
“¿Qué quién quiere hablar conmigo?” Fred Durst mira su teléfono celular con desconfianza. “¿Adam Sandler?” El líder de Limp Bizkit estaba conversando con su amigo y productor Rick Rubin y ahora cree que le están tomando el pelo.
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La línea es, efectivamente, el mismísimo Adam Sandler, y quiere incluir un tema de Limp Bizkit en su nueva película: Big Daddy. Durst ya la vio. "En un momento casi me pongo a llorar, man. Te lo juro."
Ver a Fred Durst mezclarse con el ambiente de Hollywood resulta tan incongruente como el Rolex Submariner de 8 mil dólares que cuelga de su antebrazo tatuado. (Durst le regaló uno parecido a su mamá para el Día de la Madre.) O como los Limp Bizkit llenándose el buche en un carísimo restaurante chino de San Francisco, donde los campesinos con plata se deleitan mirando fotos de ex comensales de la talla de Sammy Davis Jr. y George Bush. Lo preguntaremos de nuevo: exactamente, ¿dónde encajan los Limp Bizkit?
He aquí al hijastro pelirrojo del rock, la aleación de crudeza y grosería que enfurece a los oyentes juiciosos. Gran parte de la agresión recae sobre Fred Durst, una verdadera caja sorpresa de 1,67 metro con una chivita despareja, ojos azules penetrantes y una beligerancia inmotivada. Todavía resulta un poco chocante aceptar que semejante rostro acometa contra nosotros por mtv, pero hasta ahí lo llevó su formidable horda de seguidores. Y Durst no piensa moverse de ese sitio.
Desde que los Limp Bizkit consiguieron su primer hit -la profanación inicialmente graciosa de "Faith", de George Michael, que editaron el año pasado-, se los considera la viva encarnación del aspecto más borracho y descerebrado de la hombría posadolescente de los Estados Unidos. En otras palabras, lo que le viene de perillas a Adam Sandler.
Pero ser un paria populista tiene sus compensaciones. Mañana los Limp Bizkit -Durst, el guitarrista Wes Borland, el baterista John Otto, el bajista Sam Rivers y dj Lethal- participarán de una función especial de Episodio 1 en el Skywalker Ranch de George Lucas, que queda en Marin County [una lujosa zona ubicada el norte de San Francisco]; Fred Durst traerá a su nueva novia desde Los Angeles para lo que será la primera salida en serio de la pareja. "No comprendo lo que está pasando", admite Durst mientras contempla la variedad de platos cantoneses desplegada ante sus ojos. "Hace un año teníamos que pedir de rodillas que nos dieran una bolsa más de Doritos después de un recital, y ahora..." Detiene la vista frente a la panorámica de la puesta del sol y sacude la cabeza, intrigado.
Se espera que el segundo disco de Limp Bizkit, Significant Other, supere el millón y medio de ventas de su trabajo inicial: Three Dollar Bill Y’All$. En la primera semana desde su edición, vendió 635 mil copias. Las críticas son buenas, las entradas para los recitales de la gira se agotan, y mtv, cuando no pasa el tema de difusión "Nookie", informa sobre los shows guerrilleros de Limp Bizkit que paralizan el tránsito en las principales ciudades de los Estados Unidos. De alguna manera, entre Dollar Bill y su nuevo disco, Limp Bizkit consiguió irse para arriba como hicieron los Beastie Boys cuando pasaron de las zapadas barriales de Licensed to Ill a la bohemia de Paul’s Boutique.
Para mayor beneplácito del grupo, llegó a San Francisco Jonathan Davis, el cantante de Korn, que los acompañará en la función de Episodio 1. Korn fue la banda que sacó a los Limp Bizkit de la Florida: los llevó de gira una vez tras otra, y les consiguió contactos con el mundo de la música. Muchas veces, esta relación le vale a Limp Bizkit comparaciones desfavorables con Korn, pero, para Davis, eso es cosa del pasado. Ahora que escuchó Significant Other, ve a los Limp Bizkit como a sus semejantes y no como a parientes pobres. "Con este disco dejan bien en claro que son Limp Bizkit", opina, y enseguida, con una amplia sonrisa, agrega: "Nosotros somos como padres orgullosos".
