Andy Summers: la vida en familia, por qué ya no tocaría con Sting y Stewart Copeland y su trío actual con canciones de The Police
El guitarrista regresa a Buenos Aires con su trío actual, Call The Police, el que formó con dos músicos brasileños: João Barone y Rodrigo Santos
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Con el paso de los años, el guitarrista inglés Andy Summers se convirtió en un pasajero frecuente en los vuelos hacia América Latina. Por la Argentina ha pasado en varias ocasiones. Desde esa primera visita de 1980, con The Police -recordada por su show en el Estadio Obras, aquel día en tiempos de dictadura cuando, desde el escenario, puso un pie sobre el hombro de un policía que hostigaba a una chica que había ido a ver a la banda- hasta sus actuaciones como solista o con su colega Víctor Biglione, y luego el proyecto Call The Police, banda que recorre los grandes éxitos del trío que fundó con Sting y Stewart Copeland.

Hay una máxima tanguera y gardeliana que dice: “Y aunque no quise el regreso, siempre se vuelve al primer amor”. Andy Summers larga una carcajada al escuchar que esta frase termina con un remate que lo involucra directamente. ¿Acaso las canciones de The Police son como un primer amor? “No. La música es el primera amor -responde a LA NACION de manera rotunda este guitarrista exquisito-. The Police es solo un aspecto de la música que he tocado toda mi vida. Mi propia música es mi primer amor”.
Por cierto que Summers, a los 82 años, tiene un inventario previo al trío rockero más famoso del mundo y una carrera en solitario posterior que reúne una docena y media de discos, colaboraciones con colegas como Robert Fripp y conciertos que hoy son verdaderos conceptos multimedia, gracias a su vasto trabajo en el campo de la fotografía. Pero también es cierto que le gusta volver sobre aquel repertorio que lo dio a conocer en todo el mundo, entre finales de los setenta y mediados de los ochenta. Y, lejos de buscar a sus viejos compañeros de ruta para esta empresa -el único reencuentro fue la gira mundial 2007/2008- o a músicos británicos que lo acompañen, pone la vista en Sudamérica.
De hecho, en 1998 se hizo un compilado de tributo a The Police en español, Outlandos d’Americas, que el mismo comandó y que incluyó a artista latinoamericanos y españoles. En aquellas sesiones que se hicieron en Los Ángeles le hizo una invitación a Gustavo Cerati para una gira que el ex Soda Stereo rechazó porque estaba embarcado en su carrera solista. En cambio, unos quince años más tarde, le propusieron armar el trío con los brasileños João Barone (Paralamas do Sucesso) y Rodrigo Santos (Barão Vermelho). Desde entonces, rearma cada tanto su Call The Police y hace una breve gira de conciertos, como el que tiene agendado para el próximo 27 de febrero, en el ND Teatro.
-¿Qué te motivó a formar este grupo que recrea las canciones de The Police?
-Llevo muchos años tocando en Sudamérica, particularmente en Brasil. Hicimos diferentes proyectos a lo largo del tiempo. Y el último que se nos ocurrió fue éste, con João y Rodrigo. ¿Cuál es la música más famosa que podemos tocar y que atraiga a más gente? Y obviamente era la de The Police. Comenzamos a hacer este espectáculo y terminamos con la idea de Barone de llamarlo Call The Police, que no es el mejor nombre, pero así es como comenzó casualmente. Tuvo mucho éxito, así que aquí estamos de nuevo. Últimamente nos faltaba volver a Argentina, principalmente por los problemas que hay allí. Es muy difícil entrar.
¿Qué ves al momento de hacer retrospectiva de tu vida?
-Que he tenido una vida muy buena. He sido muy afortunado. Siempre he tocado música. Siempre he tocado la guitarra, desde los 11 años, y, básicamente, me ha ayudado a superar todo. Creo que soy un tipo afortunado. También tengo la suerte de haber conocido a mi esposa cuando aún teníamos veintipocos años y hemos estado juntos toda la vida. Es una persona maravillosa. Eso ha sido genial. Y luego, por supuesto, entré en una banda, como siempre pensé que debía ser. El resto es historia. Un éxito mundial, por eso seguimos hablando de ello. Soy afortunado. Aunque no creo que exista la suerte. Se trabaja para eso. Desarrollás tu mente para ver adonde está lo correcto. Y debés ser sincero al respecto. Nunca he hecho nada por dinero. Crecí en una época que produjo muchos grandes guitarristas. La idea era unirte a una banda y que un día te volvieras muy famoso. Claro, eso no le pasa a la mayoría de la gente. Y mi historia fue un poco rara porque me llevó un poco más de tiempo. Incluso, me mudé a Estados Unidos y luego regresé al Reino Unido antes de que todo encajara.
-Solo por una temporada.
-Sí. Regresé a Inglaterra y empecé a tocar en la escena musical de Londres. Era muy bueno. La gente empezó a conocerme rápidamente. Lo extraño fue que estaba empezando a tener bastante éxito por mi cuenta cuando me uní a The Police. No tenía futuro ni dinero, pero había una buena onda. Mi querida esposa me dijo que debería juntarme con estos chicos [Summers es diez años mayor que Copeland y Sting].
-¿Por qué?
-Porque pensábamos que lo básico estaba ahí, que el talento estaba ahí.
-Volviste a los Estados Unidos pero no perdiste tu acento inglés.
-Espero que no. Vivo en Los Ángeles, pero no pierdo mi voz inglesa, y me gusta especialmente mantenerla aquí.
-¿Qué se pierde con los años y qué no?
-Soy una persona muy pura y sincera. Me mantengo fiel a mis valores. Cuido de mis hijos. Toco la música que quiero tocar. No le he vendido el alma al diablo. No me interesa. No me vendo. Nunca me he unido a una banda comercial ni a nada por dinero. Siempre he tocado como he querido. Lo he demostrado. Me siento como un snob con la música. Siempre me he sentido así.
-¿Snob?
-Sí, un snob musical [se ríe]. Pero si alguien dice que es un snob musical, más vale que toque muy bien para demostrarlo. No he envejecido en ese sentido. Estoy tocando mejor que nunca. Y justo antes de esta charla estuve improvisando con uno de mis hijos, que toca muy bien la batería.
-¿Qué edad tiene?
-Tiene 30. Comenzó a los 10 y luego dejó porque se obsesionó con las artes marciales. Él enseña artes marciales. Como tengo un pequeño estudio en casa, al final del jardín, donde hay una batería, durante la pandemia me dijo: “¿Por qué no tocamos juntos?”.
-Y eso fue muy importante.
-No pensé que todavía pudiera interesarle. Se convirtió en algo genial porque tocamos cuatro o cinco veces por semana. Somos como una pequeña banda, tenemos un repertorio de temas. Puede ser un blues, o un cover de Boston o un tema de Coltrane.

