
Damon Albarn y el dibujante Jamie Hewlett explican por que sus criaturas representan lo más interesante y provocador del pop de hoy. Además, en exclusiva, 2D, Noodle, Murdoc y Russell revelan todo sobre el nuevo disco.
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En octubre de 2002, los Gorillaz parecían acabados. Los estudios Kong, en el piso más alto de una torre ubicada justo en el centro de un cementerio en Essex, Inglaterra, fueron clausurados por la policía.
El local, que era también hogar de la banda, estaba prácticamente en ruinas, y se supo que la banda había huido a Hollywood para escapar de unos oscuros perseguidores, probablemente sobrenaturales. Los estudios abandonados pudieron verse en el dvd Phase One: Celebrity Take Down, pero era imposible visitar cualquiera de las ocho habitaciones habilitadas sin que apareciera la mano de un zombi ansiosa por atrapar al curioso o, incluso, la figura entre las sombras de un loco desnudo que reía. Sí: 2D, Murdoc, Russell y Noodle, los rockstars más fantásticos de comienzos de la década, habían desaparecido.
Mientras tanto, en los cuarteles de Zombie Flesh Eaters –la compañía que se encarga de todo lo relacionado con la banda–, los creadores de Gorillaz, Damon Albarn y Jamie Hewlett, se enfrentaban a su propia y novedosa crisis del segundo disco, diferente de la debacle de excesos y problemas con la ley de sus criaturas. Sencillamente, se preguntaban cómo seguir. Después de vender más de seis millones de copias con el disco debut gracias al súper hit “Clint Eastwood”, después de una colaboración de D-12 (sin Eminem), una gloriosa presentación en vivo con animación 3-D en los Brit Awards y el lanzamiento de “G-Sides” (los lados b de los primeros singles), más una insólita entrada en el Guinness como la banda virtual más popular de la historia, Hewlett y Albarn tenían tantas opciones que se sentían atrapados. Y hasta asustados, porque sabían que si Gorillaz dejaba de ser divertido o perdía ingenio y frescura, se les escurriría de las manos una gran ocasión, una jugosa franquicia que en vez de millones de dólares sólo les daría millones de dolores de cabeza.
Así que decidieron parar, y reflexionar. “Después del éxito”, cuenta Jamie Hewlett, el dibujante creador de la famosa heroína Tank Girl, “un montón de gente quiso involucrarse con Gorillaz. Literalmente, el teléfono sonaba cada cinco minutos. Y después de escuchar los ofrecimientos, decidimos sencillamente editar un nuevo disco de la misma manera que hicimos el primero”. ¿Cuál fue la propuesta más tentadora? Damon Albarn (confusamente distraído de los planes con Blur y abocado a su rol de genio creativo y productor en las sombras) cree que, al menos en términos financieros, la de la productora cinematográfica Dreamworks. Pero no funcionó. “Nos ofrecieron un montón de plata, pero no un montón de inteligencia”, dice Damon, y se ríe. “Así que renunciamos a sus millones para hacer otro disco. No quisimos ser codiciosos. Eso tampoco quiere decir que hicimos un gesto de renunciamiento, ni que la negativa nos convierte en héroes. Hacer películas tiene que ver con el poder, y por ahora no estamos en una posición desde la que podamos controlar todo y dictar las reglas. Gorillaz es nuestro hijo y no queremos que otro lo arruine. En todo caso lo arruinaremos nosotros. Queremos hacer una película, y la haremos, pero cuando seamos capaces de tener todo el control creativo.” Los estudios de Hollywood, suspira Hewlett, no están enamorados de las ideas. Y Damon refunfuña, casi rabioso: “Los Estados Unidos en general es un país que no está enamorado de las ideas. Quieren que todo se parezca a ellos. Quieren que Irak se parezca a ellos, que Inglaterra se parezca a ellos (y lo están consiguiendo). Lo que ocurre es una verdadera invasión cultural de los Estados Unidos al resto del mundo. Ellos no quieren ni permiten el pensamiento libre”. ¿Y Gorillaz, la banda, qué papel ocupa en ese mapa mundial?, ¿el de la resistencia creativa? “Por supuesto”, dicen Damon y Jamie, casi al unísono, en sus oficinas de Londres, “lo que buscamos, en definitiva, es producir contracultura”.
