Ismael Serrano, con la reflexión, la guitarra y el canto de su lado
El cantautor repasó una trayectoria de veinte años con dos shows en el Luna Park
Si el cantautor Ismael Serrano comenzara su carrera hoy sería casi imposible ponerlo en un género actual de una plataforma digital de música o en la batea de una disquería. Lo suyo está a años luz de nombres como "urbano", "reggaetón" y "trap". De hecho, está más cerca de la figura del cantautor que se comenzó a tallar en la década del sesenta, con la nueva trova cubana y la canción testimonial española de Serrat, Víctor Manuel, Aute y Sabina, que de los songwriters de la escena indie del siglo XXI.
Casi podría decirse que lo que Serrano es, por una cuestión generacional y por opción personal, es un paso intermedio entre aquella camada de cantautores post-Revolución Cubana y post-Mayo francés, que ya son la vieja guardia, y los compositores del nuevo milenio. Quedó en medio de dos aguas.
Por supuesto que hay otros de su generación que andan por el mismo camino. Pero cuando las formas musicales son muy personales (y las de Serrano sin duda lo son) se transitan con cierta soledad, más allá de que haya pares en la misma senda para compartir escenarios y, quizás, algún proyecto. El mérito mayúsculo de este madrileño que hoy ostenta 44 marzos es la posibilidad de celebrar dos décadas de carrera, una cantidad considerable de discos publicados y canciones que fueron grandes éxitos, ante dos Luna Park colmados.
Además de la posibilidad de dar con el gusto de muchos fans en España y América Latina, todo esto se debe a que nunca ha renunciado a un estilo, desde que se hizo famoso con el tema "Papá, cuéntame otra vez". Más allá de alguna experimentación, que plasmó en producciones recientes, como La respuesta, sus discos, sus participaciones en películas y sus experiencias en el mundo de la música infantil guardan siempre el mismo criterio estético e ideológico. Y parecen motorizadas por esa soledad primitiva de la voz y la guitarra, esa que no esquiva al momento de plantear este espectáculo, porque aquí se lo ve solo, arropado por una escenografía que simula un hogar con muchos recuerdos, mientras los músicos de su banda están tocando, por lo menos, cuatro metros por encima de Ismael, como si fuera sobre el techo de esa casa imaginaria. Así será todo el concierto.
Viste camisa de jean, corbata y chaleco beige. Camina el escenario de un lado a otro y larga esas frases que el público devuelve con susurros o con aplausos. "Atemperemos el ánimo que soy de lágrima fácil", dice casi de manera decimonónica, en la primera pausa, antes del segundo tema. Eso también es un estilo. Y lo cierto es que Ismael Serrano es Ismael Serrano desde el primer hit hasta cuando canta temas que no le pertenecen. "Las 4 y 10" de Aute, "Ojalá" de Silvio Rodríguez, "Y sin embargo" de Sabina.
El show también tiene momentos freak, como cuando conversa con una rosa que le responde con "voz en off" y le pide una canción más alegre. Porque su voz (según palabras de la rosa) es muy melancólica. Y cómo negarse a una rosa. Serrano le contesta con "Últimamente", que acelera el pulso y se acerca al tipo de canción de la factoría Diego Torres. Pero enseguida vuelve al verso romántico de "Absoluto" y "Pequeña criatura". El concierto transcurre entre este tipo de canciones, las que apuntan a una reflexión más existencial y las de lectura social de la realidad. Cualquier cambio abrupto podría ser visto como una pose o una mueca forzada. Además, este no es un concierto de novedades, sino de recuerdos, retrospectiva y celebración.
El show está minuciosamente guionado. Tanto que tiene un libreto extenso para los diálogos que Serrano mantiene con la rosa. Al principio se lo ve muy pendiente de todo. Pero después de algunas canciones se suelta y monologa comentarios cómicos que causan buen efecto en su público. La rosa es su otro yo femenino. O su complemento; aquello que lo interpela, pero desde palabras que le son muy propias. Por eso entre su voz y la rosa construyen el discurso y preludian algunos temas que están entre los favoritos del público: "Agua y aceite", "Vértigo", "Recuerdo", "Te vas", "Ana" y "Vine del norte", para el momento de la despedida.
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