Cuando son ellos quienes se llevan los mayores aplausos
James Whiteside, Jason Reilly y Daniel Ulbricht brillaron en el Teatro Coliseo
La semana pasada, el mundo de la danza alzó su voz en las redes sociales con el hashtag #boysdancetoo y el viernes, en la primera de las dos jornadas de la IX Gala Internacional de Ballet de Buenos Aires (en el Teatro Coliseo), las grandes estrellas fueron ellos: los bailarines varones. James Whiteside, bailarín principal del American Ballet Theatre (ABT); Jason Reilly, de la compañía de Stuttgart, y Daniel Ulbricht, del New York City Ballet, se llevaron los aplausos más fuertes.
En esta edición de la Gala se sumaron dos números de acrobacia y tres muy necesarias joyas del repertorio neoclásico a la habitual selección de fragmentos y obras cortas de danza clásica y contemporánea. La noche comenzó un poco fría, por la elección del pas de deux de Satanella. La diablilla de carnaval creada por Marius Petipa en 1848 para el Ballet El diablo enamorado contaba con la música de Napoléon Henri Reber y François Benoist. Aunque estos compositores figuraban en el programa de mano, la música que se bailó es de Cesare Pugni, ya que Petipa tomó su aria "Il Carnevale di Venezia" para montar un pas de deux, un epítome de la danza académica. Junto al chileno Sebastián Vinet, Katherine Barkman, del Washington Ballet, ejecutó atinadamente secuencias de pasos que se repiten hacia la derecha y hacia la izquierda para demostrar dominio de la lateralidad, capacidad de sostenerse sola sobre las puntas y otro conjunto de pasos que no cuentan ninguna historia, pero deben sorprender. O quizás sorprendían en 1859.
Con la participación de la Compañía de Circo La Arena, dirigida por Gerardo Hochman, llegó el momento de la acrobacia.
La inclusión de este lenguaje contemporáneo es valorable, pero tanto en el fragmento de la obra Traveling como en la apertura de la segunda parte, con el trío de Vitruvio, el artificio se desarmaba desde casi todos los puntos de vista. Ambas coreografías necesitaban una perspectiva central y a la altura de los ojos.
La pareja constituida por Anna Osadcenko y Jason Reilly se encontró entre las favoritas de la noche (tal vez no era necesaria su triple participación en el programa: Bite, de Katarzyna Kozielska, no aportó ni variedad ni puntos altos). Osadcenko encarnó a la Tatiana inocente y soñadora del primer acto de Onegin. Y Reilly reafirmó su romance con el público porteño (fue su tercera participación entre nosotros) mostrando su ductilidad con las dos imprescindibles obras de Cranko y Bigonzetti.
Otra creación del italiano Mauro Bigonzetti llegó con la participación de María Celeste Losa, bailarina platense en ascenso en la Scala de Milán, junto a Emilio Pavan, del Bayerische Staatsoper. Losa mostró en Progetto Händel una cuerda seductora y pícara que también tocó en el pas de deux del Cisne Negro. Y los muros se vinieron abajo con Wallflower, coreografía y música de James Whiteside, de a dos con su compañera en el ABT Erica Lall.
Vale la pena ver en vivo esta coreografía creada para YouTube. Con zapatillas deportivas y toda su técnica clásica al servicio de la música electrónica, Whiteside vuela con frescura sobre todos los perjuicios y fronteras. Luego, en el cierre previsible y triunfal de El corsario, él puso toda esa energía que enamora a balletómanos y novatos.
El otro gran invitado de la noche fue Georges Balanchine. Interpretado por Daniel Ulbricht, del New York City Ballet, junto con la argentina Ana Sophia Scheller, en este caso fue fundamental para enriquecer la experiencia el video antes de la performance de Tarantella, en la que Ulbricht puso la creación de Balanchine en el contexto de la cultura gitana y de las creaciones del coreógrafo neoclásico. Pudo lucirse especialmente por su musicalidad con la pandereta.
En la segunda parte de la Gala, la misma pareja hizo suya "Embraceable you", con música de George Gershwin, y a Scheller se la vio más relajada, disfrutando del romanticismo de una pieza inoxidable.