
Bombo legüero, cajón y humor cordobés
Recital del percusionista Minino Garay. Presentación del disco "Minino Garay y Los Tambores del Sur". En el Club del Vino (Tel.: 4833-0048/49). Próximas funciones: hoy, a las 21.30, y mañana, a la 0.30.
Nuestra opinión: bueno
Los golpes sobre los legüeros habían contagiado las palmas del público y la sorpresa del protagonista del show no se pudo disimular: "Al fin en este país donde pueden aplaudir a tiempo", dijo el percusionista Minino Garay.
Mientras las palmas de los espectadores acentuaban a tempo, con poderoso "chac-chac" de chacarera, la frase se hubiera completado así: "¡Al fin! Después de tantos años radicado en Francia pude volver a la Argentina para tocar con mi grupo". Eso fue lo que se leía en los ojos, medio vidriosos por la emoción, de ese cordobés que a fines de los años ochenta partió hacia Europa con bombo y cajón a probar suerte. Trabajó como sesionista de grupos y solistas y armó Los Tambores del Sur con varios músicos (de Francia, Grecia, el Uruguay y una mayoría de la Argentina) que ahora lo acompañan para presentarse en Buenos Aires y en Córdoba.
Su primer show tuvo catarsis de nostalgia y la emoción de volver al pago. Ese fue el sentimiento que se coló entre la percusión y el histrionismo de Minino. Porque este espectáculo conjuga la gestualidad del líder y su excelente humor para temas que podrían ser creados por grupos como La Chilinga (pero en cuarteto de parches) y para darle paso al aporte armónico-melódico del resto de los músicos.
El tecladista Lalo Zanelli le acerca una buena melodía con "Tema de Maëla", el saxofonista Leandro Guffanti se luce en la introducción de "Elisa". Juan Martín Medina, invitado para estos shows, le da los últimos colores a la "Chacarera del violín", perfectamente ensamblada con el tema "Sombras" (en realidad, es justo aclararlo, se trata de una sorprendente versión libre de "Vidala para mi sombra", que interpreta Pájaro Canzani, con slide de guitarra). También queda expuesta la predilección de Garay por los ritmos en seis por ocho, y la capacidad del grupo para encadenar una base de huayno con atmósferas de acid-jazz definidas por el trompetista Nicolás Genest, cuando adquiere la sonoridad cálida de un flugelhorn.
Pero no todo alcanza el mismo vuelo. En otros tramos del recital, Minino y su troupe apelan a los toques afro de exportación para bateas de world music, a un rapeo de párrafos discepolianos para su "Speaking tango" y a segmentos que tienen más fuerza escénica que musical. No unifica un discurso entre lo efectista y lo más logrado del repertorio que se construye con la propia inventiva y el aporte de sus compañeros. Pero desarrolla un muy intenso show, estimulado a golpe de bombo y cajón.






