Martin Landau ganó hace tres décadas el único Oscar de su carrera personificando a Bela Lugosi en Ed Wood, para muchos la mejor película de toda la carrera de Tim Burton
El agradecimiento que Martin Landau le hizo a Tim Burton en el escenario del Oscar después de recibir el 14 de febrero de 1995 el premio al mejor actor de reparto es imposible de traducir literalmente al español, pero en su idioma original debe leerse como la síntesis y la coronación de toda una carrera.
“The part of my life” fue la expresión usada por Landau para referirse al lugar que Burton le dio en una de sus mejores películas. Esas palabras aluden a lo que significa un momento, un hecho o un acontecimiento decisivo en la vida de una persona. Y sobre todo invocan al artífice de esa experiencia única. Landau habló en ese momento lleno de emoción como si el Oscar que ganó por su deslumbrante trabajo en la película Ed Wood no le perteneciera del todo y la parte más importante de ese inmenso reconocimiento correspondiera a alguien más.
En el fondo, lo que se vivió aquella noche en el Shrine Auditorium de Los Angeles fue una experiencia única, expuesta de manera simultánea en varias dimensiones. Había personalidades reales, ficticias y simbólicas envueltas en un juego fascinante, creado alrededor del cine. El actor Landau le agradecía al director Burton por haberle regalado el mejor personaje de su vida, la personificación de un actor real (Bela Lugosi), convocado por el peor director del mundo (Ed Wood Jr.) para filmar una película que lo ayudaría a regresar a los primeros planos.
De la mano de Landau, Lugosi resucita literalmente de entre los muertos cuando aparece por primera vez en la película. Lo vemos en el salón de una casa funeraria, dentro de un ataúd, con los ojos cerrados, los brazos cruzados, una voz de fuerte acento centroeuropeo y el clásico atuendo que lucía en sus tiempos de apogeo como el definitivo rostro del Conde Drácula en el cine clásico de Hollywood.
Cuando despierta, Landau no tarda mucho en develarnos la verdadera realidad que atravesaba el por entonces septuagenario Lugosi en el Hollywood de la década de 1950, magistralmente recreada por Burton. Desde un preciso (y frondoso) maquillaje que lo hace todavía más fantasmal, se convierte en un anciano enfermo y casi olvidado que vive casi en la pobreza.
Muchos llegaron a creer en ese momento que Lugosi directamente había fallecido. Su triste y solitaria existencia de adicto a la morfina y al alcohol se parecían mucho a una muerte en vida. “El dolor que ese hombre sufría en ese momento de su vida era algo increíble. Empezó con la morfina por las heridas que había sufrido durante la Primera Guerra Mundial”, llegó a decir de él Landau, que tenía 64 años cuando personificó al septuagenario Lugosi tres décadas atrás.
Cuando Ed Wood se estrenó hace ya tres décadas, en septiembre de 1994, Landau llegó a comprender en plenitud por qué Burton había pensado en él para uno de los personajes clave de la película, inspirada en la vida de quien se ganó con el tiempo y un consenso amplio el título de “peor director del mundo”, personificado de manera brillante por Johnny Depp.
En ese momento, Landau le contó a Los Angeles Times que Burton lo llamó de manera completamente inesperada y le dijo: “Trabajaste con todo el mundo, hiciste películas muy buenas con grandes directores y películas despreciables con directores espantosos”. Le habló de la reconocible presencia que tenía en la pantalla y de todo lo que había de semejante entre su figura y la de Lugosi.
Cuando Landau murió a los 89 años, en julio de 2017, Javier Porta Fouz escribió en LA NACION una nota sobre su curioso destino en el cine. Dice allí que a lo largo de su extensa carrera tropezó infinidad de veces con apariciones irrelevantes y dignas del olvido más amplio. Lo más extraño es que en medio de cada nueva ola de infortunios se abría para él una nueva oportunidad. Pero inmediatamente después de ella, por una u otra razón, el fracaso estaba de vuelta. Así paso, por ejemplo, después de perder en Viaje a las estrellas el papel del señor Spock a manos de Leonard Nimoy, asumió otro personaje muy celebrado de la TV clásica, Rollin Hand, el maestro del disfraz, en las primeras temporadas de la serie Misión imposible.
El propio Landau llegó a reconocer que al ser tan riguroso consigo mismo y con los directores con los que trabajó terminó resignando varias posibilidades valiosas. Hasta que llegó Burton con una intuición que encontraba en el actor una sintonía perfecta. Landau no buscaba otra cosa que un realizador capaz de verlo más allá de cualquier máscara y una personalidad cinematográfica que ya todos veían como camaleónica.
Y, de acuerdo con Burton, empezó a explorar algunas variantes de lo que había descubierto al ver 35 películas de Lugosi y algunas grabaciones caseras. “En la película ustedes ven que abro bien grandes los ojos. Lugosi raramente lo hacía. Ustedes ven que muestro toda la dentadura cuando sonrío. Lugosi lo hacía con la boca cerrada. Ustedes ven que camino de un modo muy distinto al de Lugosi”, relató.
