Mariana Bianchini, la artista que combatió por años el machismo en el rock local


Mariana Bianchini se sube al escenario. Se tira el piso, grita y se lastima las rodillas. El pelo. Las encías. Se lastima porque cree que ese es el precio que debe pagar por ser mujer y querer hacer rock. "Sentía que tenía que ser más rockera que los rockeros. Había muchas menos mujeres en la escena y había una necesidad en mí de demostrar", confiesa al hablar con LA NACION. La voz detrás de Panza recuerda que, en esos show, la entrega era tal que -una vez que se iban todos- se quedaba vacía y sin nada para darse a sí misma o a su entorno.
Hace seis años, el guitarrista y manager del grupo, Sergio Álvarez, decidió poner a la banda en pausa. "Yo no sigo", anunció, y Mariana -su compañera musical y esposa- comprendió la decisión. En ese momento, su segunda hija, Ludmila, tenía 6 meses y el trabajo que requería Panza era tal que los ponía en una encrucijada: "Era la banda o la familia, pero la banda podía esperar".
Sentía que tenía que ser más rockera que los rockeros
Un "nuevo comienzo" para Panza
Con el tiempo, pese a estar en ese parate, los invitaron a participar de un homenaje a Led Zeppelin, y esa experiencia les permitió revivir la mística que hay entre ellos: una mezcla única entre rock, pop, punk, jazz y avant-garde. Ahí fue que se sembró la semilla del retorno. Hoy creen que es momento de "cortar con la dulzura" y con la comodidad que sienten cada uno en su carrera solista para volver a hacer música juntos. "El motivo es el deseo y las ganas de volver a tocar fuerte, porque hace mucho que no lo hacemos con ese volumen".
Para Mariana, uno de los factores más ricos de ser parte de una banda radica en el hecho de que las ideas de cada uno están siempre negociándose y que, de esa fricción y vértigo, nacen los canciones. Según dice, componer para Panza la obligó a exigirse más "para buscar la voz que podría tener este engendro mutante nuevo, con historial, que arrastra una mochila pero que, a la vez, vive sus batallas, queda derrotado y herido, y vuelve reluciente". Y ese es el mensaje que resuena en "Guillotina", el primer adelanto del disco que saldrá en noviembre.
Tal como remarca la artista, esta vez los límites son distintos a los de esa primera etapa con la banda, que comenzó en 1998. "Muchos decían: 'es la vuelta de Panza', pero no sé si vuelve, porque nosotros ya no somos los mismos. De alguna forma es un nuevo comienzo. Es como si la casa se hubiera reconstruido con ladrillos nuevos. Es el mismo lugar, está el mismo espíritu, pero construimos con otra edad, con otro momento en la vida y con otras ganas", asegura. "El rock es la esencia de la música que nos mueve, y donde sentimos la libertad y la transgresión. Queremos reivindicar el estilo".
El paso del tiempo trajo para ella una reflexión sobre el cuidado de su cuerpo y de su entorno. Esta cantante siente la necesidad de trazarse un camino en los shows que la limite a cuidarse y que, a la vez, potencie el juego. Por eso usa vestuarios que le complican los movimientos: polleras gigantes, ropa hecha de cartón, máscaras. "A veces es simplemente usar zapatos, en vez de zapatillas, o no tocar descalza porque casi me muero electrocutada treinta mil veces. Ya está, eso no se volvería a repetir, y creo que eso tiene que ver con la experiencia, la terapia y la edad".