Davis se ofrece a llevar a sus hijos postizos al O’Farrell Theater, un famoso bar de strip-tease de San Francisco. El único que acepta es Durst, y no se arrepiente. La belleza plástica que se exhibe en las muchas salas del bar lo obnubila. Le pregunta a una chica: "¿Ustedes chupan cachuchas?". El manager de Durst lo provee de 60 dólares para que una señorita le baile encima. Después, el cantante resplandece. "La chica me dijo: «Hoy te vi en mtv»", cuenta Durst. "Así que le contesté: «Claro. Soy uno de los Backstreet Boys»." Davis le da una clase rápida de cómo manejarse en un bar de strip-tease: pone sobre la mesa un fajo de billetes de 20, grueso como una medialuna rellena, y deja que se le acerquen las señoritas. Por supuesto, no viene nada mal que justo en ese momento suene, a todo volumen, "Got the Life", de Korn.
Si algo todavía dificulta la esperada apoteosis de Limp Bizkit, se trata de la mala imagen del grupo frente a la audiencia femenina. "Pienso en las mujeres como oyentes de este nuevo disco; con el primero, no las imaginaba…", afirma Durst.
Durst no tiene intenciones de renunciar a su amistad con mujeriegos legendarios como Tommy Lee y Pauly Shore, ni de disculparse por haber aparecido brevemente en la película porno Backstage Sluts #2, aunque sí está dispuesto a explicar su desliz más misógino. Hablamos de "Stuck", una perorata bocasucia incluida en Three Dollar Bill Y’All$, por la que el grupo se ganó la reputación no tanto de políticamente incorrecto como de políticamente insensato.
"Estaba enojado con mi novia y junté mucha rabia", se justifica Durst. "Si supieras las cosas que me dijo ella... Es verdad que no tiene sentido pagar con la misma moneda, pero fue una reacción. No pensé en las consecuencias. Ya aprendí la lección: ahora dejo reposar todo y después respondo. Y cuando critican mis letras, lo pienso dos veces. ¿Dije algo pelotudo? ¿Homofóbico? ¿Machista? No, pero me fijo para estar seguro."
El nuevo simple, "Nookie", es otro cántico en contra de una ex novia, pero el apabullante estribillo que dice "Metételo en el..." se ve moderado por el mantra masoquista que reza: "Como un bobo, como un bobo...". Durst compuso este hit esquizofrénico cuando descubrió el secreto de su pareja, con quien estaba hacía tres años: "Yo creía que era una buena chica que trabajaba en una veterinaria. Más adelante me enteré de que se acostaba con mis amigos". Por su parte, "Re-arranged" arroja luz sobre uno de los temas centrales de la vida de Durst: "Habla de la falta de apoyo", explica. "Soy adicto al trabajo y necesito que me acepten y me tranquilicen. Mi cerebro no se detiene nunca: es un problema serio. Me quedo dormido pensando y me despierto antes que mis representantes; me pongo a llamar a la oficina hasta que contestan el teléfono. Tengo que saber todo. Lo único que hago es trabajar. Necesito parar un poco y disfrutar la vida, porque me parece que se está poniendo buena."
Los pensamientos de Durst se detienen en Adriana, la hija que tuvo a los 19 años. Ahora ella tiene 9 y vive en Florida con su madre, que se separó de Durst antes de que naciera la nena. El entiende por qué. "Yo iba atrás de un sueño", recuerda. "Y tuve que esperar bastante hasta que se hizo realidad, hasta que tuve la oportunidad." Si bien hoy puede mantener económicamente a la niña, la inversión emocional escapa a su alcance. "La verdad es que no pude dedicarle mucho tiempo a la relación padre-hija", reconoce con tristeza. Pero después se alegra: "Creo que, cuando ella sea un poco más grande, vamos a lograr un buen vínculo".
