
La última tentación de Keanu Reeves
Se estrena "El abogado del Diablo", regreso del actor al primer plano
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NUEVA YORK.- Cuando decidió dejar pasar los suculentos millones de dólares que le ofrecían para filmar "Máxima velocidad 2" y, en cambio, se marchó a rodar un oscuro film independiente, "The Last Time That I Commited Suicide" -en donde sólo tenía un papel de reparto y se hablaba con cierta crudeza de la homosexualidad- más de uno pensó que la rápida carrera de Keanu Reeves se había acabado para siempre.
El actor, nativo de El Líbano, supo estar en el centro de la atención mundial después que "Máxima velocidad" arrasó en las boleterías de todo el mundo.
Pero Reeves se resistió a ocupar el lugar que los grandes estudios tenían reservado para él, particularmente cuando "Johnny Mnemonic" y "Reacción en cadena" no sólo fueron rotundos fracasos, sino que llegaron a las salas cinematográficas con argumentos notablemente diferentes de los que había leído el actor a la hora de firmar el respectivo contrato.
Durante un buen tiempo, Keanu, bajista en sus ratos libres, prefirió cambiar los sets por las salas de conciertos y los escenarios teatrales. La apuesta no estuvo equivocada. El naufragio de "Máxima velocidad 2" y la buena acogida que ha tenido su último film, "El abogado del diablo", que se estrena mañana en la Argentina, ha vuelto a poner a Reeves en carrera.
En "El abogado del diablo", Reeves encarna a un brillante abogado de Florida cuyo futuro cambia cuando una importante corporación neoyorquina decide contratar sus servicios. Trasladado a la gran ciudad junto a su preciosa esposa (Charlize Theron), el abogado irá descubriendo los extraños manejos de la empresa que lo ha contratado.
Pero lo que más le llamará la atención será el extraño propietario de la compañía (Al Pacino), un hombre tan seductor como peligroso, y con un poder tan contundente que no parece de este mundo.
-¿Cuál fue tu reacción cuando te enteraste de que Al Pacino iba a trabajar en "El abogado del diablo"?
-La verdad es que ya me habían contratado para esta película antes de que Al Pacino se sumara al proyecto, pero cuando me enteré de que le habían ofrecido el papel y que él había aceptado me emocioné mucho. No sólo por la oportunidad de trabajar con un maestro, sino por él, porque siempre pensé que ese papel era perfecto para él. No es que él fuera perfecto para interpretar al Diablo, pero sí lo era para el abogado todopoderoso y sin escrúpulos que aparecía en el guión. Yo me crié mirando sus películas, y como actor no puedo negar que me ha influenciado mucho. Es uno de mis ídolos. Y luego trabajar con él fue maravilloso. Es un actor increíble. Y además es muy hermoso. Tiene una gracia y una expresión absolutamente bellas. Es increíble su oficio, y su capacidad para expresarse libremente. Todo el tiempo está luchando para encontrar algo nuevo nuevo en cada toma, en cada escena. Es un actor con una técnica impresionante. Todo el tiempo hace elecciones muy inteligentes, y siempre tiene un apabullante sentido del humor.
-¿Te acobardó un poco el trabajar con semejante figura del cine?
-No lo sé... estaba tan contento de trabajar con él que a veces, al principio sobre todo, me sentí un poco desorientado. En general necesito mi tiempo para entrar en la dinámica de la escena y sentirme conectado con el personaje. Y cuando la escena era con Pacino, a veces me sentía un poco extraño y no me podía concentrar. Era muy raro lo que me pasaba porque sentía que Al Pacino era mi compañero y a la vez mi maestro y no quería desilusionarlo. No podía permitir que la escena se arruinara por mi culpa. En vez de sentir que lo que se arruinaba era la escena sentía que le estaba fallando a Pacino...
-¿El era muy exigente?
-No, al contrario, es una persona admirable. La última escena de la película la filmamos el último día del rodaje y creo que allí se nota que hay una buena conexión entre los dos. Funcionamos muy bien como padre e hijo.
-¿Qué fue lo que aprendiste de él?
-Mucho. Una de las cosas que aprendí de él es que como actor se siente muy libre, y sin embargo los parlamentos son muy importantes para él. Al mismo tiempo, ha encontrado una manera para hacer cambios sutiles, casi imperceptibles, que sirven para acentuar lo que está en el papel, no para tergiversarlo. También aprendí a pelear, a luchar por una escena, a no rendirse cuando algo no termina de salirte bien. A probar nuevos ángulos, a intentar diferentes cosas todo el tiempo. Al siempre está dispuesto a hacer una nueva toma. Nunca se da por vencido.
