A punto de cumplir 40 años de trayectoria artística, el músico editó “Puro sentimiento”, junto a Carlos Santana, el single que le dará título a su nuevo tour internacional, mientras reparte su vida entre Buenos Aires y Los Ángeles junto a su mujer y sus hijos
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A Alejandro Lerner se lo percibe eufórico. Luego de la parálisis pandémica que afectó especialmente a la actividad artística, el músico disfruta de la vuelta a la actividad. Aunque durante los dos últimos años realizó encuentros con su público vía streaming, palabrita esperanzadora en tiempos de lejanías, lo cierto es que hoy disfruta del lanzamiento de “Puro sentimiento”, el flamante tema que lo vuelve a reunir con Carlos Santana después de “Hoy es adiós”, una recordada canción que formó parte de Shaman, aquel poderoso álbum del guitarrista mexicano, editado en 2002.
“Es una canción que compuse hace bastante. En su momento, con ´Hoy es adiós´ hicimos gira por el continente, incluso Carlos (Santana) estuvo en Argentina. Fue una experiencia extraordinaria, es un gran amigo”, reconoce Lerner. “Puro sentimiento” reavivó la admiración mutua y confirmó el buen entendimiento de la sociedad artística entre ambos. Además, el tema es el puntapié para desarrollar un nuevo tour que coronará, a lo largo de 24 meses, los 40 años de trayectoria de Lerner. “Puro sentimiento, en cada momento”, cantan Lerner y Santana en un tema que explota de raigambre latina. “El primer país donde se lanzó la canción fue Argentina, así que ya comenzó a dar sus primeros pasos”.
Algo que decir
Alejandro Lerner le escribe al amor esperanzado, pero también a aquellos sinsabores más profundos. Adversidades ineludibles. Una paleta de colores que va de “Todo a pulmón”, uno de sus himnos consagratorios, a “Algo de mí en tu corazón”, pasando por sus hits popularizados por la ficción televisiva como “Volver a empezar” o “Juntos para siempre”. De esa textura nace la empatía que genera en el público de los mercados más diversos hasta de sus colegas de buena parte del mundo. Polifónico, eligió y lo eligieron nombres de la talla de Tom Jones, Luis Miguel, Carole King, Andrea Bocelli, Ricky Martin, Gino Vannelli, Paul Anka, Mercedes Sosa y Air Supply, entre tantos otros.
“Viniendo del rock tuve la apertura para acercarme a gente como Armando Manzanero, Gustavo Santaolalla, León Gieco o Carlos Santana. Nunca le falté el respeto a las personas por hacer algo distinto”, reflexiona el músico que divide su estadía anual entre Buenos Aires y Los Ángeles. El sello artístico que lo distingue, fue aceptado y conforma lo identitario de Lerner, un músico que aprendió a pisar la escena como pianista de diversas bandas a lo largo de una década. Eran tiempos donde Piero lo elegía para que tocara con los suyos, entre tantos otros. “Eso me dio una apertura que me permitió trabajar con gente como Celine Dion o Gino Vannelli, a quien los músicos de mi generación teníamos como algo inalcanzable”.
-Se suele encasillar al artista sin darle mayores permisos para explorar de manera expandida. A vos se te ha permitido la diversidad.
-Nosotros venimos de una generación que sufrió la dictadura y fuimos los representantes del rock en la posdictadura. Muchos de los dolores, miedos y persecuciones fueron parte de esa era de movimientos, donde había mucho miedo al otro y a la diferencia.
-También incide el prejuicio en torno a qué se busca de cada artista.
-El prejuicio siempre está vinculado a la ignorancia, es emitir una sentencia antes de saber sobre qué se está hablando. A mí no me pasó eso, quizás, porque desde mi experiencia personal tuve que salir a trabajar desde muy chico y conocí la música popular. Me acuerdo que acompañaba a un cantante muy famoso de la década del setenta que se llamaba Raúl Padovani, en tiempos donde ya había armado una banda con Oscar Moro y Alfredo Toth, es decir que era un proyecto de banda con la mitad de Los Gatos, pero no había trabajo ni dinero. No había rock, estaba todo muy cortado. Entonces le dije a los muchachos que lo de Padovani era una posibilidad de tocar. Sin embargo, cuando el director de aquella banda me escuchaba, me decía: “Nene, progresivo no”. Tuve que aprender que se puede ser una estrella de rock, pero que para mantener el fuego hay que convertirse en un artista profesional. Los viajes a Europa y Nueva York, hasta establecerme en Los Ángeles, me han ayudado a entender que todos transpiran, que nada viene fácil. Con solo mirar el documental sobre The Beatles (Get Back) uno se da cuenta que esos chicos, que en ese momento tenían veintipico, no pararon de trabajar y componer. Las cosas no les llegaron de regalo”.
