundo”. Envuelta en la culpa y tal vez convencida de que allí está la clave de una posible (y milagrosa) recuperación, la mujer decide ponerlos en práctica, uno a uno.
Cada una de las etapas de ese camino de supuesta purificación se resuelve de manera torpe y apresurada. El recorrido incluye viajes a Japón, Portugal y Escocia que supuestamente ejercen en la protagonista un gran impacto espiritual, pero en los hechos funcionan como extrañas postales turísticas, bastante incómodas para el espectador.
Solo hay que agradecer el pudor y la reserva empleados para poner en escena el accidente del niño. Todo lo demás es un extenso catálogo de frases lacrimógenas y gastadas ilustraciones de manual sobre superación, templanza y optimismo frente al dolor. En este mar de forzado sentimentalismo también naufraga el elenco.
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