-¿Sentís que has madurado como actor en esta película?
-Estoy contento con mi trabajo. Y es cierto que maduré con esta experiencia porque traté de luchar muy duro para lograr lo que quería. Cuando hacíamos una escena no me iba del set hasta estar seguro que había llegado al nivel que estaba buscando. Otro signo de madurez es haber podido comunicarme muy bien con el director, pedirle consejos y haber estado constantemente en contacto con él para saber cómo estaba saliendo mi trabajo.
-¿Entrevistaste a muchos abogados durante tu investigación para este papel?
-Sí. Lo llamativo es que la mayoría de los abogados defensores con los que hablé preferían no saber la verdad sobre si sus defendidos eran culpables o no. Es como la regla más importante de la especialidad. Para ellos no es importante si el hombre que están defendiendo es un asesino o no. Ellos simplemente se dedican a defender al acusado. Y el que tiene que probar que el acusado es culpable es el fiscal. Y yo creo que no está tan mal, porque de otra manera el sistema judicial norteamericano terminaría siendo fascista, donde el acusado sería culpable hasta que demostrara su inocencia.
-Mucha gente piensa que sos uno de los actores más inteligentes de Hollywood porque te negaste a actuar en "Máxima velocidad 2"...
-Puede ser. La verdad es que no he visto esa película aún, no he tenido la oportunidad de hacerlo. Es que yo toco con una banda y durante todo este tiempo me la pasé de gira. Por lo que todas las noches estuve tocando y no tuve la oportunidad de verla. En cuanto al guión que me enviaron... ¿qué querés que te diga? No me pareció interesante la idea. Un crucero. Mi punto de vista es que las películas filmadas bajo el agua son atractivas, pero si la acción tiene lugar en un barco el resultado suele ser muy aburrido. Basta fijarse en la historia de las películas que tienen lugar en un barco. Creo que podrías aducir que "El crucero del amor" demostraría que yo estoy equivocado, pero esa era una serie de televisión, no una película. Y "Titanic", bueno, la parte más interesante tiene lugar cuando el barco ya está bajo el agua...
No se queda en banda
-¿Se te hace difícil salir a tocar con tu banda cuando sabés que cientos de personas te irán a ver sólo porque sos Keanu Reeves?
-También hay cientos de personas que no van a ir a verme, me llame como me llame... El ser una celebridad no siempre es una garantía para atraer la atención de la gente. Pero cuando sí vienen a vernos el resultado es increíble. Cuando recién empezábamos a tocar era un poco frustrante. Una vez estábamos tocando, el cantante me hizo un gesto extraño y me dijo: "Siento como si estuviera cantando para un mar de orejas izquierdas", y yo le pregunté qué quería decir con eso, y él me respondió: "Están todos mirándote a vos"... Le dije que no se preocupara que era sólo el comienzo, que no podía durar demasiado, dado que yo era sólo el bajista y que seguro para cuando llegáramos a la tercera o cuarta canción la situación cambiaría. No me equivoqué. Al rato, ya nadie me prestaba atención y todos los ojos estaban posados en el cantante.
-¿Cuán importante se ha vuelto la música en tu vida?
-No me interesa convertirme en una estrella de rock ni nada por el estilo. No es que esté planeando una segunda carrera, porque la verdad es que estoy muy contento con mi profesión de actor. Simplemente la paso muy bien tocando música con mis amigos. Es un gran pasatiempo...
-¿Es cierto que te enojaste mucho con el resultado de "Reacción en cadena"?
-Sí, es absolutamente cierto.
-¿Por qué decidiste hacerla?
-Fue una de esas situaciones en las que de a poco perdés el control de las decisiones que se toman alrededor tuyo. Cuando me ofrecieron la película me mostraron el guión y me dijeron que algunas escenas se iban a reescribir, pero que la esencia de la historia iba a ser la misma. Después me fuí a hacer "Hamlet" en el teatro, volví y leí el nuevo guión. Me quería morir, habían cambiado todo, no lo podía creer. Mi personaje ya no estaba casado y se dedicaba a otras cosas, en fín, terminé interpretando al muchachito típico de las películas de acción y no al personaje que había leído al principio y que era lo que me había llevado a aceptar el film.
-Era otra película...
-Totalmente otra película. En parte fue culpa mía. Cuando me dí cuenta de lo que había ocurrido ya teníamos que empezar a filmar y no había tiempo para reescribir nada...
