
El diablo tiene su propia Red
"Fusto versión 3.0", basado en Fausto I y II de Goethe. Dramaturgia: Pablo Ley, Alex Ollé, Carlos Padrissa y Magda Puyo. Intérpretes: Younes Bachir-Lafritz, Carles Figols, Jorge Flores, Miquel Gelabert, Mercé Rovira, Santi Pons, Andrés Herrera, Sara Rosa. Creación de video: Franc Aleu y Emmanuel Carlier. Diseño de vestuario: Jaume Plensa. Diseño de escenografía: Roland Olbeter. Diseño de iluminación: Albert Faura. Puesta en escena: Allez Ollé y Carlos Padrissa. Duración: 98 minutos. En el teatro Lola Membrives. Nuestra opinión: bueno.
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Fausto sigue vivo y ya no es la víctima de un pacto entre Dios y el diablo, como lo planteó Goethe, sino esclavo de sus pasiones y de sus ambiciones.
"Fausto", del autor alemán Goethe, es el texto que eligió la Fura dels Baus para hablar del hombre moderno. Pero no se trata solamente del individuo, sino de su inserción en un medio que a simple vista resulta agresivo. El hombre es el creador del instrumento que lo destruye, para renacer e iniciar un nuevo ciclo que vuelve a aniquilarlo. Por eso, Fausto se encuentra cómodo en cualquier tiempo y lugar.
En esta versión catalana, Mefistófeles es el gran tentador, pero también es el Mister Hyde de Fausto, que aparece para saciar las inquietudes y deseos de ese hombre que busca acción y belleza, sin importar el precio, negando cualquier resquicio para el arrepentimiento.
Con este punto de partida, Fausto y Mefistófeles comienzan un largo peregrinaje por un mundo de Internet, violento, agresivo, despiadado, distante, que siempre bordea el límite de la realidad y transgrede todo principio moral. No hay ningún valor que no pueda ser arrasado, ni siquiera la pureza de Margarita, seducida por Fausto y violada por Valentín, su hermano.
Tras sus pasos, la destrucción de cuerpos y almas. Nada detiene la voracidad vital de este dúo. Sólo la muerte. Este planteo viene como anillo al dedo para la estética que desarrolla la Fura dels Baus; propuesta que incluye el sonido, la representación en escena, las palabras (una nueva variante para el público porteño) y la imagen. Todos los medios al servicio de una provocación ya conocida.
El espectáculo es visual y sonoramente impactante, con una explosión avasallante de estímulos sensoriales, donde el texto, dicho por los actores, se pierde ante la contundencia de los efectos.No dejan espacio para el respiro, ni se encuentra en los noventa minutos de duración un tiempo para la reflexión.
También es transgresor al exaltar la violencia en sus manifestaciones verbales, visuales (la lucha entre un representante de la Iglesia y el diablo) y físicas (hay escenas de fuerte contenido sexual), con un potente sentido apocalíptico y nihilista.
Pero este tratamiento no representa un reparo, porque el tono exacerbado forma parte de la estética del grupo catalán y el drama del hombre queda expuesto en total plenitud.
La prolijidad estética
En este sentido, la puesta es impecable y revela un derroche de imaginación al dividir la escena en múltiples espacios, incluido el aéreo.
El escenario aparece desnudo, con una amplia pantalla armada con persianas, que al abrirse muestran ocho cubículos donde se desarrollan diferentes acciones, La proyección de las imágenes se exhibe en forma sucesiva o simultánea con lo que interpretan los actores, de tal manera que el grado de realismo que no se alcanza en el escenario se amplifica con la ficción que se expone en la pantalla (suicidios, heridas sangrantes).
De esta manera, el bombardeo es continuo y arma una vorágine visual de la que es difícil desprenderse.
No es lo único. Lo que el público porteño apreció en espectáculos anteriores de este grupo también está presente, con buena resolución, en el escenario del Lola Membrives: andamiajes, poleas, redes colgadas, arneses para desplazarse en el espacio, toda una parafernalia tecnológica al servicio del espectáculo, con el invalorable aporte de la iluminación.
El texto, que fue elaborado en un tono discursivo, pone de relieve un lenguaje que apunta en su mayor parte a la limitación expresiva, en estos tiempos en que la superinformación, vacía de contenidos, es moneda corriente.
Como los intérpretes, en esta versión, deben utilizar palabras, entra a jugar el tema de la actuación. Si bien, son profesionales que se manejan en el espacio, en materia actoral no tienen la fibra dramática necesaria, sobre todo en los papeles protagónicos. Se puede decir que salen airosos Miquel Gelabert (Mefistófeles) y Sara Rosa (Margarita), pero Satin Pons (Fausto) no alcanza con su esfuerzo a resultar verosímil.
Reacciones encontradas
La recepción de este espectáculo provocó distintas reacciones, desde espectadores que se retiraron de la sala hasta otros que aplaudieron de pie. Se sabe que los espectáculos de la Fura son irreverentes y generan polémica.
Pero la sensación que deja este "Fusto, versión 3.0" es la de estar inmersos en un mundo de horror, donde hasta los compases del Réquiem de Mozart adquieren otras resonancias más funestas.
Es demasiado chocante la agresividad que presentan en bandeja, pero es justo reconocer que no son infieles a la realidad cotidiana. En esto quizá resida uno de los méritos: extraer de la vida, al menos de la que muestran las pantallas de la televisión, todas las angustias del hombre moderno, ubicado en cualquier espacio, para condensarlas en este espectáculo.
Es muy poco lo que se puede percibir como pura ficción, y lo que amedrenta es precisamente confirmar que el grupo muestra, ni más ni menos, lo que sucede en las calles de aquí o de Kosovo. Es lo mismo.
En todo caso, se trata del hombre que destruye al hombre en su afán de alcanzar el poder y con ello la posibilidad de decidir sobre la vida y la muerte de los demás.
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