Aunque durst, según el mismo cuenta, era un fenómeno académico en el colegio secundario de Carolina del Norte, sus esfuerzos quedaron enterrados bajo el sueño de triunfar con el rap o con el skate. Probó estudiar arte, pero desistió a los cuatro días. Estaba sin un centavo y dormía en los sofás de las casas de sus amigos, hasta que se puso a pensar en su situación. "Era un fracasado de mierda", admite. "Me dije: «Mi papá no me soporta, man. Me voy a meter en la Marina y así va a estar orgulloso de mí»." Estuvo en la Marina durante dieciocho meses "descorazonantes"; finalmente, se lastimó una muñeca haciendo skate y le dieron licencia por motivos de salud. Luego trabajó en un parque de skate de Charlotte (Carolina del Norte) y después se fue con sus padres a Jacksonville (Florida), donde se dedicó al paisajismo, oficio en el que se había iniciado su padre (un policía encubierto de narcóticos) una vez que se jubiló.
Sin embargo, a los 21 años seguía ansiando la aceptación de la que gozaba en los festivales del secundario, en los que siempre ganaba haciendo rap y breakdance con una campera como la de Michael Jackson.
Ante cualquiera que mencione el rap, Durst enseguida saca a relucir su currículum. Recuerda que escuchó hip-hop por primera vez cuando sus compañeros -casi todos negros- de la escuela primaria de Gastonia (Carolina del Norte) le dieron a conocer grabaciones de programas de radio de Nueva York. "¡En 1980 yo ya escuchaba a los Cold Crush Brothers, Grandmaster Caz, Treacherous Three!", se maravilla. "Tuve la suerte de nacer los 70." En el secundario, su obsesión con el hip-hop le permitió tener una identidad más fluida que la de los demás estudiantes. "Había un círculo de deportistas, un círculo de chicos blancos de clase baja y un círculo de chicos negros", cuenta. "Yo participaba en todos, de una manera muy extraña." Pero, a la vez, percibía cierta intolerancia por parte de sus semejantes. "Hasta que aparecieron los Beastie Boys, me decían «amante de negros». No podía ir a ninguna fiesta porque me patoteaban de a miles. Aprendí bien a pelearme."
La saga hip-hop de Fred Durst vuelve al punto de partida con el tema "N 2 Gether Now", de Significant Other, en el que se trenza con Method Man, un verdadero caballero Jedi del rap, guerrero Wu-Tang. Para Durst, el dúo con Method Man es una oportunidad de cosechar otro tipo de aceptación. "No quiero que los seguidores del hip-hop compren mi disco", anuncia en un inesperado ataque de humildad. "Lo único que quiero es que digan: «Eh, man, por lo menos sabemos que el tipo se lo toma en serio»."
A principios de los 90, las ambiciones musicales de Durst lo llevaron a un intento de reconciliar su amor por el hip-hop con el rock que siempre había formado parte de su entorno. En 1994, después de pasar por "una tonelada de músicos", desintegró las bandas de su zona para llegar a la primera formación de Limp Bizkit. Gracias a su trabajo diurno como tatuador, Durst se topó con los Korn, que estaban de gira por Florida. Después de tatuar al grupo, les mandó un demo; los Korn empezaron a promoverlo. Fue un punto de inflexión en la carrera de Limp Bizkit, y un triunfo total de la ambición sobre el talento. "Fred nos dijo que era un tatuador experto", recuerda Davis, de Korn. "¡Pero resultó ser el tercer tatuaje que hacía! Le tatuó korn en la espalda a [el guitarrista] Head, y quedó como horn (cuerno)."
La madre de fred durst trabaja como secretaria en una iglesia luterana de Florida. Fred confiesa ser un pecador que mantiene apenas un débil lazo con la fe cristiana. "Creo en Dios y rezo muchísimo", asegura, mientras entra en un local de Gap ubicado en la calle Haight, de San Francisco. "Pero a la vez sé que blasfemo y que tuve sexo extramatrimonial."
