“Blue Suede Shoes”: los 140 kilómetros que separaron a Carl Perkins del éxito y cómo Elvis Presley aprovechó el momento
Es una de las grandes canciones de la era del rock and roll, pero no es la versión original la que quedó en la memoria de todos, por más que el tiempo se encargó de reconocer a uno de los pioneros de la escena y héroe del rockabilly
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No son pocos los músicos que se acercaron a la gloria pero se mancaron justo antes de tocarla: la historia del rock y el pop está plagada de “casi consagrados” que tenían todo para triunfar pero no lo lograron por el motivo que fuese. Lo que hace distinto dentro de este lote a Carl Perkins es que la distancia que lo separó del estrellato es tangible, tiene un número concreto: exactamente 140 kilómetros.
En marzo de 1956, después de dar un show en Norfolk, Virginia, la banda que Perkins compartía con su hermano Jay se subió a un auto y emprendió viaje a Nueva York. El motivo de visitar la Gran Manzana valía el largo trayecto al volante: se iban a presentar en el Perry Como Show de la cadena NBC. Sin embargo, la fatalidad se interpuso: poco antes del amanecer del 22 de marzo, en un pasaje de la ruta entre Dover y Woodside, Delaware, el coche en el que viajaban los músicos chocó la parte de atrás de una camioneta y eso hizo que el conductor perdiera el control del vehículo, que terminó en una zanja. El baterista W.S. “Fluke” Holland tuvo que rescatar al líder, que yacía inconsciente en el agua. Perkins tenía tres vértebras del cuello rotas, conmoción cerebral severa, una clavícula fracturada y traumatismos por todo el cuerpo. Tardó un día entero en recuperar el conocimiento. Todo eso pasó a 140 kilómetros del estudio de la NBC. Si hubiera conseguido transitar esa distancia, Perkins se habría convertido en el primer artista de rockabilly en actuar en un programa de televisión que se emitiera en todo el territorio de los Estados Unidos, en un momento en el que aparecer en TV era sinónimo de éxito.
Aquel episodio trágico no terminó con la carrera de Carl Perkins, pero la condicionó seriamente. Para empezar, la canción que había captado la atención de los productores televisivos, “Blue Suede Shoes”, terminó siendo un hit arrasador… en la voz de otro artista, Elvis Presley. No es que le hubiera ido mal con su versión a Perkins: antes del fatídico 22 de marzo el single había vendido 500 mil copias. Pero si hoy muchos piensan que “Blue Suede Shoes” es un tema de Elvis se debe, justamente, a la tele: el Rey la interpretó tres veces en distintos programas, la última de las cuales (el 3 de abril del 56 en el Milton Berle Show) fue presenciada por el mismo Perkins desde el hospital, mientras todavía convalecía por sus heridas.
Sam Phillips, fundador y dueño del sello Sun que supo fichar tanto a Perkins como a Presley, dijo que Elvis grabó la canción como una forma de darle una mano a su colega después del accidente. “No era para juntar plata, lo hacía más como una especie de tributo. Y Carl estaba contento. De verdad lo ayudó mientras su grabación empezaba a caer en los rankings”, dijo Phillips. Elvis y Perkins compartieron a finales de aquel mismo año uno de los primeros supergrupos de la historia: el Million Dollar Quartet, una sesión informal en los estudios Sun de la que también participaron Jerry Lee Lewis y Johnny Cash.
Justamente, el Hombre de Negro tuvo mucho que ver en la concepción de “Blue Suede Shoes”. En un show del 55 en Mississippi, en el que ambos compartían cartel con Elvis, Cash le contó a Perkins la historia de un sargento al que había conocido durante su servicio militar en Alemania. El oficial gustaba de usar su uniforme de gala cuando salía de la base y en un momento le dijo a Cash: “no pises mis zapatos de gamuza azul”. Los zapatos eran, en realidad, borceguíes negros al uso castrense, pero el sargento los veía aquella noche como lujosos botines del color del cielo.
En su mente, Perkins unió esa anécdota con otro episodio que él mismo había vivido: durante un concierto en una escuela secundaria se encontró con un joven que le prestaba más atención a su calzado que a su cita. “Cuidado con mis zapatos de gamuza”, repetía el muchacho todo el tiempo. La inspiración hizo el resto: una noche a las 3 de la madrugada Perkins escribió la letra. Como no tenía papel a mano, la garabateó en una bolsa de papas.
Después del accidente no dejó de tocar y grabar, e incluso tuvo algunos hits menores como “Matchbox” y “Everybody’s Trying To Be My Baby” (ambas versionadas por los Beatles). Su estrella se fue apagando en los 60, cuando su amigo Cash lo rescató del ostracismo y lo llevó de gira como telonero por todo Estados Unidos (en la mítica grabación del 68, At Folsom Prison, Perkins aparece abriendo el concierto en la prisión justamente con su tema insignia). Escribió una canción junto a Bob Dylan: “Champaign, Illinois”. Y después pasó al circuito de la nostalgia, hasta que el revival del rockabilly en los 80 le dio una segunda vida.
De repente, todos querían tocar con Carl Perkins. En octubre del 85 tuvo revancha con la pantalla chica con Blue Suede Shoes: A Rockabilly Session, un show que dio en Londres con George Harrison, Eric Clapton, Rosanne Cash y Ringo Starr como invitados, el cual fue transmitido por TV. En su último disco, Go Cat Go! (1996) dicen presente Tom Petty & the Heartbreakers, Johnny Cash, Willie Nelson, Bono, Paul Simon y John Fogerty y hay presencia de los cuatro Beatles: Paul lo acompaña en “My Old Friend”, Ringo es su socio en “Honey Don’t” (otra que supieron versionar en su momento los Cuatro de Liverpool), George presta guitarra y voz a “Distance Makes No Difference with Love” y John aparece por las suyas, precisamente con un cover de “Blue Suede Shoes” tomado del disco Live Peace in Toronto, de 1969 (el elepé incluye otra recreación en vivo del hit: la de Jimi Hendrix Experience).
Rescatado al fin como referente y patriarca, Carl Perkins falleció hace exactamente 25 años. El sitio Second Hand Songs registra 318 versiones de su canción más emblemática: de Lemmy a Legião Urbana, de Black Sabbath a Roberto Carlos, artistas de todas las procedencias supieron homenajearlo. Por 140 kilómetros no pudo convertirse en una estrella mundial, pero el mundo de la música supo rescatar el legado de aquel performer que se ganó un nombre por su obsesión con que nadie, pero nadie, le pisara los zapatos.
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