Entrelíneas
-Hablás de esfuerzo y hoy ese es un valor que pareciera pertenecer a otro momento social y cultural. Al vivir tanto tiempo en el exterior, lo cual genera una mirada ampliada de la realidad, ¿te choca la idiosincrasia argentina imperante? ¿Cómo nos ves?
-Me duele muchísimo que la Argentina postergue el progreso, desde hace años. Habiendo sufrido tanto la dictadura, me duele que le faltemos tanto el respeto a la democracia. La estamos desaprovechando, luego de tanto sacrificio, muerte y desaparecidos. Después de luchar tanto por recuperar la República, creo que se quebró el estatus moral del país y de la clase dirigente, porque como es arriba es abajo. Me duele, pero estoy acá. Me voy, pero vuelvo. Trato de generar trabajo, acá tengo a mi familia y a la de mi mujer. Está mi historia y mis amigos. En Argentina construí el estudio El Pie, donde empujé a lo largo de treinta años. No fue ningún negocio, ya que, en su momento, ahí invertí todo mi dinero, pero era volcarle a la Argentina una experiencia profesional que había tenido fuera del país. Quería que tuviéramos eso acá.
-Construir a pesar de todo...
-El tercermundismo es doloroso y el mundo hoy tiene señales de tercermundismo. Vivís en Los Ángeles y también ves pobreza y corrupción. Lo que pasa es que, a pesar de eso, encontrás una base de los servicios que el Estado le da al contribuyente para que la gente pueda trabajar, crecer y consumir, un criterio absolutamente capitalista. Nosotros no tenemos ni eso, ni lo otro. No somos ni un país socialista ni capitalista. Estamos en el medio, con un pueblo al que se le sigue renovándole la promesa de una vida digna, pero no se cumple.
-La sociedad también tiene su cuota de responsabilidad al sumarse a la grieta ideológica tan nociva fomentada por los líderes políticos, generando una mirada con tintes de pasiones futboleras en algo tan profundo como es el destino del país y el bienestar de sus habitantes.
-Estoy absolutamente de acuerdo. Se les gritan los goles a los dirigentes como si fuera un partido de fútbol y no importa si se mete el gol con la mano, lo que se busca es que gane en el equipo al que se adhiere. En lo político, el equipo tiene que ser el argentinismo, los demás ismos suenan a abismo. Con la edad que tengo y con todo lo que viví, no puedo ser fanático de ningún partido político, los he visto fracasar a la mayoría. Tenemos que elegir entre la inoperancia, la delincuencia y la inmoralidad. No tenemos más opciones, lamentablemente.
-En esa ecuación, no hay salida posible.
-La única salida es la unidad. Si estás en un barco que no va para adelante ni para atrás, y encima te ponés a hacerle agujeros para que entre el agua, no hay mucha salida. Es una decisión tapar los agujeros y remar todos en una misma dirección. Lo que veo es que hay un proyecto de poder, pero no de país.
-Eso beneficia a muy pocos…
-Beneficia a los que están en el poder. Los demás somos espectadores de un negocio del cual no participamos en nada.
-¿Tus hijos se crían en Los Ángeles?
-No, mis hijos estudian y se curan en la Argentina. Hacemos todo lo posible para estar el mayor tiempo posible acá, mientras la renovación de la residencia nos lo permite. Cada tanto tenemos que pasar un lapso allá para mantener la residencia norteamericana. La última vez nos quedamos nueve meses seguidos porque nos agarró la pandemia y no podíamos volver.
-¿Cómo afectó la pandemia a tu actividad artística?
-Durante casi dos años no pude generar trabajo. Recién ahora, con el lanzamiento de mi canción, volví a ver a mi banda para ensayar y tocar.