De todas maneras, este no devoto sabe reconocer cuándo una señal divina se cruza en su camino.
El camino en cuestión es la ruta interestatal número 10, justo a la salida de Van Horn (Texas). Por allí iban, en 1996, los integrantes de Limp Bizkit rumbo a Los Angeles, en una camioneta Ford blanca. A eso de las cinco de la mañana, el chofer del grupo cabeceó, se despertó aterrado y terminó haciendo volcar el vehículo, que dio seis vueltas. Fue un milagro que nadie muriera. Cuando Durst superó el shock de haberse fracturado ambos pies y de ver cómo sus compañeros, ensangrentados, salían gateando de la camioneta destrozada, le llegó la revelación: "De repente pensé: «Esta es la mía: voy a tomar esto como un karma»", dice. La banda estaba por grabar su primer trabajo, pero había algo que no cerraba. "Fue como si Dios hubiera hecho volcar la camioneta", explica Durst, que poco antes había reemplazado a Wes Borland, integrante original, por dos guitarristas nuevos. "Lo entendimos como una señal de que teníamos reincorporar a Wes y empezar otra vez de cero."
Durst decidió que Limp Bizkit debía cambiar de sello discográfico y le pidió a su amigo Jordan Schur que intercediera. La empresa independiente Flip Records, de Schur, fue la primera que cortejó a Limp Bizkit; Schur dijo que eran "incogibles" y gastó 50 mil dólares en ellos. Entonces se originó una lucha por ver quién daba más, y el grupo terminó en una filial anónima de [la compañía discográfica] mca.
Un hombre con menos luces se hubiera reído de Limp Bizkit por haberse mandado semejante cagada, pero Schur no abrió la boca. "Son cosas que pasan en este ámbito", explica. Compró el disco y los contratos de representación del grupo por 175 mil dólares y financió meses y meses de recitales, en los que frecuentemente el público resultaba hostil o apático. Si bien en tales condiciones muchas bandas se vienen abajo, los Limp Bizkit demostraron un empeño a toda prueba. En la gira OzzFest 1988, encararon a sus detractores saliendo al escenario a través de un inodoro de nueve metros. "Todo el mundo decía: «Limp Bizkit es una mierda»", recuerda Durst, con desprecio. "Así que dijimos: «Está bien. Vamos a ser una mierda. Vamos a hacer un inodoro gigantesco y salir de él como cinco soretes». Se fijaron en nosotros. Vieron el recital y empezaron a comprar nuestros discos. A veces hay que hacer eso, man."
En marzo del año pasado, la discográfica de Limp Bizkit adoptó la estrategia poco común de pagar 5 mil dólares a una radio de Oregon para que difundiera la música del grupo [véase RS 8]. Si bien la maniobra salió publicada en los diarios de todos los Estados Unidos, Fred Durst es demasiado pragmático como para preocuparse: no cree que el hecho pueda haber dañado la credibilidad que tanto le costó conseguir. "Me pareció una movida inteligente", comenta como al pasar, sacudiendo su Rolex. Por más que Limp Bizkit esté superando todas las adversidades, Durst continúa buscando aceptación. Dirigir sus videos ("Faith" y "Nookie"), alternar con tipos como Adam Sandler y tratar de conseguir su propio contrato multimillonario con un sello es, a ojos de Durst, sólo el comienzo. "Quiero ser el único músico que incluya, en la música y en las películas, pensamientos verdaderos, buenos y originales, que causen un impacto enorme en todo el mundo", reconoce. "Quiero hacerlo en gran escala. Soy capaz de abarcar las dos cosas y hacerlo bien, man. A eso apunto: quiero ser Freddie Ford Coppola."
Una caravana de limusinas negras se desplaza por las calles de Marin County bajo el sol radiante del mediodía. Todas se dirigen al corazón del extenso e idílico Skywalker Ranch de George Lucas, donde esperan, al acecho, los equipos de filmación.