-¿Hay una perspectiva profesional en eso?
-Es solo para pasar el tiempo. Soy yo con mi hijo, creando un vínculo, tocando música. Nunca pensé que esto pasaría. Fue una sorpresa. Disfruto tocando y, además, eso mantiene mis manos ágiles. Lo mismo me pasa cuando toco con Rodrigo y Barone. Son grandes músicos. Rodrigo es un cantante maravilloso. Es muy divertido, nos llevamos muy bien. No hay problemas, simplemente organizamos los conciertos y los hacemos. Espero que podamos llevar un gran espectáculo a Argentina.
-Sting estuvo en febrero en Buenos Aires, tocando música de The Police. Copeland vendrá esta semana con su proyecto Deranged para orquesta, también con música de The Police. Si tocan las canciones, ¿por qué no pueden hacer una gira juntos?
- No, no es posible. Ya no me interesa tocar con ellos.
-Te he visto en redes, cada vez más concentrado en el solo set, con la inclusión de otra de tus pasiones. ¿Cuál es actualmente el lugar de la fotografía?
-Bueno, ha sido siempre importante. Empecé a interesarme en los inicios de The Police. Éramos muy populares. Siempre había fotógrafos a nuestro alrededor. Empecé a interesarme por sus cámaras. Fue algo natural. Hoy la gente tiene un celular. Pero en aquella época la gente tenía cámaras y empecé a tomármelo en serio. Recuerdo un día que estábamos en el Hotel Drake de Nueva York cuando me dije: “Voy a ser muy bueno en esto». Y empecé a fotografiar. Salí a las calles de Nueva York a fotografiar y, en cierto modo, a aprender de mis errores. Compré libros, estudié. Conocí a un gran fotógrafo, Ralph Gibson, que me ayudó mucho. Compré una cámara Leica y desde ese momento nunca paré. Nunca me aburrí. He hecho más de 60 exposiciones y muchos libros. Y he tenido una vida muy agradable con esto, porque siempre que viajo, como cuando llego a Argentina, salgo a la calle inmediatamente y empiezo a fotografiar.

-Bien entrado ya el siglo XXI, ¿es posible pensar en un concierto solo como un hecho musical y no como un evento multimedia?
-Mi espectáculo, que es el que me gusta presentar...
-The Cracked Lens + A Missing String...
-Ese. Sí, lo he hecho durante los últimos tres años; el último fue en septiembre. Tengo una pantalla gigante y muestro diferentes secuencias de fotografía, y pongo música diferente para cada cosa, y hablo de ello. Hablo mucho con el público. Soy solo yo, sin banda. Es extraño, un poco solitario. Soy solo yo.
-“Soy solo yo”. ¿Qué se siente en ese momento sobre el escenario?
-La verdad que no pienso en eso porque, cuando salgo al escenario, el público tiene más miedo que yo.
-¿Por qué?
-Porque no están seguros de lo que va a pasar. Por eso les hablo. Les cuento lo que va a pasar. Así se relajan y se dejan llevar. A veces dejo la guitarra y el escenario, camino alrededor. Eso es gracioso. Soy serio con la interpretación, pero es importante también hacer reír al público. Porque eso te une.
-Con experiencias así, ¿pensás que la gente necesita más el estímulo visual que el musical?
-Quizás necesite más elementos visuales porque vivimos una cultura mucho más visual. Hemos pasado de ser músicos tocando en bandas a todo esto. Todos estamos involucrados en lo multimedia.
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