Monumento al bicho
Tolerante con las hormigas y demás insectos, Ariel Villarreal los homenajea con esculturas gigantes
Aunque la mayoría de los humanos tiende a huir de ellos o a perseguirlos -insecticida, o bien, zapato en mano-, las hormigas, las cucarachas y demás bichos tienen un amigo en Ariel Villarreal que, además, los homenajea con esculturas metálicas que superan la escala miles de veces. Como su araña de casi 4 metros de altura.
Fiel a su pasión por los insectos y los grandes espacios, desde hace un año vive en un galpón de 1752 metros cuadrados. Literal y gigantesca caja de artrópodos, el lugar es, además de taller-depósito, sede de la cooperativa que preside: Sobre Rieles, organización que agrupa a una docena de artesanos que enseñan oficios que -como algunos bichos- van camino de la extinción.
Hijo de un ex miembro de la fuerza policial (posteriormente, guitarrista) y de una artesana, apenas Villarreal terminó el colegio empezó a trabajar con Américo Stoikov, "artesano soldador del que aprendí los secretos del oficio, hoy casi perdido, y accedí a una importante bibliografía que está agotada". Agotado él también de las soldaduras del taller, le regaló sus herramientas a un amigo hippie que hacía bijouterie con cuero y metales. Desde ese momento, Villareal pasó a dedicarse a una labor más vertiginosa: el armado de torres de comunicación.
Ver el chispazo
"Durante un año trabajé con otra persona en la construcción de una torre de 100 metros sobre un edificio de 13 pisos en Parque Centenario. Nos había contratado un banco, quebró y jamás cobramos", asume Villarreal, sin que decaiga su humor. La opción laboral que se presentó entonces fue la de "plomo" y, así, armó y desarmó, cargó y descargó equipos de grupos como Virus, Juana la Loca, Aguirre y Limbo, entre otras glorias del pop local. "Hasta que vi cómo quedaban físicamente los plomos: fu-si-la-dos. Y ahí, zas... vi el chispazo, dejé de trabajar para las bandas y utilicé esta vez el estaño para hacer pequeñas hormigas, arañas, mosquitos y mariposas. Primero con cobre, luego con plata, y empecé a exponerlas en restaurantes fashion", comenta Villarreal en un rincón de su macrotaller, rodeado de potenciales órganos de un gran ciempiés metálico. Aunque también ha exhibido su trabajo en lugares de arte como Espacio Giesso y la Plaza de las Esculturas, en Monroe y Húsares.
"Las hormigas tienen un tipo de organización que los humanos deberíamos imitar: siete hormigas pueden formar una comunidad. Desde la Argentina han salido nuestras hormigas negras, atravesando el oceáno hasta América del Norte, formando hoy un hormiguero global", sostiene el hacedor de estos insectos por los que se ha pagado desde 100 hasta 1500 euros. Mientras, exhibe una libélula gigante de metal que, después de un tiempo suspendida a unos cuatro metros en contacto con el exterior, se oxidará hasta tomar color verde jade.
En tanto, otras piezas de Villarreal construidas en alpaca, en contacto con la intemperie adquieren una tonalidad turquesa; las hechas en bronce, verde oscuro. "Como la cúpula del Congreso", explica el artista, que también ha realizado gigantescas orquídeas, rosales y otras divas del reino vegetal.
Los elementos con que suele trabajar pertenecen en cierto porcentaje al universo del reciclado, pero también utiliza otros mucho más costosos, como hierro, bronce, aluminio y acero inoxidable. Ya hace 13 años que Villarreal vive entre tubos, con máscaras, guantes y overol, eternizando insectos que otros con el mismo atuendo cobran por erradicar.
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