Entrevista a los amos mundiales del dance
El periodista Jonah Weiner compartió un tiempo con Guy-Manuel de Homem-Christo y Thomas Bangalter, el dúo de Daft Punk e hizo un increíble recorrido por su historia, carrera, ritmo y discos.
Amigos desde la secundaria, cuando eran adolescentes, de Homem-Christo y Bangalter formaron Darlin’, una banda inspirada en los Beach Boys, con el futuro guitarrista de Phoenix. En un momento empezaron a usar máscaras para las fotos, pero recién a fines de los 90 estrenaron los cascos robóticos.
Un fragmento
Los estudios de los Daft Punk quedan en un barrio feo y ajetreado de París, junto a una autopista al sur de la ciudad, cerca de una estación de tren y un hospital, detrás del portón verde de un garaje. Para entrar hay que tocar el timbre y mostrar la cara a una cámara de seguridad. Recién ahí la puerta se abre y revela un patio muy lindo de adoquines y algunos edificios de piedra París cubiertos de enredaderas. Estamos a principios de primavera y Guy-Manuel de Homem-Christo y Thomas Bangalter –parisinos de origen, amigos desde la adolescencia y músicos absolutamente misteriosos detrás de las máscaras robóticas de los Daft Punk– están parados en el patio, pestañeando frente a la luz del sol como si recién hubieran salido de una cueva. En realidad es así. "Es el primer día de sol que hay en semanas", dice Homem-Christo. Señala una habitación sin ventanas donde él y Bangalter se pasaron horas interminables encorvados sobre sus sintetizadores buscando sonidos nuevos, se encoge de hombros muy a la francesa y dice: "Igual siempre vivimos en la oscuridad".
Bangalter saca una llave de su bolsillo y abre la puerta de la habitación. Acá fue donde, en 2008, luego de una gira mundial, los Daft Punk se atrincheraron para empezar a grabar los demos de su cuarto disco, Random Access Memories . En el camino, ya habían convertido estadios de béisbol, anfiteatros y canchas de fútbol en tremendas raves, con la ayuda de un arsenal de súper computadoras diseñadas ad hoc dentro de una pirámide de aluminio de siete metros cubierta de pantallas y centrada en un panal con forma de Atari lleno de luces LED. Los Daft Punk tuvieron su primera oportunidad en serio durante el boom de la electrónica en los 90, pero la gira –un espectáculo alucinatorio de destreza pop sin precedentes– les dio mucha más popularidad, y transformó a estos sobrevivientes de una presunta moda pasajera en pioneros involuntarios de la larga manía del pop por la música electrónica. Tranquilamente podrían haberse dormido en los laureles y seguir así, tocando en lugares cada vez más grandes las mismas canciones vibrantes de siempre, pero los Daft Punk abandonaron las rutas después de 48 recitales y, cuando empezaron a trabajar con material nuevo, lo hicieron con ansiedad por reinventarse. "La música electrónica actual está en un lugar demasiado cómodo, y no parece que la situación vaya a cambiar ni un poco", dice Bangalter. "Se supone que un artista tiene que hacer otra cosa."
Los Daft Punk son las estrellas más enigmáticas del pop. Además de ocultarse la cara en los shows, videos y fotos, trabajan en general de manera muy discreta, y se niegan a dar datos autobiográficos en las pocas ocasiones en las que conceden entrevistas. Un extraño que entre en su lugar de trabajo lo hace con los ojos bien abiertos, porque hasta el más mínimo objeto cotidiano podría tener un significado oculto. En la habitación de los sintetizadores, hay un vinilo de Blondes Have More Fun de Rod Stewart en un rincón, un radiograbador chico JVC para escuchar tomas en crudo con una pirámide negra de plástico arriba. Hay copias en Blu-ray de Tron: El legado (cuya banda de sonido compusieron) y de Star Wars: L’Integrale de la Saga que ocupan casi medio estante, al lado de un libro de diseños de Saul Bass, el Walker’s Rhyming Dictionary (diccionario de rimas) y un volumen viejo de la colección Life Science Library de The Mind. Pinchada en la pared hay una instantánea que se sacaron los Daft Punk con los robots R2D2 (Arturito) y C3PO (Citripio) en una sesión de fotos para Adidas. "En ese momento me di cuenta de que habíamos entrado en la cultura pop", dice Bangalter.
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