
El 25 de Mayo, de 1810 a hoy
¿Se escuchaba música clásica en Buenos Aires en mayo de 1810? Sí y aun en los pueblos de las misiones jesuíticas hasta su expulsión, y en las ciudades coloniales. Pero, ¿qué música? Si la documentación jesuítica es pródiga en su referencia a obras del Barroco religioso europeo, los documentos civiles en cambio son de una irremediable indigencia.
Algunos datos dan cuenta de que la vida social de la aristocracia de Buenos Aires a fines del XVIII se alimentaba con la música ejecutada por instrumentistas extranjeros, mientras en el Teatro de la Ranchería se contaba con una orquesta que no sólo acompañaba expresiones escénicas con música, sino que tocaba "sinfonías", seguramente oberturas en un único movimiento. Sin embargo, sólo a partir de 1820 se puede seguir las huellas del movimiento musical en Buenos Aires, con nombre de autores e intérpretes, obras y lugares donde los porteños se reunían para alimentar sus apetencias espirituales.
Pero ¡qué desierto rodea al historiador cuando quiere saber qué ocurría exactamente en torno del 25 de Mayo de 1810! En las páginas 28 y 29 de la edición del sábado 24 de marzo de 1810 del Correo de comercio, periódico fundado y dirigido por Manuel Belgrano, se inserta un anuncio alentador: se refiere a la academia de música instrumental que con permiso del gobierno ha vuelto a establecer Víctor de la Prada, apreciado flautista, que además enseñaba clarinete y fagot.
Para el redactor del periódico de Belgrano, pese a la escasa atención debida a los establecimientos de educación, dicho aporte de "nuestro excelentísimo jefe" refleja de qué manera "ha tratado por este medio de establecer sobre bases sólidas el edificio de la prosperidad física y moral de estos pueblos que dignamente ha puesto en sus manos nuestro amado soberano Fernando VII". Más allá de la obsecuencia para con el virrey y el "amado" Fernando, a escasas semanas de probársele con todas las letras que no se lo amaba para nada, queda en pie que la existencia de una academia de música clásica era bienvenida como síntoma cultural.
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Otra cosa fue el 25 de Mayo de 1910. En diez décadas, el país había crecido de manera prodigiosa y recibía al centenario con esa euforia nacida de la confianza en el futuro de la Nación. Un solo dato: en el actual Teatro Colón, que se había inaugurado dos años antes, se ofrecieron en 1910 veinte títulos de óperas, con varias reediciones cada uno: el 24 de mayo "La traviata" y el 25, "Rigoletto". Hubo además 62 representaciones de una compañía española de ópera y 7 conciertos. En suma, un total de 145 funciones en un solo teatro, es decir una función cada dos o tres días.
En la actualidad, el 25 de Mayo es esperado para hacer turismo (que no siempre es síntoma de felicidad) y no para festejar la fecha patria; menos aún para entregarse a placeres estéticos. Si no me equivoco, esta ausencia de música en épocas festivas (sea religiosas o patrias) es un fenómeno local, que empezó a cobrar cuerpo en las últimas décadas y hoy se asemeja sospechosamente a un camino sin retorno.
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