
Lipán, con auténtico canto de la tierra
Recital de Tomás Lipán. Músicos: Daniel Vedia (bandoneón), que conduce un conjunto integrado por guitarras, charangos y aerófonos. Peña El Desalmadero, Scalabrini Ortiz 670. Nueva función: Hoy, a las 22. Nuestra opinión: Excelente
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Tomás Lipán es de Purmamarca y su lugar de nacimiento no es un dato anécdotico. La vida de este cantor jujeño, que durante años alternó entre su tarea de empleado público y su presencia en el grupo del charanguista Jaime Torres, está signada por ese hecho.
Esa esencia, fácilmente rastreable en los ritmos que interpreta, genera un contacto directo con el ambiente sonoro del norte andino. Zambas, carnavalitos, takiraris, bailecitos, anateadas, bagualas y cuecas exteriorizan el sentimiento popular de esa cultura jujeña que seduce a una audiencia completamente entregada al arte de su canto; acompañado de un grupo criollo, donde reluce el bandoneón "carpero" de Daniel Vedia.
En nombre de la quebrada
Lipán es el nombre de un cerro que delimita un paraje cercano a Purmamarca, donde los Ríos (su verdadero apellido) habitaron desde hace varias generaciones. En el escenario, el cantor jujeño semeja casi una continuidad del paisaje puneño. El poncho le cubre la anchura total del cuerpo y bailotea cuando se entrega al influjo rítmico de esas canciones que hablan de personajes y vivencias de la tierra: los mineros, los artesanos, los pastores, las alfareras, los cantores, los poetas o los integrantes de las bandas de sikuris que celebran a la Pachamama.
La elección de los temas que integran el repertorio de este artista no es casual. Está interesado en revalorizar a los autores de su región, jóvenes e históricos, injustamente olvidados, como Domingo Zerpa, Jose María Mercado, Alejandro Carrizo, Justiniano Torres Aparicio y Domingo Ríos.
El músico propone un viaje musical por el Jujuy más andino. Cuando alguien del público le pide "La Yaveña" (en referencia a la localidad de Yavi) responde: "Ya vamos a llegar. Por ahora, sigamos subiendo por Santa Catalina, Casabindo, después Abra Pampa, Huamahuaca, Purmamarca, y así toda la noche..." Lipán logra transmitir la profundidad de todos esos paisajes y enseña las sutiles diferencias entre las regiones, para quienes no las conocen en profundidad.
Puede interpretar con grito desgarrado unas coplas populares acompañado sólo de la caja, endulzarse con las zambas "Jujuy mujer", "Me gusta Jujuy cuando llueve", "Zamba de Lozano" o "Zamba del cardón", contagiar la sencilla alegría del carnavalito "La Huanchaqueña", el bailecito "El aguilareño" o el takirari "Clavelito blanco", del último disco, "Canto Rojo".
Según las leyes del mercado y un código no escrito del mundo del espectáculo, Lipán tendría que haberse dedicado a presentar los temas de esa última producción, que lo sacó de ese largo y silencioso camino independiente (con dos discos editados, "Tomás Lipán" y "Amor y albahaca", una gema folklórica) y lo llevó a un sello de distribución nacional como Epsa.
El cantor se deja guiar por otros mandamientos más naturales, que responden al estado de ánimo, al ida y vuelta con el público. Su canto, lleno de matices y técnicamente impecable, parece destinado a audiencias más numerosas. Tomás Lipán generanera la misma admiración que provoca la belleza natural de ese cerro de siete colores que custodia el pueblito purmamarqueño al que su voz representa.



