La Aplanadora se presentó ante 12 mil personas y despidió 2013 con un largo recorrido histórico a través de sus mejores temas
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Termina la cuenta regresiva y en las pantallas de Mandarine Park se proyecta el documental veloz (como todo esto, producción de marca Vorterix) de la historia de Divididos: la sucesión de momentos clave a lo largo de –las mutaciones, los hitos- 25 años de un trío surgido de las cenizas de Luca Prodan. Literalmente, "de la muerte, también nacen cosas", dice. Y narra algunas anécdotas conocidas y no tanto, la metamorfosis de la tríada Mollo-Arnedo-Collado a la actual, pasando por Acariciando lo áspero, Spinetta, Gil Solá, Araujo, el nenito Catriel, las penas y las vaquitas, Abbey Road, besos por celular hasta llegar a Amapola del 66 y esto que está por comenzar, el festejo multitudinario después de tantos Teatros (de hecho, vuelven a Flores el 19 de diciembre) del cuarto de siglo, de la permanencia intacta de la potencia aplanadora del rock and roll. Catriel, desde su Ludwig, se entrega todo a los primeros golpes; suena "El 38".
12 mil personas, dicen, llenan este estadio al aire libre, ubicado en Punta Carrasco; desde el escenario, el trío entretiene a las masas haciendo lo de siempre, la arenga del virtuosismo modesto a través de sus mejores piezas. Por eso, lo que sigue es la sucesión sólo interrumpida un par de veces por la necesidad de descomprimir el vallado delantero ("salten en vertical", pide Mollo) de casi treinta temas, a lo largo de más de tres horas de show.
En sus manos parsimoniosas y precisas, todas las violas parecen quedar chicas; Mollo siente (con su boca, con la zapatilla de siempre) las cuerdas pero nunca las sufre, pedalea loops y entona con esa voz inconfundible sólo afectada por, nada menos, la erosión lógica de 25 años de liderazgo; Arnedo, desde el extremo derecho, digita veloz y slapea quebrándose, mirando a su bajo a través de tanto anteojo negro; desde el minuto uno, Catriel se desvive con cada baquetazo y se pierde en ríos de sudor. De "Alma de budín" a "Hombre en U"; "Elefantes en Europa", "Qué tal". "La ñapi de mamá", con la explicación de que la vieja nunca levantó una mano sino que la que pegó siempre fue la sociedad, "Spaghetti del rock", "Ala delta", "Par mil" y los homenajes esperados: el auto-tributo a Sumo y el pelado con "Mañana en el abasto" y el final con "Crua chan" y "Nextweek", al Carpo con "Sucio y desprolijo", a Atahualpa, a Hendrix. Casi tres horas y media, todos los recuerdos: pedirles más sería un despropósito.
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