La doble vida de Juan
En el film, que se estrena el jueves, el hijo de 12 años de una pareja montonera narra su historia durante la contraofensiva de 1979
En la casa de Juan, un chico a punto de convertirse en adolescente, las cajas de maní con chocolate llevan balas, la abuela llega de visita vendada y el tío festeja cumpleaños inventados, que se cantan con nombres falsos. En la casa de Juan y su hermana Vicky, de pocos meses de vida, hay más armas que juguetes. Allí se esconden, detrás de un montón de cajas, pero sólo cuando escuchan sirenas. Allí, viven una Infancia clandestina.
La película, que se estrenará el jueves, dirigida por Benjamín Ávila, narra la historia de una familia compuesta por madre (Natalia Oreiro) y padre (César Troncoso) montoneros y su dos hijos. En 1979, luego de un largo exilio en Cuba y con la ayuda del tío Beto (Ernesto Alterio) regresan a la Argentina adoptando una falsa identidad para participar de la primera contraofensiva montonera contra la dictadura militar.
Luego de una sesión de fotos para una revista de moda en el atildado Hotel Francés, donde lució unos elegantes y sugestivos vestidos, Oreiro se pone cómoda.
La actriz se calza unas botas oscuras y un solero hindú, apura un macaron de un solo bocado y se une a la conversación con la nacion para describir cómo fue ponerse en la piel de una madre montonera. "Es el personaje más complejo que me tocó interpretar porque todavía no había sido mamá y el director me pedía una madre que fuera muy contundente. Tenía que manejar la dulzura y la violencia al mismo tiempo, transmitir ambas a la vez."
Sentado frente a ella, Ernesto Alterio presenta a su personaje, Beto, el tío alegre que le explica al pequeño e inexperto Juan por qué las mujeres se parecen al maní con chocolate. "Es alguien con una capacidad de disfrute muy grande. Para contar el tránsito de un niño, de la infancia a la adolescencia, el tío es importante, ya que comparte cosas conmigo y no con sus padres por pudor", distingue el actor, que nació en Buenos Aires y vivió en Chacarita hasta los cuatro años antes de partir a España.
En Infancia clandestina , donde se relata de manera casi autobiográfica el pasado de Benjamín Ávila, el director del film, hijo de una militante montonera desaparecida, los hechos transcurren bajo el refrescante e inocente punto de vista de Juan, interpretado por Téo Gutiérrez Moreno.
"Ya no te llamás más Juan. Ahora sos Ernesto", le repiten para que no los descubran en la frontera. En la escuela, él– que ahora se llama Ernesto en honor al Che Guevara– intentará despojarse de su acento cubano para no levantar sospechas y, mientras tanto, vivirá su primer amor.
Para saber de primera mano cómo fue vivir en forma clandestina y ser parte de una agrupación guerrillera, los actores, junto al uruguayo César Troncoso, compartieron varios días con ex montoneros. Las anécdotas, los relatos, la lectura y la documentación los prepararon para comprender el contexto sociopolítico de la convulsionada Argentina de aquellos años. Lo que más les interesaba era retratar la cotidianeidad de una familia dedicada a la lucha armada y viviendo en la clandestinidad.
"Hay como un cliché de que esta gente estaba siempre detrás de la puerta con un revólver en la mano, esperando que los vinieran a buscar. No era así. Había tiempo para todo: para la risa, para el amor", aclara Ernesto, cuyo padre, Héctor Alterio, protagonizó, junto a Norma Aleandro, La historia oficial, el film ganador al Oscar en 1986 como mejor película extranjera que justamente cuestionaba el accionar de los militares en la época de la última dictadura.
En una de las escenas claves de Infancia clandestina, la abuela de Juan, interpretada por Cristina Banegas, le suplica a la madre militante (Oreiro) que deje a los chicos a su cuidado, ya que viviendo con ellos corren un gran peligro.
"Esa escena plantea las dos posturas sobre una misma verdad. Sabiendo lo que pasó es entendible que te pongas del lado de la abuela y te preguntes por qué no le entregaron a los chicos. A mí me costó mucho llegar a entender esa situación. El hecho de exponerlos a estar con las armas, al traslado, a la doble personalidad. Lo que el director nos decía es que ellos nunca pensaron que los militares iban a ser tan crueles, que sabían que ellos corrían riesgo de vida, pero no pensaban que se iban a meter con sus hijos y mucho menos que los iban a entregar a otros", razona la actriz que nació en Montevideo en 1977 y, cuando tenía 16 años, fue reclamada por error como hija de desaparecidos por una familia uruguaya.
"Era complicado defender la postura nuestra ahí frente a Cristina Banegas, ¿no?", desliza Alterio, que se confiesa perdidamente enamorado de su hija Lola, de seis años. "Pero era complicado por eso, porque vos sabías que iba a estar todo mal –retruca Oreiro–. Tenía a una amiga detrás mío el día del estreno que ni bien terminó la película se dio vuelta y me dijo: «¡Con los chicos, no!» Tres veces me lo repitió".
–Ahora que sos madre, que no lo eras al momento de filmar la película, ¿la ves de otra manera?
–En todo caso, lo que me sale es pensar «pobre Benjamín» (el director). El no defiende a sus padres, pero tampoco hace una crítica. El o los hijos de los montoneros son quienes deberían hacer una crítica hacia su accionar.
Antes de volver con su hijo Merlín, de siete meses, que la espera para comer un par de pisos más arriba en el mismo hotel, la actriz resume: "Es una película que tiene un punto de vista diferente, ya que no tiene una bajada de línea política. No habla ni bien ni mal. Sólo cuenta cómo eran los militantes en su cotidianeidad. La película tiene muchísima emoción y poesía. La violencia está fuera de campo o contada a través de dibujos".
Al momento de las fotos, los actores posan, se ríen y juntan las palmas de las manos como jugando a que tienen armas. En la película, las armas serán de verdad, pero también habrán risas, juegos, dibujos animados y días de campamento: todo lo que marca la infancia, aunque sea clandestina.
Aplausos y lágrimas en CannesEl elemento autobiográfico fue clave para los actores
El elemento autobiográfico fue clave para los actores
Según cuentan los protagonistas, el clima que se vivió durante el rodaje fue muy emotivo. "Benjamín estaba muy próximo a nosotros y sentías su emoción real. Lo veías llorando en determinadas escenas y lo tenías muy presente", apunta la actriz. Cuando la película fue estrenada en el Festival de Cannes, la emoción también se trasladó al público, que la aplaudió de pie más de cinco minutos. "Estaban emocionados sin quizá conocer la historia argentina. Nos lloramos todo", recuerda Oreiro.Con la cara casi al natural y el gesto más serio de toda la entrevista, relata: "Me topé con esta realidad a los 16 años, cuando fui reclamada como hija de desaparecidos por una familia uruguaya. A partir de ahí, estuvo mucho más presente en mí todo lo que había sucedido. Después, comencé a trabajar en Teatro x la Identidad"."Sabía de estos años en la historia argentina porque fue lo que les tocó vivir a mis padres -señala Alterio-. Tengo ganas de que la vea mi padre. Quiero ver qué le pasa. Avila y Luis Puenzo fantaseaban con que la beba de la película fuera la protagonista de La historia oficial, porque cronológicamente coincidían. Creo que aquí van a flipar, como se dice en España."
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