
Impecable presentación de Ralph Votapek
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Recital del pianista Ralph Votapek. Programa: Sonata N° 6, en Fa Mayor, Op. 10, de Ludwig van Beethoven; "Davidbündlertänze", de Robert Schumann; Sonata (1918), de Charles T. Griffes, y "Gaspard de la Nuit", de Maurice Ravel. Organizado por la Asociación Wagneriana de Buenos Aires. Teatro Nacional Cervantes.
Nuestra opinión: Muy bueno
Sorprendió el recital de Ralph Votapek, pianista de impecable dominio técnico por la utilización de un piano de media cola. Pero las dimensiones más íntimas de la sala y las más que aceptables condiciones de sonido del instrumento no llegaron a perjudicar al artista, que pudo demostrar una vez más que es un músico sobrio, respetuoso de los autores y estilos que aborda.
Así como fue acertado en su visión del Beeethoven anterior a la finalización del siglo XVIII, su ejecución se caracterizó por una muy clara articulación y por destacar con tino los contrastes de la obra; en este sentido, ya está la marca del creador que vislumbra otro futuro. Luego llegó la serie de dieciocho piezas características que constituyen las "Danzas de la cofradía de David", de Robert Schumann, que dibujan admirablemente el estado emocional del creador, expresado de modo al que se podría denominar romántico.
En este punto, se habría preferido escuchar la obra de Schumann sin el prólogo beethoveniano, por tratarse de una obra poco ejecutada y muy significativa, que reclama especial concentración del oyente. No obstante, la justeza de la entrega de Votapek fue suficiente para provocar un cálido aplauso del público. En la segunda parte se tuvo la oportunidad de apreciar la Sonata para piano, escrita en 1918 y publicada en 1921, del compositor norteamericano Charles Griffes (1884-1920) que, por su estructura formal y su original lenguaje armónico, se ubica entre las obras más importantes de la música norteamericana de la primera mitad del siglo pasado, y aquí el pianista, consustanciado con la obra, ofreció una versión sin mácula.
Más allá de la sobriedad del artista, su más brillante momento fue cuando entró en el mundo sonoro voluptuoso y a la vez trasparente de Maurice Ravel, en una composición que constituye una de sus cumbres creadoras y se ejemplifica admirablemente a partir de los tres poemas de "Gaspar de la Nuit", del escritor Aloysius Bertrand; el primero, "Ondine", culto por lo nocturno y sus sortilegios; el segundo, "Le Gibet", macabro y desconcertante, y el tercero, "Scarbo", enano de caprichosas y vertiginosas peripecias.
La obra de Ravel es un monumento emblemático de la creación musical para el piano, porque a través de todas las propuestas técnicas que exige la partitura viene a demostrar como pocas las infinitas posibilidades del instrumento y de diez instrumentistas (los dedos de ambas manos del pianista) trasformados en una verdadera orquesta, en este caso las de Votapek, para quien no hay secretos ni dificultades inabordables con pulcritud.
El público manifestó su aprobación por el artista, que agregó tres obras fuera de programa: "Tango", de Igor Stravinsky; "Cubana", de Manuel de Falla, y un clásico de George Gershwing.





