Imputados: Mauricio D'Alessandro vuelve con el juicio un poco trastocado
El nuevo programa del abogado simula la resolución de conflictos con repercusión social y otros entre particulares con derivaciones desopilantes
Como parte de una tendencia que empezó a desplegarse en las tardes de nuestra televisión, el abogado Mauricio D’Alessandro acaba de reponer, con pequeñas variaciones, un formato que años atrás transitó en La corte. Se trata de programas que resuelven conflictos entre particulares y tratan de arribar a un acuerdo entre los mismos o a dictar una resolución que le de la razón a alguno de ellos. No es el único: Nicolás Magaldi en El show del problema en Canal 9 transita una vía temática similar sin simular un juicio y Caso cerrado, en Telefe hace algo parecido a D’Alessandro en Imputados. En estos dos últimos programas luego de escuchar los casos y los argumentos de las dos partes se dicta una resolución.
La primera novedad que plantea Imputados es que incluye cada día algún conflicto de proyección social, con repercusión en la agenda de los medios. En estos casos, personas con actividad pública representan a favor y en contra a los distintos sectores involucrados. La otra es que luego de escuchar los casos y los argumentos, el veredicto lo da no ya el conductor sino un jurado de diez personas. El inconveniente de la primera de estas novedades es el tratamiento que se le da a los temas sociales. Acorde con el tono del programa –que tiende evidentemente al show y no a un tratamiento serio y en profundidad de las cuestiones– se debaten estos temas de una manera tan ridícula que a veces roza la falta de respeto hacia los afectados.
En el primer programa, uno de los conflictos se dirimía entre quienes sostenían que los ciudadanos extranjeros no debían ser atendidos en los hospitales públicos del país y los que creían que sí deben ser atendidos. El debate derivó en un intercambio de argumentos absurdos, solo aceptable en un programa cómico. Al otro día, la cuestión pasaba por si era pertinente o no prohibir las carreras de galgos, tratamiento que tuvo un derrotero similar.
En el caso de los conflictos entre particulares, el absurdo es manifiesto desde el principio, como el caso de un hombre que era contratado para insultar por redes sociales y apareció en cámara oculto por una máscara de luchador, o el de un joven con enanismo que había contratado a un especialista para que le hiciera una imagen falsa en internet.
Todo un conjunto de situaciones delirantes, donde lo que prima es el humor y muy poco la rigurosidad jurídica.
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