“Sí, claro”, dirán los escépticos, “¿contracultura con una banda animada?”. Pero los escépticos sobran, y poco les importa ese escepticismo a los cerebros de idealistas pop de Albarn y Hewlett, que vieron cómo un experimento nacido en los delirios de entrecasa durante el año que vivieron juntos (ambos recién separados, de fiesta en fiesta) se convirtió en un proyecto absorbente, complejo, tan simpático como provocativo. En primer lugar, es difícil –imposible– pensar que Gorillaz podría existir como banda real. ¿Cuándo y cómo, en el todavía poco diverso mundo del pop, tocarían juntos un baterista negro, un cantante blanco y debilucho, una adolescente guitarrista japonesa y un bajista rockstar medio muerto? Además, con Gorillaz, Damon Albarn puede poner en juego toda esa música que no se permitiría en Blur, o en ningún otro grupo: hip hop, reggae, ritmos latinos, flirts atrevidos de una estrella del West End londinense. Todo sin caer en solemnidad alguna y sostenido por su condición de entusiasta. En fin, detrás de Gorillaz, Damon Albarn se siente más libre como músico, y eso se nota en la ecléctica lista de invitados de Demon Days, que va desde Ike Turner hasta De La Soul, pasando por Dennis Hopper. “Para hacer hip hop, Gorillaz es un vehículo fantástico. Trato de mantener la música enraizada en una estructura de banda, y –lo que es muy bueno– no hay limitaciones en absoluto sobre qué música hacer. Además, el hip hop es una ilusión en sí misma: ese estilo de vida, esos videos. No tengo las experiencias de 50 Cent, no ando armado por Los Angeles; para mí el hip hop es un mundo de fantasía, y es más fácil hacerlo con una banda animada porque no está en juego la credibilidad. También me gusta la música latina y la africana; Gorillaz me permite usar esas influencias y no caer en la detestable categoría de «world music». Es sólo música pop que toma esas formas. Y es sumamente divertido.”
No lo harían si fuera de otra manera, dicen. “Fue una suerte habernos encontrado”, dice Hewlett. “Ese año loco de convivencia terminó con que ambos formamos nuestras familias y, de alguna manera, ese cambio en nuestras vidas influyó en Gorillaz y nos dio una nueva energía.” “Además”, agrega Albarn, “estamos en un punto en que nada realmente se nos sube a la cabeza. Yo ya tengo muchos discos, conocí el éxito, puedo relajarme. Y lo mismo le pasa a Jamie”.
–¿Qué personaje surgió primero?
Hewlett: –Solemos decir que fue Murdoc, pero en realidad fue 2D. Un cantante inútil y estúpido desde todo punto de vista. Por supuesto, no es un álter ego de Damon.
Albarn: –Claro que no. Murdoc, sin embargo, está inspirado en una persona real, aunque creo que nunca vamos a decir en quién. Es el mejor bastardo posible, un chovinista. Lo hicimos odioso, y la gente lo ama cada vez más. Cada personaje es interesante, como debería serlo en una banda pop. Hoy ya no hay personajes en el pop, es imposible distinguir a un músico de otro.
–¿Y Russell? En el primer disco era clarividente...
Albarn: –Pero acaba de perder sus poderes. Pasó seis meses viviendo con Ike Turner y se volvió loco. Como es de esperar.
–Ahora Noodle parece la favorita...
Hewlett: –Noodle es la más joven, el verdadero poder. Es la próxima generación y, en lo posible, la maestra.
–¿Cómo consiguieron que Ike Turner y Dennis Hopper colaboraran en el disco?
Albarn: –Ike es un enigma. Lo único que puedo decir de él es que no lo entiendo. Y Dennis es una leyenda, pero ¿sabés qué pasa? Todo el mundo quiere trabajar con Gorillaz porque a todo el mundo le gusta la música pop. Pero la mayoría de la música pop que se hace actualmente existe en un mundo sin sustancia. Después de hacer el disco todo se trata de mostrarse en fiestas, ser observado, como en un desfile. Con Blur, por ejemplo, yo hacía cientos de entrevistas y uno nunca puede estar satisfecho u obtener algún tipo de recompensa o satisfacción entre tanta exposición y banalidad. La mayor parte del tiempo el pop se trata de estar en exhibición; lo creativo apenas importa. Nosotros tratamos de hacer lo contrario. No necesitamos hacer muchas entrevistas ni tener esa disciplina de las estrellas pop.
