Jesse Malin, el pionero del hardcore y amigo de Bruce Springsteen que busca volver a caminar en Buenos Aires
Músico de culto, perdió la movilidad tras sufrir un raro infarto en la médula ósea y encontró aquí un tratamiento médico experimental con células madre; se presentará por primera vez en el país
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Aunque tiene 45 años de trayectoria, Jesse Malin conoció la Argentina recién en 2023, pero tocará por primera vez frente al público local el 20 de junio en La Tangente. “Cuando estaba en mi antigua banda, D Generation, giramos con The Ramones y Joey y Johnny nos contaron lo genial que era Buenos Aires. Tuvimos ofertas para venir, pero nunca se concretaron. Después de todo lo que pasé, estoy agradecido por poder tocar mi música de nuevo”, dice a LA NACION en una charla íntima en el hotel que lo alberga desde hace seis meses, en la que elabora cada respuesta al detalle y toma notas. “Estoy escribiendo una obra sobre mi vida”, advierte, para luego anunciar que el año próximo editará las memorias que escribió durante su residencia porteña.
Pionero de la escena hardcore neoyorkina con el grupo Heart Attack y músico de culto como solista, Malin encontró en Buenos Aires un tratamiento experimental con células madre con el que, junto con la fisioterapia, busca volver a caminar tras sufrir un infarto medular, una rara lesión en la médula ósea que le quitó movilidad y lo mantuvo alejado de los escenarios hasta el año pasado. Tras su primera visita en 2023, regresó en 2024 para continuar su proceso de recuperación y ahora culminará su tercera estadía en la ciudad con un recital acompañado por su guitarrista Derek Cruz y una banda integrada por músicos argentinos, entre los que se encuentran el ¿ex? bajista de Attaque 77, Luciano Scaglione y Gori de Fantasmagoria. “Aunque no siento las piernas, logré ponerme de pie”, afirma exultante.
-¿Cómo terminó un norteamericano bajo un tratamiento médico en Argentina?
-En 2023 estaba en un evento conmemorando el primer aniversario de la muerte de mi mejor amigo y compañero de banda Howie Pyro, cuando empecé a sentir una sensación extraña en las piernas y en las caderas. Me dio mucho dolor y terminé tres meses postrado en los hospitales más importantes de Nueva York. Los médicos no tenían mucha experiencia en infartos medulares y no eran optimistas respecto de mi recuperación. Mis amigos sugirieron que probara medicinas alternativas y una amiga descubrió que acá había un médico que había estado estudiando las células madre por más de 30 años, algo que en los Estados Unidos no está del todo permitido. Vivo en una casa que se accede por escalera, así que no podía llegar hasta ahí, y el seguro médico no iba a pagar mis gastos cuando me dieran el alta, así que vine a la Argentina asustado porque no hablo español ni puedo caminar. Estaba muy nervioso, pero al poco tiempo descubrí que aquí la gente es compasiva, inteligente y trabajadora. Yo corro, soy vegetariano y nunca fumé ni consumí drogas. Siempre cuidé mi cuerpo y a los 50 seguía lanzándome al público durante los shows, así que lo que sufrí fue muy impactante. No sabía si iba a poder volver a tocar. Trabajé muy duro, y con la combinación de células madre y fisioterapia logré pararme y hacer trabajar los músculos, aunque no tenga sensibilidad.

-¿Cómo resultó tu estadía en el país?
-Al principio no comprendía bien este lugar, no salgo demasiado, pero sé que la gente es apasionada y ama el rock and roll. En la calle veo muchas personas vistiendo remeras de The Rolling Stones, Ramones o Nirvana. También escuché la música de Charly García y creo que es genial. Hablando con las personas que conocí, o incluso escuchando la radio en el auto que me lleva a la clínica todos los días, aunque no entiendo mucho el idioma, me hago una idea de lo que los argentinos tienen en la cabeza, que al igual que los norteamericanos, pelean por sobrevivir. Éste es un lugar único, al que le escribí una canción que se llama “Argentina” y habla de la primera vez que estuve acá, del miedo que tenía, pero también de seguir luchando. Sigo creyendo que voy a volver a ponerme de pie.
Con emoción
-Después de tanto trabajo, lo estás logrando. El año pasado regresaste a los escenarios con un concierto que organizaste para recaudar fondos para tu tratamiento donde te acompañaron músicos amigos, como Elvis Costello y Jakob Dylan. ¿Cómo lo viviste?
-Fue muy emotivo, nunca había pasado tanto tiempo sin tocar. En la primera canción ya estaba llorando. Puse un soporte de micrófono en mi sala de estar y con mi terapeuta estuve siete meses trabajando para poder levantarme. ¡Toco rock and roll, cómo no voy a pararme! En ese tiempo me caí y me sostuvieron muchas veces. En el escenario, sin nadie alrededor y frente a tres mil personas, estaba nervioso, pero logré hacerlo y fue liberador.

