La joya oculta de la avant-garde local vuelve a cargar las armas de ruido
Carlos Alonso tiene 69 años y es un desconocido para el público masivo; pero con su grupo Uno x Uno, con una historia fascinante, hace décadas que destila ambient, noise, rock y beat experimentales de espaldas a las modas
La escena -¿brumosa?, ¿misteriosa?- puede darse en un antro del conurbano profundo. Pero también en un club moderno de la Capital. Ocurre cuando un trío comandado por un músico de lentes negros y canoso llega al lugar, sube al escenario y sin mediar palabra da comienzo a un set que envuelve el ambiente y desfragmenta la realidad. Un viaje musical hecho en los márgenes que por ausencia de impostura ahuyenta esnobs y acerca curiosos. El efecto es tal que al finalizar la presentación no pocos suelen preguntarles de dónde son y cómo pueden conseguir más de ellos. "Nos dicen: ¿cómo es que hasta ahora no supe nada de ustedes?", cuenta divertido Carlos Alonso, el canoso en cuestión y cerebro musical detrás de este trío avant-garde llamado Uno x Uno, que pese a llevar casi treinta años de recorrido todavía reluce como joya a descubrir. Un pionero del arte musical electrónico y experimental que trabaja sin pausa del espaldas a las luces...
"Uno x Uno es mi forma de expresarme, algo dinámico y mutante, pero con un eje genuino desde que comenzó hasta hoy", dice en la previa de una performance entre ambient y noise (también las hay instrumentales y libres; minimalistas y rockeras, o directamente inclasificables) que puede encontrarse en YouTube y que un poco resume su pensamiento. "Básicamente tocamos lo que en cada momento nos hace sentir bien. Buscamos la música en su estado más puro", afirma ahora quien vive de toda la vida en San Miguel, es ingeniero y profesor universitario, fue precursor del uso de la electrónica en el rock under (y no-under) de los ochenta. Y ronda unos jóvenes 69 años sin una arruga que lastime su inspirada visión corriente de eso que llamamos arte y está al alcance de la mano si no lo ponemos en un altar.
"Siempre fui el más chico de los grupos donde estuve y de repente soy el más grande. Aunque me siguen diciendo que soy joven", bromea quien en efecto ya había pasado por varias bandas perdidas del rock argentino (algunos nombres: Brujos, instrumental tipo surf de los sesenta; Otoño, rock sinfónico de los setenta) cuando a mediados de los ochenta arrancó con Uno x Uno como proyecto unipersonal. "Tenía 35 y venía de la frustración de un grupo anterior", cuenta Alonso, que entonces -cuando las hojas de la primavera alfonsinista ya empezaban a caer secas- se encerró con una computadora, una caja de ritmos, varios pedales de efectos y el bajo, su instrumento hasta ese momento, a experimentar. A ver qué pasaba.
El resultado -ya con un formato banda- fue Infinito cercano (1987), en el que se vio sintonizando con los audios sintéticos, claustrofóbicos y oscuros del underground de la época, aunque con letras y timbres de voz que espantaban cualquier lirismo. "Un estilo de canto que sonaba como una cruza de Ricardo Mollo en el peor día de su vida y David Thomas de Pere Ubu cantando una octava más abajo y en plan tanguero", describe el periodista Leandro Uría en un excelente perfil incluido en Gente que no (Piloto de Tormenta, 2009), libro que rescata el derrotero de las bandas que -como Uno x Uno- fueron la contracara de esa efervescencia pop y moderna del retorno de la democracia. Su maldito lado B. "Un cóctel electrónico, industrial, con percusiones fuertes que suenan new age antes del new age", completa Uría en el retrato.
Así, con shows que eran en sí mismos una experiencia intensa y fuera de lo habitual ("en la presentación del primer disco terminó subiendo al escenario la policía por una confusión con los dueños del lugar. Y como no dejamos de tocar la gente pensó que era parte de una performance que luego salió en Clarín, porque justo había un periodista cubriendo el show", recuerda) y, al mismo tiempo, con el apoyo al principio de Catálogo Incierto, el sello de Melero, que los alentó a que continuaran su búsqueda libre y arisca (aunque no exenta de absurdo y humor), Uno x Uno se fue convirtiendo en una banda de culto cuyos CD descatalogados hoy cotizan casi 4000 pesos en Mercado Libre. "Nunca fue nuestra intención", reafirma Alonso, que efectivamente siempre se mantuvo lejos de la complacencia: en los ochenta, por caso, cuando frecuentaba el ambiente electrónico, solía recibir la queja de sus pares por el público punk que los iba a ver (que claramente no guardaba las formas), mientras que en los noventa, cuando incorporaron batería y guitarra, quienes se molestaron fueron algunos de sus primeros seguidores, que rechazaban ese giro rockero. "Lo que no entendieron es que para nosotros tanto un formato como el otro son diversas maneras de alcanzar nuestra expresión. Por eso ahora ambas formas conviven".
Hoy, y con más de una decena de discos de estudio en su haber -se recomiendan Flores japonesas, de 1997, e Impresionante, de 2014, para adentrarse en su discografía-, Uno x Uno vive un tiempo bastante más a gusto que el de sus inicios. Y es que, a diferencia de lo que sucedía antes, cuando afloraba cierta incomprensión, ahora son más las bandas con las que Carlos siente afinidad y ganas de compartir fechas. Algunas de fuerte actividad en la zona oeste que nombra son Willy Pérez (chequear el documental Minianimalista), El Éter de los Siniestros y Asteroide, a los que pueden sumarse grupos de sellos también fructíferos como Pakapi, Noseso y Postales. Para ilustrar esta sintonía en sentido amplio, Alonso recuerda un momento ocurrido durante una de las ediciones del Encuentro de Música Experimental realizado bajo su dirección en la UNGS y del que participaron músicos experimentales hoy reconocidos como Romeo (Klaus), Fernando Kabusacki y Alan Courtis (Reynols), entre otros.
"En un momento estábamos en el camarín y uno de ellos dijo: ?Lo que pasa es que a todos los que estamos acá nos descubriste vos, Carlos'. Claro, ahí tomé conciencia de todo el tiempo que había pasado desde que arrancamos. Fue lindo que me dijeran eso", dice quien no suele mirar para atrás, solo hacia adelante, la próxima fecha, el próximo viaje sonoro, la siguiente iluminación, aunque el presente más cercano sin duda también lo alegra. "Miro alrededor y creo que estamos viviendo un momento creativo bastante parecido al del under de los ochenta. Una investigación similar". La búsqueda se expande y el arte está ahí, fuera del altar.
Próximos shows
San Miguel y el Mamba
28 de junio, en La Lupa, San Miguel, y el 23 de agosto, en el Museo de Arte Moderno de Buenos Aires.
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