Del primer auto surgen dj Lethal y su novia, más Fred Durst y su chica, que no es otra que Carmen Electra, ex protegida de Prince, conductora de un programa de juegos de mtv y supuesta esposa del basquetbolista Dennis Rodman (además de ex consorte de Tommy Lee). Un pulóver rosa ajustado destaca los encantos de la dama.
Aparentemente, el criterio romántico de Fred Durst todavía no está muy afilado. No porque el cantante de aspecto perruno no haga buena pareja con una diosa del amor, sino porque la última ex novia de Durst es una de las coordinadoras de eventos de mtv. Y ahí la tenemos, con cara de furia (y, casualmente, con un pulóver rosa ajustado). Schur -el jefe del sello para el que graba Limp Bizkit- no tarda en acercársele y apaciguarla, mientras Durst se pierde en medio de la multitud.
Un chico menudo y pálido, que tiene puesta una gorra de béisbol con la visera hacia atrás, saluda a Durst: "¿Qué contás, hermano?".
"Lo mismo de siempre, flaco. Agrediendo y atacando gente por ahí", contesta Durst. Su amiguito es Justin Jeffre, de la banda 98 Degrees. Los Limp Bizkit son enemigos declarados de todos los grupos integrados por chicos, pero es difícil ejercer semejante rectitud en el mundo real. Sobre todo cuando la empresa que te representa acaba de incorporar a los Backstreet Boys en su cartera de clientes.
Los jovencitos famosos revolotean por el jardín del gimnasio del Skywalker; no se desprenden de sus bolsas con personajes buenos de Episodio 1 y no se niegan a grabar spots de entrevistas para mtv. Durst socializa con Katie Holmes, los tres miembros de Hanson, Alyssa Milano y el de Third Eye Blind; los representantes del lado oscuro del mundo del espectáculo son Ozzy Osbourne, Rob Zombie y Andy Dick.
La legión de Hollywood está emperifollada con las ropas más innovadoras que pueden ofrecer las tiendas de la avenida Melrose. Otra vez, los de Limp Bizkit no encajan demasiado aquí. Su idea de la moda sigue siendo tranquila y, por ende, desafiante; además -a excepción de dj Lethal, que es de Puma- todos llevan puestas las zapatillas Adidas de las que se deshicieron los Beastie Boys hace cinco años. "Somos los patitos feos de la fiesta", comenta Sam Rivers.
Wes Borland, un experto en La guerra de las galaxias, vuelve desilusionado de su desganada recorrida por la casa del Skywalker Ranch. Es hora de volver, pero… esperen. Sin previo aviso, Fred Durst ha desaparecido con Carmen Electra en uno de los autos del grupo, rumbo a San Francisco. Queda un solo lugar libre en la otra limusina (repleta de champán con hielo), por lo que alguien, para volver a la ciudad, tendrá que someterse a un viaje de cuarenta minutos por lo menos incómodos.
John Otto no está dispuesto a soportarlo. "¡Yo ahí no me meto!", protesta con toda la furia de la que es capaz. "¡Esto es una porquería! ¡Esta pelotudez me tiene harto!" Esperar que los Limp Bizkit maduren parece un poco prematuro. El próximo que explota es Wes Borland, quien acusa al evento de ser "una cagada lameculos". Schur se lo toma como una agresión personal -Borland estuvo cargoseándolo todo el día porque manipu- laba en exceso el teléfono celular-, así que aparta al guitarrista de los demás y le dice de todo. A continuación, declara que volverá a la ciudad por sus propios medios.
Ya pasó una hora desde que los Limp Bizkit se fueron del Skywalker Ranch, y todavía no hay ni noticias del taxi de Schur. El jefe del sello le pide a Tori Spelling que lo lleve en su vehículo, que está semivacío, pero la estrella de Beverly Hills 90210 se niega. Es una escena tragicómica que vendría perfecta para el video casero supuestamente "salvaje" y "honesto" que los Limp Bizkit piensan editar antes de fin de año. El nombre del documental es Poop ("Caca").




