
El voy y vuelvo de anita tijoux a París duró dos años. Tiempo de más para sacarse la jardinera hip-hop y probarse un traje.
1 minuto de lectura'
Patronato es igual a calor y un montón de tiendas con ropa de mujer casi igual a la que hay en las del barrio alto pero más barata y un montón de mujeres que hormiguean y escarban por si la consiguen. Es la onda. Y Anita quiere comprarse justo aquí un terno negro de mina. Chaqueta y pantalón de tela por 50 lucas para sentirse bien. Para sentirse elegante. "Quiero ser elegante", dice. Dice: e-le-gan-te, y cierra la cortina del probador. Entonces, el galán que atiende se acerca y me pregunta: "Disculpa, pero me suena la cara de la niña que está probándose. ¿No es la mina de Makiza?". Sí. Ah. Y el tipo que vende cargadores para celulares en la esquina pregunta lo mismo más tarde. Y el garzón/actor del bar, igual. Y el chofer del taxi, lo mismo. Otra vez. Como los santitos de yeso, Anita Tijoux es la cara de algo que no existe. Anita Tijoux es la mina de Makiza. Todavía. Anita, ahora, está con su terno y feliz. Anita, ahora, es vocalista de una banda. De otra banda. Alüzinati, se llama. Y acid jazz es más o menos lo que hacen. Anita ya no rima como antes. Ahora canta. Y lo hace, mientras sale el disco debut, con Los Petinellis en un bar, con la mexicana Julieta Venegas para el track de Sub-Terra "Lo que tú me das", con Control Machete y Top Ten Babylon Artistas por pura buena onda, o con Lucho Gatica, el tata del bolero, en un estudio asfixiante. Anita Tijoux ya no es Anita Tijoux. Es Ana María Merino, ahora que su padre la adoptó legalmente. El que la crió cuando su viejo de sangre ya no quiso estar más, allá, en los departamentos de un barrio con marroquíes, turcos y chilenos, en Lille, Francia. O es también Anamaría Tijoux, como firma por estos días. Da lo mismo. Si algo no quiere Anita Tijoux, hoy, es ser esa adorable chica mestiza de jardinera, jockey y trenzas que improvisaba versos con sentido humano-político-social sobre los beats de Cenzi (Gastón Gabarró) y Ceo2 (Cristián Borquez), a.k.a. Makiza, en el cemento caliente de los patios de Mapocho. Antes, territorio hip-hop. Cuando Anita sí era la mina de Makiza.
Un día, hace casi tres años, Anita dejó hablando solo a un vj de Vía x en una de esas entrevistas relajadas al aire libre. Le dolía una muela, dice. Un día, hace más de dos años, despertó sin ganas de seguir con la farsa y renunció a Makiza. Tenía 23 y no quiso más cámaras, ni micrófonos, ni tocatas, ni discos de oro. Ni hip-hop ni definiciones ni nada. Aerolíneas Makiza (2000), el segundo disco del trío (el primero, Vida salvaje (1999), era un casete y se agotó en las disquerías enanas de Providencia), vendió 20 mil copias. Y, obvio, ya se hablaba de la explosión del hip-hop chileno, del fenómeno, de todo eso. En la tele, en la radio, en los diarios, en revistas. No fue tal, ya saben. Y en medio de ese mundo mal dibujado, Anita dijo no más. Se fue a París y quedó para la historia como una versión de superhéroe ausente. El viajante avanza, el destino espera, el origen se congela. "Hay una frase de un amigo que repito siempre: un buen inicio para saber lo que uno quiere es saber lo que no quiere. Es mi regla. Esto no lo quiero, y viro. Con Makiza iba por un rumbo que no quería, y me fui para otro lado", dice, entre la pared y el pisco sour que por ser ella le han regalado en el Liguria.
A ver: tienes un novio con el que pasaste buenos momentos, tuviste un hijo, lo quieres por eso, tienen planes, pero ya no tienes ganas de follar con él. ¿Era eso?
Exactamente, y no sabes cómo decirle que seamos amigos, mejor. Entonces es mejor irse. Es lo más sano, otra cosa sería hipocresía. Loco, y soi feliz solo, no más. Eso pensé y me fui de este país. A mí eso de que las parejas se queden juntas por el hijo me vale verga. Yo estaba siendo infeliz, y no quería tener otro hijo con él. Sé que un hijo puede vivir perfectamente solo, y el disco Aerolíneas Makiza vive por sí solo. Ya no es de nadie, es universal.
¿Cómo te sentiste cuando decidiste salirte?
Libre. Nunca me he arrepentido. Me quería ir, quería volver a Francia. Quería empezar de cero. Quería caerme, quería reencontrame conmigo misma, aunque suene medio picante. Quería cachar dónde estaba y adónde quería ir. Y qué rayos me estaba pasando que Makiza no me embalaba. Me estaba estancando con ellos, y quedarme acá y grabar un disco de solista habría sido lo más fácil, pero eso implicaba no buscar el porqué de esa cosa difusa que me estaba pasando. Yo quería pasar de actor a telespectador, ir a conciertos, alucinarme. La gente le tiene terror a equivocarse, y es lo mejor que te puede pasar. No tengo un gen autodestructivo, tengo el de la reconstrucción.