En todo ese trabajo de preparación, Landau encontró en una insólita comedia de terror de 1952 clase Z al Lugosi que más se acercaba desde la pantalla al retrato del actor que terminó haciendo en Ed Wood. La película se llamaba Bela Lugosi Meets a Brooklyn Gorilla (Bela Lugosi se encuentra con el gorila de Brooklyn), dirigida por William Beaudine.
“Lugosi hacía de un científico loco que en una isla le inyecta suero a un pequeño mono –recordó Landau en tiempos cercanos al estreno de Ed Wood-. Cae la noche y al día siguiente ese monito se transforma en un hombre con un tremendo traje de gorila. Allí estaba Lugosi: viejo, adicto, enfermo. No podía quitarle los ojos de encima a pesar de que la película era simplemente terrible”.
En vez de imitar a Lugosi, Landau prefirió –como observaron algunos críticos- interpretarlo de un modo bastante aproximado al que muestra otro de los grandes personajes de su carrera, Abe Karatz, el habilidoso vendedor e inversor de Tucker, el hombre y su sueño, de Francis Ford Coppola. A ese papel le siguió muy poco tiempo después otro con los mismos ribetes excepcionales gracias a la interpretación de Landau: Judah Rosenthal, el exitoso oftalmólogo de Crímenes y pecados, una de las mejores películas de Woody Allen. Las dos películas le dieron sendas nominaciones al Oscar como mejor actor de reparto. No pudo ganar ninguna, pero no dejó de cosechar reconocimientos y aplausos por ellas.
“Cuanto más complicado es el personaje, mejor funciono y mejor me siento. Son las tonterías de una sola dimensión que tuve que hacer durante tantos años las que me volvieron loco”, llegó a reconocer el actor cuando el mundo empezó a descubrirlo de nuevo gracias a Ed Wood y a Tim Burton.
La película tiene algunas escenas colosales, como aquella en que vemos a Lugosi (a través de Landau) decidido a frenar en un solo movimiento y sin ayuda externa sus dos décadas de adicción ininterrumpida a la morfina. Es posible que detrás de ese impulso haya tenido mucho que ver la experiencia inicial que Landau tuvo cuando era chico y vio por primera vez una película protagonizada por Lugosi. “Fue una reposición de Drácula, la película original. Yo tenía ocho, nueve años y me asustó muchísimo. Literalmente no dormí durante varios días”, confesó.
Cuentan que fue la primera prueba de maquillaje que Landau hizo con uno de los grandes creadores de máscaras del Hollywood moderno, Rick Baker, el dato que necesitaba Burton para decidirse a filmar Ed Wood en blanco y negro. Vista hoy de nuevo, no podría imaginarse otra cosa. “Rick y yo nos preguntamos: ¿cuál era el color de los ojos de Bela Lugosi? Nunca lo vi y en verdad nadie ha visto nunca imágenes en color de Lugosi. Fue una decisión muy sencilla, sin ninguna pretensión estética”, reconoció el director, para quien el vínculo entre Lugosi y Ed Wood refleja la amistad que Burton mantuvo con el actor Vincent Price durante sus últimos años.
Cuentan que la esquiva e histórica mala suerte de Martin Landau cambió por completo en las vísperas de la ceremonia número 67 de la historia del Oscar cuando el actor fue a comer a un restaurante oriental en el valle de San Fernando y al abrir la clásica galleta de la fortuna que formaba parte del menú encontró la siguiente leyenda: “Usted recibirá muy pronto algún premio o recompensa importante”. Llegó a la fiesta aquella noche con ese papel en uno de los bolsillos de su traje.
Landau estaba convencido de que ese amuleto había funcionado, pero en ese momento no había experto que vaticinara otro nombre como el próximo dueño del Oscar al mejor actor de reparto, primero y único de toda su carrera después de aquellas dos frustradas nominaciones en la misma categoría. Su condición de favorito estaba a la vista con bastante anticipación: había ganado en su categoría el Globo de Oro y tres de los premios clave otorgados por asociaciones de críticos: Los Angeles, Nueva York y la National Society of Film Critics. También lo distinguieron sus pares con el premio al mejor actor secundario del Screen Actors Guild.
El Oscar coronó todo ese largo camino de éxitos. Allí, mientras parecía estar recorriendo en un solo instante toda su carrera, Martin Landau le advirtió al director musical que no iba a aceptar el clásico sonido orquestal con el que se invita al ganador a terminar su discurso. Quería tomarse su tiempo para agradecerle a Tim Burton y también, “dondequiera que esté”, a Bela Lugosi.
Ed Wood, de Tim Burton, está disponible en Star+.
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