-La parálisis de cualquier actividad es traumática. En el caso del músico, la ausencia de escenario y la falta del contacto con el público, redobla esa sensación de vacío. ¿Cuáles fueron tus escapes artísticos en ese tiempo de parálisis?
-Durante la pandemia no tuve ni hambre ni frío, así que uno no puede hablar de dolor y sacrificio cuando hubo gente que la pasó mucho peor. En lo personal, lo que más me dolía era no poder generar trabajo.
-¿Extrañabas el contacto con tus seguidores?
-Desde el estudio de mi casa en Pilar me puse a hacer transmisiones gratuitas, di conciertos y charlas. Cuando tenía ganas, programaba un vivo. Y también tuve un llamado de la radio CNN que fue una experiencia hermosísima durante varios meses.
-Durante la pandemia, ¿compusiste?
-Salió lo que denominé Canciones en cuarentena, con el más diverso tono, desde lo esperanzado y el amor hasta temas irónicos, con bronca y tristeza. Por suerte, tengo un piano, una hoja de papel y la posibilidad de grabar.
-¿Cómo se inserta “Puro sentimiento” en ese contexto?
-Es el himno del regreso. Es la vuelta al abrazo, a encontrarse, a la naturaleza...
Permiso de volar
La celebración por los 40 años de trayectoria lo llevará por una gira internacional donde desplegará los nuevos temas y un repertorio casi infinito. “Siempre intento pensar que estoy en el medio, que tengo tanto para adelante como para atrás, lo cual es como una neurosis optimista. El valor del entusiasmo es fundamental para la vida”, sostiene el músico de 64 años, que su juvenil semblante se empeña en disimular.
-Esa neurosis encendida sería el deseo siempre encendido…
-Soy papá, tengo mujer y dos hijos pequeños, formé una familia maravillosa, luego de mis primeros 40 años de artista de rock y popular, por eso valoro mucho tener un lugar para volver, que le da sentido a mi vida.
-¿Con la paternidad cambiaron las prioridades?
-La pelea del artista solista por mantenerse vigente es muy personal, pero, cuando sos papá, ya ni vos ni tus proyectos son lo más importante. Ahora la prioridad son los chicos y una gran compañera que también tiene sus sueños.
-El productor Carlos Rottemberg no habla de pospandemia, sino de posvacuna. ¿Vos qué pensás?
-Vamos a tener que ir curándonos las heridas de la posguerra, ya que esto fue la Tercera Guerra Mundial y aún no ha terminado. Aún hay territorios por reconquistar.
-¿A qué te referís?
-Tiene que ver con la salud de la humanidad a nivel general y con lograr que la ciencia cumpla con una función humanitaria y no solo sea un gran negocio, eso también forma parte de la pospandemia.
-También se deben sanar las heridas individuales.
-He visto a mis hijos no tener vida social casi por dos años. Para mi hijito más chico fue muy duro lo que le pasó, imaginate que vivió en pandemia de los 4 a los 6 años, con una cuarentena muy estricta y perdiendo la parte social de la escolaridad que es una parte fundamental de la formación.
-Los polos etarios fueron los más afectados.
-Los que estamos en el medio tenemos más herramientas para sobrevivir. De hecho, parte del tercermundismo que vive la Argentina lo ves en la falta de agradecimiento que tenemos con los jubilados.
-Pareciera ser algo endémico.
-Y no tiene que ver con ninguna ideología política, porque los venimos maltratando desde siempre. Me parece que los políticos y los gobernantes no pueden ganar más que lo que gana un jubilado. El día que pase eso, la gente que administre nuestros recursos lo hará por vocación y no por negocio. Hasta que la política no deje de ser el mejor negocio de la Argentina, vamos a seguir teniendo políticos y gobernantes corruptos.
Los sueños del ayer
-A la hora de componer, hay método o te refugiás en el libre albedrío de las musas. ¿Cómo es tu proceso de inspiración?
-Creo en el caos y en el cosmos. El caos tiene que ver con que te pase algo a las cuatro de la mañana mientras dormís. Te despertás, te encerrás, te ponés los auriculares, una hoja de papel y documentás. Eso es parte de un proceso de inspiración y creativo.
-¿Y lo otro?