¿Esa decisión dejó una marca en tu línea de tiempo?
Sí poh. Me reafirmé en lo que soy. No hay nada más bacán que ser uno mismo. Además, plata no gané mucha y la fama en Chile me vale un poquito callampa. Todo Chile es underground, esto es una isla y un hoyo. Yo, simplemente, no estaba más enamorada del proyecto, no tenía ganas de ir a los ensayos. Si tener un grupo es igual que tener una pareja: estás con ellos y empiezas a tener proyecciones, pero a mí se me acabó la euforia y el entusiasmo. Musicalmente también hubo un divorcio, empecé a escuchar otras cosas. Los chicos estaban en una parada y yo, en otra. No creo que decir que se quedaron pegados en el hip-hop sea correcto, son evoluciones distintas. La evolución del hip-hop es infinita, también. Ahora trabajo melodías. El Gastón (Gabarró) hacía toda la música de Makiza y yo tenía ganas de inmiscuirme más. Quería que me alucinara, y lo que estaban haciendo no me alucinaba.
De Ceo2 y Cenzi nadie nunca esperó nada. De ti, que desapareciste, sí. ¿Piensas en eso?
No. Imagino que cuando sacaron el disco como Némesis había una expectativa, no sé. Puta, no tengo idea si esa curiosidad tiene que ver con que venga del hip-hop y sea mina. Creo que causó curiosidad porque soy hincha bolas, por eso. En la vida es difícil entenderse a uno mismo. Yo, si hay cosas que me molestan, las digo, y ya. Poca gente dice lo que realmente le pasa, sin pensar en las cámaras que tienen al frente.
¿Les crees a tus ex partners cuando dicen que "Ley de Némesis" y eso del ojo por ojo se lo dedicaron al sello y no a ti?
No lo sé. Cuando volví de Francia hablé con el Ceo, que es súper franco también, y me dijo que la canción no era para mí. Aunque él estaba muy enojado cuando me fui del grupo y, bueno, por eso habló con un diario primero. Antes, no les creí nada. La verdad es que no nos queríamos comunicar, y había que dejar que corriera agua bajo el puente. Una mina siempre es traicionera, pero yo con mis amigos, no.
¿Abandonaste también el hip-hop?
A Francia iba a escuchar hip-hop, pero me decepcionó. Hay una maquinaria comercial que no me gusta, eso de las chicas en bikini y los dientes de oro es una caricatura que no corresponde a lo que soy. La música es bella, venga de donde venga, por eso empecé a escuchar otras cosas. En Alüzinati hacemos música que nos alucina, que nos prende, que nos enciende la piel. Mi oído ha cambiado desde que trabajo con ellos, mi manera de entender la música cambió. Soy la que más creció del grupo, porque era la que sabía menos. Casi todos ellos vienen del mundo del jazz. Yo escuchaba a Wynton Marsalis o a Thelonious Monk porque mi mamá los escuchaba, pero ahora sé que hay muchas otras cosas.
¿Sigues buscando la elegancia en tiendas?
No. Es que la elegancia se da por sí sola. Es igual que las letras contestatarias de antes, vienen solas. Alüzinati es otra cosa. Es un amor ciego, un enamoramiento alucinante. Estoy más profesional, me siento a cargo del proyecto, aprendí de mis errores. Vine de vacaciones y con Ariel, el pianista, empezamos a hacer maquetas, y, sin darnos cuenta, empezamos a crear Alüzinati. Me proponían hartas cosas, pero no podía crear, y no sabía por qué. Andaba vestida de inseguridad. Era el momento justo para que alguien me mostrara el mundo de la música. Pasar de la rítmica a la armonía fue un despertar fuerte, fue renacer. Y todo eso pasó recién este año. Con Alüzinati tenemos claro que queremos crecer, generar algo nuevo. Estamos con ganas de mezclar y no hay miedo a cantar. Ya no rimo casi nada. Es una mezcla entre música electrónica, beats de batería, bossa, salsa, acidez y belleza. La única relación entre lo que hago ahora y lo que hice antes soy yo. Ahora hablo mucho de amor, porque el amor también es revolucionario, es la mejor bencina. El amor me desahoga. Odiar, también. Todo está conectado. Y yo los amo a todos.
Anita, ¿estás contenta?
Soy muy feliz. Aunque todavía quiero casarme con un ingeniero que me mantenga, tener una casa de dos pisos, un perro que me traiga El Mercurio todas las mañanas, y viajar cada cierto tiempo a las Bahamas. Yo espero estar vieja, sentarme en una mecedora, tener un montón de fotos de todo lo que hice y cagarme de la risa.
1- 2
Christian Petersen fue trasladado a Buenos Aires y ya se encuentra en el Hospital Alemán
3¿Cuándo se estrena el capítulo 8 de ‘Stranger Things 5’? Fechas y horarios del último episodio de la serie en Netflix
- 4
Leo Sbaraglia: su debut en el Cervantes, el costo de interpretar a Menem y las exigencias de Almodóvar