Hewlett: –De eso se encargan los personajes. Para eso están. Al final del día, no quedamos tan involucrados nosotros, no ponemos el cuerpo; podemos poner nuestro trabajo en el armario y dedicarnos a la vida. Claro, yo paso doce horas trabajando; Damon la tiene más fácil, porque después del disco su trabajo casi está terminado.
–¿Ustedes arman la línea narrativa de los personajes?
Hewlett: –Sí, todo es nuestro desde el origen. Tenemos un equipo de colaboradores que nos ayudan, chatean con los fans, arman el website, las gacetillas de prensa, pero todo pasa por nuestra supervisión. La compañía discográfica no tiene nada que ver con ese proceso creativo, mantenemos el control total de lo que hacen y dicen los Gorillaz.
–Desde el sitio de Gorillaz lanzaron un concurso, Search for a Star, en el que convocan a artistas y animadores para trabajar con la banda en el futuro. ¿Es una parodia de shows como American Idol?
Albarn: –No, es todo lo contrario. No es sátira de los concursos de tevé, es una búsqueda de talento real, no de un idiota que no puede cantar y que va a tener un hit por una semana y después desaparecerá en el aire. Recibimos muchas cosas alucinantes, grandes talentos que están allá fuera, verdaderos jóvenes visionarios. Hay mucho potencial.
Hewlett: –Todavía no tenemos claro cuál será el premio; pero creemos que ése no debe ser el objetivo, sino dar oportunidades a artistas jóvenes.
–¿Por qué el disco se llama Demon Days ?
Albarn: –Porque todo el concepto es acerca de convivir y hablar con demonios. Creo que hay muchas ideas demoníacas en este momento del mundo; supongo que el disco quiere abarcar lo que está mal y también ciertas buenas fuerzas de resistencia, porque hay demonios benignos. Los Estados Unidos han creado demonios que se expanden; nosotros los ingleses somos parte de eso también. Vivimos en una era demoníaca, más que ninguna otra, y creo que los medios de comunicación de masas son un gran demonio. Hay cierta melancolía y climas de alarma en el disco. Es oscuro. Suenan sirenas, hay referencias al exceso de violencia y drogas, a la polución. Pero “Demon Days” es el tema más positivo del disco, aunque se trata de atravesar una noche con espíritus malignos. Nos inspiramos en el Día de los Muertos mexicano, que visualmente parece maligno, pero tiene un componente de respeto a los ancestros y de festividad, de tradición viva. Digamos que es un concepto algo pagano.
El primer corte de demon days se llama “Feel Good Inc.”. Es una canción hermosa de siniestro encanto y, en el fantástico video –Hewlett está en un momento particularmente inspirado, como puede verse en toda la gráfica y en el concepto visual que tomaron los personajes–, 2D aparece apático y atormentado, Murdoc ríe maliciosamente con los jeans bajos y fuerzas siniestras con sonido hip hop parecen atacar a una banda en crisis. “Feel Good Inc.” es algo así como “Sentirse Bien Incorporated”, una suerte de felicidad corporativa e impostada que, cree Damon, caracteriza al pop; en este sentido, Gorillaz está en una misión de rescatar al pop de su sufrimiento de goce obligado, y desnudar los hilos que convirtieron la creatividad en un negocio hueco. “«Feel Good Inc.» es un estado mental”, explica, “en el que uno cree que está y que está bien, pero no es así. El éxito es un mundo de mentiras, de poses, es un lugar falso, sin alma”. Y la metáfora que Hewlett prefiere para expresar ese mundo vacuo es la del zombi. En parte, concede, el halo macabro de Gorillaz tiene que ver con cierta mitología diabólica rockera y con su obsesión personal con George Romero y Lucio Fulci; pero toda estética tiene una ética: “Creo que los zombis existen”, dice, muy serio. “No hablo de gente muerta que quiere comerse a gente viva, sino de gente con teléfonos celulares, que pasea por shoppings hablando sola, inmersa en toda esa mierda de Pop Idol, American Idol, toda esa estupidez. La completa imposibilidad de pensar y la alienación de nuestras vidas cotidianas me aterra”.