Satanás vive en Manhattan
"El abogado del diablo". Nuestra opinión: buena
"El abogado del diablo" ("The Devil´s Advocate", EE. UU., 1997), presentada por Warner Bros. Guión: Jonathan Lemkin y Tom Gilroy. Fotografía: Andrezej Bartkowiak. Música: James Newton Howard. Intérpretes: Keanu Reeves, Al Pacino, Charlize Theron, Jaffrey Jones, Judith Ivey, Connie Neilsen, Craig T. Nelson. Dirección: Taylor Hackford. 145 minutos. Para mayores de 16 años.
Satanás vive en Manhattan, es un importante abogado, tiene apellido de poeta y baila flamenco. Se llama John Milton y tiene la cara -por ahí pasó un lifting- del histriónico Al Pacino, que va segundo en los títulos, detrás de su colega Keanu Reeves, cada vez con gestos más desnutridos. Satanás vive entre lujos y placeres y sólo le preocupa conseguir descendencia, ahora que está por comenzar el nuevo siglo. "Fui subestimado desde el comienzo del universo, pero soy quien lo domina", declara.
"El abogado del diablo", entre la comedia y el melodrama masculino, trata de probar esa frase. Lo hace con criterio de entretener y sorprender. Todo el film se ubica unos tonos más arriba que la naturalidad de cualquier película, buscando efectos contundentes y sin romper la sensación de cotidianeidad. También abundan los sobreentendidos que mueven a la carcajada y a la obligación de prestar atención a cada detalle y a los diálogos, que son copiosos.
La narración se permite algunos juegos e ironías con el tiempo, en el final y en una "coda" que está aún más allá. Cierta trampa con el tiempo real de la historia equipara la concepción del relato con las piezas teatrales de J. B. Priestley, muy especialmente "Llama un inspector" (mal denominada "Ha llegado un inspector"). No vamos a develar aquí esa clave porque es uno de los apuntes sorpresivos de este film tribunalicio con apariencia de thriller, pero en verdad, un ensayo de cine de terror.
Mínimamente, podemos contar que un joven abogado de provincia, vanidoso por triunfar en todos los juicios, es llamado para integrarse en un gran estudio jurídico de Nueva York. El muchacho viaja con su esposa, temerosa de ser la víctima, y contra las advertencias de la madre. Milton es su jefe y vive en las alturas, muy arriba, "para no ser menos que Dios".
Aunque nada es muy nuevo en la anécdota, los eslabones con que el guión manipula lo conocido y la audacia narrativa y visual que impone el director Taylor Hackford, realizador muy inteligente e ingenioso pero esporádico, vuelven apasionante la trama y atractiva la sintaxis visual y auditiva.
La imagen tiene un transcurrir abrupto, en un montaje bien puntuado, sugerente y por momentos subliminal. Hay una banda de sonido que narra más allá de lo visible: ni bien llegamos a Manhattan y más cuando ingresamos en la oficina de John Milton, la pista sonora se puebla del "ruido del vacío", la música entra en suspensión sostenida y hay veces en que uno diría que el vecindario está corriendo los muebles.
Cuando un personaje parece ser vástago del demonio y se dice gestado en los años sesenta, deberíamos imaginar que regresa, crecido, "El bebé de Rosemary" (Roman Polanski), que nació en una cuna negra por aquellos años. Ironía e imaginación sólo inferidas por el placer de butaca que provoca asistir durante 145 minutos a "El abogado de diablo".
Audacias y audacias
Llaman la atención en un film de Hollywood los desnudos femeninos, cierta sugestión de evidente lesbianismo "infernal", una escena de sexo violento entre un hombre, su mujer mezclados con las fantasías de él, y la sensualidad de una inmensa escultura que entra en movimiento como si se reanimara el desierto que imaginó Antonioni en "Zabriskie Point". Son menos llamativos y más comunes, en cambio, los efectos especiales de fuego y deformaciones corporales propios del maquillaje computadorizado.
Tiene interés, ya lo señalamos, la inserción del horror en el mundo de lo habitual. Por eso mismo, no necesitan explicación las referencias a la corrupción, al orgullo de la vanidad desmedida -la cualidad negativa preferida por Milton, según dice -ni la preocupación por no escabullirse de lo "políticamente correcto", algo tan mellado.
De ahí que "El abogado del diablo" tenga fuerte acento moral, como corresponde a toda fábula, sean el Lucifer o el Lobo Feroz los protagonistas. Seguramente, la moraleja es muy espesa, sobre todo en el tramo final, aunque, como dijimos, una "colita" muy breve, en el mismísimo último minuto, restituye los hechos en el flanco de la broma, no sin dejar de sugerir que el Catecismo también lo previene. Ambigüedades, en fin, donde Hollywood pone un pie aquí y el otro allá.




