
Los tangos clásicos del mañana
Mi padre, que de chico ha estado circunstancialmente en casi todos los cordones de las veredas tangueras, me contó una anécdota de infancia. Barrio de San Telmo. Mediados de la década del cuarenta. Sentado en el ancho escalón de estribo de un lujoso automóvil estacionado frente al mercado, esperaba que su madre saliera de hacer las compras del día. Al rato, desde la vereda de enfrente cruzaron dos hombres que se dirigieron al coche. Él se puso de pie para dejarlos subir. Levantó la vista y vio el rostro de uno de ellos. Era Hugo del Carril. Si la madre del chico (Angelita, abuela del que firma estas líneas) hubiera salido del mercado un minuto antes habría podido pedirle un autógrafo al galán tanguero del momento. Pero no pudo ser. Le quedaba, como premio consuelo, ver en la pantalla grande a ese Del Carril treintañero que filmaba películas, que cantaba los tangos nuevos que iban surgiendo, esos que se ponían de moda, que eran éxito en las radios y en los bailes y que mucho tiempo después se convirtieron en clásicos.
¿Qué necesitará un tango de hoy para convertirse en clásico de mañana ? Ya no hay galanes ni películas; ya no hay audiciones en decenas de radios que los difundan ni letras con las que la gente se identifique (hay, pero son muy pocas), ni melodías que se puedan silbar, corear o, al menos, recordar. Existe, en cambio, una creciente producción por la que algunos están apostando. De hecho, esta edición del Festival y Mundial Tango Buenos Aires le puso fichas a eso, a que se preste atención a las canciones, a los autores, a los compositores y a los intérpretes.
Lo que no podemos asegurar es qué será considerado clásico, ya que los clásicos de hoy son temas que surgieron hace más de 40 años cuando el tango era una música popular y masiva. Actualmente está circunscrita a grupos cada vez más numerosos (es cierto), pero que no llegan todavía a ser masivos.
Para el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua, clásico es "el período de tiempo de mayor plenitud de una cultura o de una civilización". Otra de sus acepciones se refiere a aquello que "no se aparta de lo tradicional, de las reglas establecidas por la costumbre y el uso".
Para la música es el período que ocupa la segunda mitad del siglo XIII y las primeras décadas del XIX. La muerte de Juan Sebastián Bach dividió el barroco del clásico. Pero lo cierto es que hoy, como norma general, se llama "clásica" a toda esa música de tradición escrita, considerada culta, erudita o académica, más allá de su época. El término sirve para agrupar a la barroca, la clásica, la romántica y, en algunos casos, la moderna.
Lo curioso es que también existe un rock clásico y hasta música pop de los 80 a la que ahora se la cataloga de ese modo. En realidad, la definición no tiene que ver con lo que no se "aparta de las reglas". Sí con la plenitud de un período, pero que muchas veces no será establecido por calidad artística sino por aceptación masiva. En otras palabras: los éxitos de una década serán los clásicos del mañana, más allá de si envejecen bien o mal, o si se transforman en obras universales y atemporales.
Pero si volvemos a aquello de establecer tradiciones (según la referencia que la Real Academia nos da sobre lo clásico) en las dos décadas posteriores al surgimiento del rock and roll las del sesenta y del setenta aparecieron las bases de lo que hoy podemos considerar rock clásico. Aunque con estéticas diferentes, en esta categoría entran tanto los Beatles como los Rolling Stones. También Creedence, los Beach Boys, Led Zeppelin, Cream o el trío de Jimi Hendrix, The Doors y The Who, entre tantos otros. En cambio, la década siguiente dio canciones que hoy destacamos por otros motivos. El pop de los ochenta que denominamos clásico es aquel que en los años de su estreno alcanzó los primeros puestos de los rankings radiofónicos. El hit de los ochenta es sinónimo de clásico de hoy.
En el mundo tanguero sucede algo llamativo. El cancionero tradicional se expande más allá de la extensión que ocupaba, por ejemplo, en la década del 40. Hay canciones, como "Mariposita" (exquisita pieza de 1941, de Aieta y García Jiménez), que probablemente han tenido más repercusión en los últimos años, en repertorios de cantores como Ariel Ardit, que en las voces de los intérpretes de la década del 40. Y no es la única que se convirtió en un "hit" de estos tiempos, mientras que en los años de su creación tuvo un éxito modesto en comparación con los temas más famosos del género.
Los tangos clásicos -esos que rozan la perfección en la poesía de Gardel y Le Pera, Cátulo y Manzi, o en los manifiestos filosóficos de Discépolo- mañana seguirán siendo clásicos. Nada ni nadie les va a quitar ese galardón. El día en el que comiencen a surgir tangos que hablen (sin giros decimonónicos) de lo que pasa en nuestros días y que logren que nos identifiquemos con sus músicas y versos (así como nos pasa con canciones de García, Spinetta, Páez, el Indio, Calamaro, Ciro, La Renga, Attaque, Bersuit, Massacre, Babasónicos, La Vela o los del palo folklórico, como Juan Quintero, Jorge Fandermole, Raly Barrionuevo, Los Copla y Carlos Aguirre) estaremos yendo de camino a la postulación de nuevos clásicos. Para eso se necesita una escena tanguera que no busque desesperadamente ese tango nuevo y diferente de todo lo anterior sino que se deje llevar por su propio impulso y su propio instinto. Tal vez lo que se quiso señalar, con la premisa festivalera de este año, es la reafirmación de esta "década de oro", como la que vivió el tango en los 40, pero con características de este tiempo, Facebook mediante. Es la escena de los que, más unidos que dominados, en vez de quejarse porque el tango no tiene espacio en radio y televisión, aprovechan su tiempo en explotar al máximo las posibilidades de las redes sociales y se largan a la producción independiente . Eso no va a garantizar clásicos, pero sí un buen futuro para el tango. Tan bueno como este magnífico presente.