-Cuando te sentás a trabajar o cuando decidís sentarte a componer con un músico. Esa es una opción, que tiene que ver con pasar del caos al cosmos. Por otra parte, cuando te encargan escribir la música de una película o un programa, no es joda, ahí tenés que entregar en fecha sí o sí.
-En ese caso entra en juego el método.
-Te sentás a laburar y esperás que la inspiración te encuentre trabajando porque existe un date line. The Beatles tenían fecha para todo. Esos pibes se la pasaban laburando.
-En tu caso, tu inspiración ha conformado un legado enorme.
-Soy consciente de eso, pero prefiero esperar las canciones que están por venir.
-¿Cómo te llevás con las masividades?
-Soy muy agradecido al público que me convirtió en un artista popular. Eso no es una elección del artista.
-¿Quién lo decide?
-Si la gente no lo decidió, no te podés convertir en estrella de rock.
-Conocemos infinidad de canciones de tu autoría, ¿cuántas no vieron la luz?
-Si tengo 400 canciones, debe haber unas 200 más que se quedaron en mamarrachos o grabadas en casetes. En Estados Unidos aprendí a trabajar de songwriter, así que casi todos los días tenía encuentros que podían ser con Carole King o con un productor de música de películas. Era un desafío hermoso del que nació mucho material.
-Más allá que se trató de una elección, cuando diste los primeros pasos en Los Ángeles, ¿apareció el sentimiento de la soledad, de la lejanía, del destierro?
-Nunca fue una soledad con respecto al público o vinculada a los afectos, ya que hace casi veinte años que estoy junto a Marcela y desde hace trece años soy papá. Para los que somos soñadores y tenemos huevos, la soledad es una elección.
Juntos para siempre
Conocedor de su interioridad, Alejandro Lerner aplicó mucho de aquellos saberes de Lía Lerner, su madre psicóloga, una mujer pionera con la cabeza abierta que ocupó espacios en el ámbito de la educación y de los medios de comunicación, cuando aún eran vedados para su género: “Fue la creadora del gabinete psicopedagógico del Colegio Nacional Buenos Aires. En la época de los militares, la echaron por ser la única mujer profesora, pero el resto de los profesores y los alumnos juntaron firmas y la restituyeron”.
-Conocemos menos sobre tu padre.
-Era un emprendedor, había sido de avanzada al involucrarse en la metafísica y la hipnosis, tenía una cabeza muy abierta.
-Sos una buena síntesis de ellos.
-Creo que, de una manera intuitiva, agarré algo de los dos, sobre todo desde una mirada molecular. Tengo lo metafísico y lo social, y con eso construí mi propio lenguaje. Lo hereditario está en mis genes.
-Desde muy chico escribiste letras sumamente profundas y de tono adulto. ¿Cuánto tiene que ver con tu crianza?
-Es que era el lenguaje de mi casa. Mi mamá me decía: “No hagas ruido que papá está meditando”, porque mi viejo estaba haciendo yoga con las patas para arriba. Todo eso sembró en mi una espiritualidad que me hizo muy distinto a los artistas de mi generación.
-En tus letras se percibe un trabajo muy profundo sobre tu propio ser.
-No trabajar sobre el alma es la gran soledad. Durante años me la pasé en la habitación de un hotel en Los Ángeles, pero mi sueño me llevaba a ese sacrificio. No estaba solo. Además, pasaban todos por ahí: Fito Páez, Charly García, Gustavo Cerati. Llegaban y me tocaban la puerta porque sabían que ahí estaba yo.
-Hablábamos sobre tus padres y, si bien hubo una clara influencia sobre tu ADN, tu vocación fue muy diferente a la de ellos.
-Mi camino lo hice muy solo. Mi padre era médico psiquiatra y mi mamá, psicóloga y pedagoga. No me podían ayudar en el mundo de la música ni había un tío productor o músico. Hice mi propio camino y generé mis propias conexiones para trabajar. Hasta el día de hoy, eso me dio un músculo.
-Y una satisfacción enorme de haberlo hecho “todo a pulmón”.
-La satisfacción es seguir adelante. No hay una meta, el camino es el premio. No sin esfuerzo ni problemas, no sin subidas y bajadas, pero la canción que compuse a los 24 años dice “defender mi ideología, buena o mala, pero mía, tan humana como la contradicción”.
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