
Enseñanzas de musgo, piedra y bambú
Camino a la contemplación y a la paz interior, el jardín zen
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"El jardín zen es una de las cosas que realizamos para acercar a la gente a la naturaleza y a la meditación. Y para eso nos valemos de muchas herramientas, como el diseño, la arquitectura y la botánica", explica en tono pausado swami Dhyan Anala (swami: maestro; Dhyan: meditación; Anala: divinidad), de 37 años, que aunque no se asuma como un maestro zen sus alumnos sí lo reconocen como tal.
Los conocimientos de jardinería zen de swami Dhyan Anala tienen una historia larga: desde su bautismo en la India (el 3 de septiembre de 1991), buscó penetrar aún más en la espiritualidad y la meditación zen, lo que lo llevó a vivir cinco años en Japón, donde convivió con maestros y monjes, y así desarrolló su conocimiento en el arte de la jardinería zen. Hace tres años volvió a la Argentina para transmitir su experiencia junto a los diseñadores Carlos María Rimoldi y Cecilia Graña. Al proyecto lo denominaron Vivir zen ( www.vivirzen.com.ar ) y, obviamente, excede la visión de la jardinería occidental.
"Tratamos de darle a la gente un impasse, que pare por un segundo, diez segundos, un minuto, una hora de contemplación, de estar en silencio consigo mismo, de tener tiempo, de olvidarse de toda la presión cotidiana", sigue Anala.
Rumbo a la isla de los dioses
Uno de los elementos fundamentales dentro del cha-niwa (el jardín zen de la casa de té) y otros jardines meditativos es el musgo, sinónimo de simplicidad, contemplación, meditación, paz espiritual y estética zen. Según Anala, el musgo ha conectado al hombre con este despertar interno desde tiempos remotos, y fue de manera accidental que los antiguos monjes zen descubrieron que los patios de sus templos se cubrían de ese verde, que al ser observado detenidamente producía en el observador un estado de contemplación pasiva muy semejante al que se daba durante sus prácticas meditativas.
"En el zen, la contemplación de lo aparentemente insignificante puede conducirnos a un profundo despertar interior", señala Anala. Algunos trabajos firmados por Vivir Zen pueden verse en el hotel Panamericano (Carlos Pellegrini 551), y los restaurantes Lotus Neo Thai (Ortega y Gasset 1782) y Rúcula (Talcahuano 1287).
"Son trabajos muy lentos. Primero una pieza, después otra... La obra se desarrolla a través del vínculo con la persona y su espacio. Una especie de jardinería humana", sintetiza Anala.
Claro que el tsukubai -que significa agacharse o reverenciarse- es apenas el último eslabón de esta tradición milenaria. Es que a través de los años, el jardín zen ha tenido diferentes funciones: sirvió como paraje donde los guerreros y los monjes se juntaban a descansar, pero también como camino hacia la ceremonia del té.
Su origen es el kare-san-sui (montaña y agua secas), los jardines de piedra que empezaron a realizarse en el siglo XII, al lado de los templos budistas. Los monjes los tenían presentes como un camino de contemplación, de ayuda para descubrir la última realidad del zen: la meditación.
En este sentido, el Jardín Japonés ofrece un inspirador recorrido diseñado acorde con la estética y la simbología del zen, donde prevalecen elementos como el agua, las piedras, los puentes, las lomadas y los distintos desniveles. "El diseño de este jardín fue concebido para que los visitantes puedan optar por caminos alternativos, que invitan a la reflexión, además de obsequiar distintas vistas del parque", señala Fernando Matsui, paisajista y gerente de operaciones del Jardín Japonés donde, además del tsukubai, pueden descubrirse obras como el shi shi odoshi (espanta ciervos), con un mecanismo similar al anterior: construido con cañas de bambú, al llenarse de agua descarga una de sus partes sobre una piedra, produciendo un sonido seco, que originalmente servía para espantar a los animales de las plantaciones.
Otra de las curiosidades que presenta el Jardín Japonés es el taikobashi (puente curvo), todo un símbolo de la unión entre lo terrenal y lo paradisíaco: "Como es curvo, cuesta transitarlo, y representa la necesidad de superar ciertos obstáculos para acceder a la isla de los dioses, en la otra orilla", resume Matsui.