-Muchos de esos amigos que estuvieron ese día también participaron de un álbum tributo a tus canciones, Silver Patron Saints, en el que participan Billy Joe Armstrong de Green Day y Bruce Springsteen. ¿Cómo surgió ese proyecto?
-Tanto mi actual como mi antiguo manager tuvieron la idea para recaudar fondos para mi tratamiento. Se juntaron con Daniel Glass, dueño del sello que lanzó a D Generation, y mientras estaba en el hospital, y luego en la Argentina, le pidieron a todos esos músicos que grabaran mis canciones. No lo esperaba y fue muy edificante.
-¿Cómo llegaste a grabar y a tocar con Springsteen?
-Lo conocí en un concierto benéfico en Nueva Jersey. Volví a mi camarín y lo encontré allí con su esposa. Me dijo que le gustó la versión de su canción “Hungry Heart” que había grabado y que había escuchado buenos comentarios de mi primer álbum, The Fine Art of Self-Destruction, que produjo Ryan Adams, pero que no lo tenía. Le di una copia y meses más tarde me llamó para decirme que le había encantado y que quería invitarme a tocar con él mis propias canciones en unos shows a beneficio que estaba organizando para Navidad en Asbury Park. Tiempo después, aceptó grabar conmigo “Broken Radio”, una composición que escribí para mi madre. Cuando estuve internado, vino a visitarme y se puso en contacto conmigo mientras estaba de gira. Todas las historias sobre lo solidario y buen tipo que es él son ciertas.
Días intensos
-Al frente de Heart Attack fuiste uno de los fundadores de la escena hardcore de Nueva York en los 80. ¿Qué recordás de esos días?
-Me metí en el punk a los 13 o 14 años, pero cuando fui al CBGB me dijeron que el género estaba acabado, que The Ramones estaban haciendo música pop, que Blondie era disco y que Johnny Thunders era un yonki que estaba destrozado. Me dijeron que debía probar otra cosa, como rockabilly o new romantic, pero yo era adolescente y no iba a usar trajes de pirata ni nada de eso. Era joven, estaba enojado y Ronald Reagan era el presidente. Solo quería hacer algo rápido e intenso. Caminando por Nueva York encontré posters que decían Bad Brains, Stimulators y False Prophets que me llevaron como migas de pan a ver bandas que tocaban en clubes ilegales de madrugada. Después de verlas, con Heart Attack empezamos a acelerar nuestra música y a principios de los 80 sacamos “God is Dead”, el primer single de hardcore de Nueva York. Nuestras canciones duraban un minuto, teníamos ese tiempo para descargar toda la rabia acumulada y decir todo lo que pensábamos del mundo, desde el divorcio de mis padres hasta lo diferente que me sentía en la escuela. El hardcore era diferente al punk, era algo nuevo. Si no podíamos salir en las revistas, hacíamos un fanzine. Si no conseguíamos un contrato discográfico, creábamos nuestro propio sello. Si no teníamos donde tocar, íbamos al sótano de una casa y organizábamos un show.

-¿Cómo fue llevar adelante un proyecto como D Generation, que reivindicaba el rock crudo de los 60, en un contexto en el que predominaban el punk, el grunge y la música alternativa?
-Los 90 fueron una década extraña y con D Generation estábamos un poco solos. No creo que nadie estuviera tocando ese tipo de rock and roll, llegamos antes que The Strokes o The White Stripes. Fue un período en el que todos llevaban ropa deportiva y no tenían nada de suciedad y nosotros tratamos de ser una reacción al grunge tratando de parecer una pandilla, como los New York Dolls o los Sex Pistols. Hacíamos una música que no estaba de moda y si bien éramos populares en algunas ciudades, en la América profunda nos odiaban.
-¿Cómo fue tu proceso de transición desde el hardcore rabioso hasta el sonido de rock más clásico y folkie que desarrollaste como solista?
-Mis canciones no hablan de tetas y autos, sino que tienen letras sociales, políticas y rebeldes con cuestiones de la vida cotidiana. Para mí hay una línea entre Woody Guthrie, Pete Seeger, Johnny Cash, Jerry Lee Lewis y Bob Dylan, hasta Joe Strummer y Bruce Springsteen. Ya sea haciendo hardcore o folk, todo se trata de actitud, solo que viene en un empaque diferente. Cuando empecé mi carrera en solitario quise hacer una música más tranquila porque con D Generation tocábamos muy ruidoso y nadie estaba escuchando las letras, solo hablaban de nuestro pelo y nuestros zapatos, así que empecé a susurrar. Podés gritar para llamar la atención de la gente, pero a veces si hablás bajo también te van a escuchar.
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