Damon tiene una hija de 5 años, y Hewlett es padre de un niño de 9. La paternidad –y, en consecuencia, la ansiedad por el futuro– es central en el ataque a la cultura pop que intenta Gorillaz. “Está claro que con la animación somos capaces de llegar a un público con el que nunca soñamos y que ni siquiera pensamos alcanzar. Es un medio atractivo para los chicos, y queremos ofrecerles algo que tenga una carga de inteligencia. Los chicos viven en un mundo de ringtones, comida chatarra y toda esa mierda trivial. Queremos tirarles ideas en un formato que ellos puedan entender, música cool, ecléctica, multicultural; diferentes niveles de sentido. Queremos meterles eso en sus mentes, en vez de la estupidez que reina en la música pop.” Albarn asegura que su hija aprueba y desaprueba ideas de Gorillaz, que su opinión cuenta. “Las ideas y la inteligencia están suprimidas en el mundo teen de muchas maneras; y ese mundo se extiende hasta la infancia. Quieren entrenarlos desde la cuna, prácticamente. Y la animación es el mejor medio para resistir, porque es un lenguaje universal y está presente en las vidas de chicos y adultos. Yo veo Scooby-Doo con mi hija todos los días, y por supuesto nos reímos de cosas diferentes. La animación hoy es más importante y más humana que muchos productos con seres humanos reales. Y puede ser usada de una forma malvada, irónica, a veces perversa. Eso también lo hacemos. Porque somos adultos: la música, las ideas visuales y la ironía son adultas. No queremos compararnos con Los Simpson porque sería demasiado arrogante, pero el alcance al que aspiramos es el mismo: que adultos y chicos se puedan reír y disfrutar de lo mismo por motivos diferentes.”
–Casi estaríamos hablando de una intervención política.
Hewlett: –Yo no iría tan lejos, pero sí: Gorillaz tiene un potencial político. La gente que está metida en el proyecto, nosotros, los colaboradores, nos consideramos interesados en la política y tenemos opiniones. Hay que tener cuidado sobre cómo se trata el tema, porque intentamos estar lo más lejos posible de la pomposidad. Pero ciertamente todo el disco, desde las canciones hasta el arte, está lleno de mensajes políticos.
Albarn: –En términos de política cultural, Gorillaz es al menos una opinión. Y una opinión consistente, creativa, que está ahí para cuestionar y pensar. Las razones por las que la gente se acerca a la cultura pop son siniestras. Todo se trata de cumplir un estilo de vida determinado, de alterar la imagen de la gente. Hay revistas, programas, una industria y un gran poder que controla a la gente, que le enseña cómo vivir, cómo comportarse. Y hay una policía secreta con nada que informar, instituida en los tabloides, pero –a esta altura– no sólo allí. Surgió una sociedad atravesada por las características más intrusivas del Estado social soviético que se quiso destruir; vivimos en un auténtico Estado policial, en el que la privacidad no existe. Pero es un Estado policial disfrazado de otra cosa. De entretenimiento quizá, por eso no se nota. Todo es sobre el control. Finalmente llegamos a 1984, tal como preanunciaba George Orwell, a mirar las vidas aburridas de gente que se rasca el culo, a observar las miserias de otra gente: es un panóptico donde todo el mundo se viste, come, hace y dice lo mismo y de la misma manera. Creo que la pelea es por la diversidad, y supongo que en ese sentido Gorillaz puede intervenir.
–No es el mundo que querés para tu hija, está claro.
Albarn: –Hay una canción nueva que se llama “El mañana”, así, en español, y creo que resume algunas ideas. Mi hija va a una escuela española porque amo esa cultura; quiero que hable en español, que conviva con lo latino, me parece vital. Y el idioma me sugestiona. Elegí ese título porque “mañana” en castellano significa varias cosas: el futuro, el amanecer, la mañana... tiene muchos niveles. Es una canción triste pero optimista, porque para hacer algo positivo es necesario partir de lo negativo. Si nuestro presente es negativo, en algún punto es un deber intentar que deje de serlo. No por eso vamos a cantar himnos a la alegría naif, pero el futuro es nuestra responsabilidad. Y Gorillaz es nuestra contribución al mañana.






