
Gaita, vas a llorar
Manuel Castro, de la Liga Celta, reivindica las raíces gallegas
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Se dice que las tribus celtas resistieron reiteradas invasiones durante miles de años y terminaron reducidas a enclaves en Irlanda, Gales, Escocia, Bretaña, Portugal, Galicia y Asturias. De la misma manera, el periodista Manuel Castro (ex Nuevediario; actual conductor de Canal 26) enarboló apasionadamente la bandera celta con recitales y unipersonales cuando la gaita todavía no era el último grito de la moda. Y ahora, que los pubs irlandeses se multiplican por Buenos Aires, da la nota con su banda de gaitas, que no por nada se llama Ciudad de Buenos Aires.
"Siempre estuve en contra de las modas. Ahora, por ejemplo, existen cientos de libros sobre el tema celta... Cosas, como el horóscopo celta, que son puro invento; ¡de locos! -clama visiblemente indignado-. Lo importante es que vivimos un ciclo de revalorización; algo que también ocurrió a fines del siglo XIX. Hay mucha gente que se vuelca a lo celta en busca de una identidad que no tiene o que cree no tener."
Además de obsesivo estudioso de la tradición y la heráldica celtas, músico y fabricante de complicados instrumentos, Castro es miembro de la Liga Celta Internacional (con sede en Edimburgo) y fundador y presidente de la Liga Celta Argentina. Escribe regularmente en inglés, castellano y galaico para publicaciones internacionales. Y ha dirigido su propio semanario al respecto, Ogham.
Con la frente en alto
"A la cuestión celta le he dedicado mi vida. ¡No sé por qué! -admite-. Mis padres eran españoles, y hasta los 6 años yo hablé únicamente galaico, que considero mi primera lengua. Creía que vivía en España. A los 24 años comencé a tocar con el grupo celta Poitín. Lo hacíamos por el sánguche y la Coca; no era fácil, todo lo contrario."
Dice que es típicamente celta nadar contra la corriente, buscar la sensación de que la ola se viene encima. Formado en 1986, Poitín fue el primer grupo argentino de música celta. Pero en 1980, Castro ya había hecho algo por lo que siempre será recordado: la primera gaita modificada. De haberla patentado, sería millonario ("no, multimillonario", corrige), ya que el diseño fue adoptado por casi todos los fabricantes españoles.
"Entre varias modificaciones, cambié la boquilla por otra más larga, que permite caminar erguido -comenta- , porque uno se cansa y no es cuestión de agacharse tanto. Antes, para tocar la gaita gallega había que agacharse. Eso no me gustaba, quería que mis gaiteros caminaran con la frente en alto."
Hacia 1995, Castro volcó su pasión narrativa en el unipersonal Cuentos de la taberna, que hacía en un sótano al terminar la emisión de Nuevediario. Posteriormente, integró todos sus conocimientos en los festivales de música y baile Keltoi. Y en 1998 fundó la Banda de Gaitas y Cuerpo de Baile Ciudad de Buenos Aires. Hoy, admite que los vientos de cambio juegan a su favor.
"Sobre la cuestión celta hay dos posturas: los que están en favor y los que están en contra. Los últimos sostienen que no hubo celtas. Pero lo cierto es que la influencia celta llegó hasta el siglo XIII. Está todo muy documentado como para negarlo."
Castro parece confirmar el mito de la testarudez gallega. "Diría que somos constantes -sonríe-. El celta es un ser desorganizado, contradictorio, apasionado, parco, introvertido. Y muy melancólico, lo que se nota en la música. Aunque el gaitero toque melodías alegres, la gaita llora. El gallego no tiene la alegría ibérica."
Entre los aportes de Galicia a la cultura celta, Castro enumera la influencia del galaico ("aunque el actual está muy castellanizado, es la lengua madre del portugués"), y la influencia de la gaita gallega en el modelo galés. También sostiene que el novelista J. R.R. Tolkien se habría inspirado en un diccionario gallego para bautizar a los personajes de El señor de los anillos. Y Galicia participa del mágico mundo de los duendes con sus picarescos trasgos.
"De allí viene la expresión me hizo una trastada. Mi misión es destacar el elemento celta del ser argentino. Porque lo celta forma parte de nuestra identidad. Como el bandoneón; si no, habría que devolverlo a Alemania -dice-. Y aunque sé que la cultura hispana va a terminar imponiéndose, lo que es natural, seguiré resistiendo. Porque si abandonara estaría renunciando a la lealtad, al honor... A todo lo que cultivaron los celtas."






