
La operita que cautivó París París
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Intermedio cómico La serva padrona , de Giovanni Battista Pergolesi. Libreto de Gennaro Antonio Federico. Reparto: Marisú Pavón (Serpina), Walter Schwarz (Uberto), Sergio Pelacani (Vespone). Músicos de La Cetra: Martha Cosattini y Sergio Polizzi (violines), Martín D Elia (violonchelo) y Sergio Antonini (clavicordio). Puesta en escena y vestuario: Sergio Pelacani. Dirección musical: Sergio Antonini. Sala Batato Barea del Centro Cultural Ricardo Rojas de UBA. Próxima función: el domingo, a las 17.
Nuestra opinión: muy bueno
La serva padrona ha gozado de una permanencia ininterrumpida en los escenarios del mundo. En París, el centro cultural europeo hacia mediados del siglo XVIII, provocó un gran revuelo al ser la primera obra no francesa presentada en la Opera. A pesar de su brevedad, su carácter jocoso y de haber sido concebido como un intermezzi (en el barroco una representación breve y cómica intercalada en medio de una acción seria o solemne), dividió a los intelectuales y a la sociedad parisiense en dos bandos: los que quedaron fascinados con la novedad y los defensores de la tradición. Entre los primeros, Jean-Jacques Rousseau dedicó varios escritos alimentando la polémica, conocida como la Querella de los bufones , postulando la universalidad del lenguaje musical italiano y analizando las virtudes de su unidad y la simplificación de los recursos de la escritura musical. Sin embargo, más allá de las circunstancias provocadas en París a partir de su primera representación, su éxito no hizo más que ratificar que Giovanni Battista Pergolesi era un talento musical que hubiera adquirido renombre y una resonancia universal de no haber muerto a la edad de veintiséis años.
Sencillez y eficacia
La versión ofrecida de La serva padrona , en la Sala Batato Barea del Centro Cultural Ricardo Rojas de la Universidad de Buenos Aires, benemérita institución donde siempre se ve a una juventud inquieta por acercarse a las expresiones superiores de la cultura, se representó con una ajustada versión muy en estilo y donde los personajes burgueses mostrados al modo de commedia dell arte actuaron con llamativa eficacia como actores y aplicando la sencillez para dar con el lenguaje musical del autor.
Atinado fue el trabajo de Sergio Pelacani como responsable de la puesta y del vistoso vestuario, además de haber encarnado con muy buenos recursos de actor al personaje mudo de Vespone, en tanto que la dirección musical de Sergio Antonini, también a cargo del clave en el pequeño conjunto instrumental, tuvo seriedad y buen estilo. Sin embargo, en este punto se reiteró ese criterio discutible de aplicar el sonido "historicista", tan poco grato con las cuerdas ácidas, creyendo en una realidad que personalmente estimo endeble porque en el período del barroco italiano los violines se fabricaban para el logro de un grato sonido. Pero es justo señalar el buen desempeño de Martha Cosattini y Sergio Polizzi en los violines y de Martín D Elia en el violonchelo que ahora se los bautiza como barrocos.
La soprano Marisú Pavón se desempeñó con enorme solvencia vocal destacando musicalidad, buen gusto en el fraseo y muy segura afinación, en tanto que sus dotes de actriz sorprendieron por su prestancia, aplomo y naturalidad. Fue indudable que se estaba escuchando a una cantante bien formada en el terreno de la música antigua y con condiciones para continuar una carrera por un amplio espectro del repertorio. Por su parte, el bajo Walter Schwarz como Uberto exhibió buenos recursos de actor, y cantando las partes de mayor compromiso con voz sonora y bien timbrada. Como Pelacani fue como ya se dijo un buen Vespone, el trío recibió un largo y sostenido aplauso que en el final fue compartido para todo el equipo responsable de tan feliz iniciativa.
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