Lucirse en un lugar donde otros esperan ver a un hombre
Cuando comenzó, le gustaba el factor sorpresa que generaba al "estar en un lugar donde la gente espera ver un hombre". Ella sentía que la primera sensación que se generaba al ver que la principal voz de la banda era una mujer era la decepción, y que su desafío era romper ese estigma. Según dice, en ese entonces resonaba mucho la frase de que alguien tocaba o cantaba "como un chabón", como si "ese poder le correspondiera a los hombres".
Las trabas por ser mujer y querer hacer rock no provenían ni de ella misma ni de su banda, sino que eran límites que se le imponían desde afuera; por parte de la industria y de los medios, principalmente al querer hacer sonar sus canciones en la radio. "Pensábamos que íbamos a conquistar el mundo, y ahí aparecían los: 'pero una banda donde canta una chica no rota en cualquier lugar’; ‘no sé dónde va a sonar'". Una vez un manager se sinceró y les dijo: "No va a sonar en la radio porque canta Mariana". "Yo era la culpable", dice, y su risa refleja que sabe que el problema no estaba en ella, sino en un sistema que la excedía.
Era violenta la propuesta de una mina que hasta se lastimaba en el escenario
Esas frases le iban coartando el camino. "No había forma de clasificar a la banda porque tampoco era una banda de una chica que cantara lindo, agradable y en una postura conocida. Era violenta la propuesta de una mina que hasta se lastimaba en el escenario", reflexiona. Y añade que ella naturalizaba esas expresiones machistas pero que, luego, al hablar con otras artistas puedo reconocer el patrón.
En muchas ocasiones, cuando estaba arriba del escenario preparando la puesta para el show, se chocó con comentarios como: "Las chicas abajo" o "las groupies y las novias de los músicos atrás". En otras tantas vivió maltratos en las pruebas de sonido y recuerda que, en la previa de un evento, al verla, un hombre lanzó: "Yo para escuchar una mina que grita tengo a mi señora".

Los juegos de la infancia, mezclados con el rock
Lejos de desanimarla, estas cuestiones se tradujeron en una Mariana "más violenta, agresiva, aguerrida y rockera". Pero hoy ya no le interesa demostrar nada. En algún punto, solo quiere volver a divertirse en el escenario. "Cuando era chica mi juego era sacarle la bijouterie de los cajoncitos a mi abuela y ponérmela, y ese juego de toda la infancia lo llevé al show. Tengo una pollera con cajoncitos y voy sacando de ahí elementos que aparecen en las canciones", dice, y deja entrever que en el fondo es una gran soñadora que persigue la felicidad en medio de sus canciones.
Quizás eso explique la existencia de personajes ficcionados en sus letras. Por ejemplo, en Fantasías, un tema que suena en su primer disco solista, lanzado en 2003, Mariana canta "para salvarme viene volando el hada de los enanos de jardín embarazados", como una forma de gritarse a sí misma: "Crecé, no existen los enanos de jardín embarazos así que nadie te va a salvar".
Diecisiete años más tarde, es justamente este personaje el que vuelve a aparecer convertido en el arte de tapa de "Guillotina". Eligieron esta canción para reaparecer en escena por lo que representa para ellos. "Es esta idea de que todos seguimos de pie. Nadie afloja. Estamos heridos pero seguimos sobreviviendo", dice la cantante, y bromea: "El disco tenía que salir este año, el año que viene no sabemos si vamos a estar vivos".
Para ella, musicalmente esta propuesta es superadora de la anterior por "cómo suena la banda sola"; que, además de contar con ella y Álvarez, está integrado por Julián "Lulo" Isod (baterista de Ciro y los Persas) y por el bajista Franco Fontanarrosa.
Una casa de estrellas de rock
Debajo del escenario, con Sergio Ávarez lideran otro cuarteto, que completan sus hijos: Iván y Ludmila."Es como vivir con tres estrellas de rock, donde cada miembro de la familia tiene su propio mundo: Sergio con la guitarra, Iván con el piano y Ludmila con YouTube", describe y cuenta que su mayor anhelo es formar una banda entre toda la familia y viajar juntos en una combi. "Vivir con Iván es como vivir con Bruce Dickinson, el cantante de Iron Maiden. De hecho, le gusta el metal. Yo creo que en algún momento lo puedo llegar a convencer. Con Ludmi, que es súper rebelde, ya no sé. Es muy punk. Si toca no va a ser con los padres".
Como cada uno de ellos, Mariana también tiene sus mundos, y necesita de ellos para mantenerse en pie. Cinco años atrás apeló a su imaginación para escapar de la locura y creó "Informes desde Villa Estruendo", un libro de cuentos e ilustraciones que inventó para que su hijo se durmiera. "Estaba entre el sueño y la vigilia, y fui creando personajes con los muñecos que estaban tirados en el piso". Hoy su escape vuelve a ser el rock. "Debo ser como un demonio enjaulado. Mi vida es súper tranquila, pero creo que el equilibrio está ahí: en poder jugar un rato en el escenario como cuando era chica. Cuando no hago shows, como en este momento, desequilibro un poco. A todos los músicos nos pasa de necesitar tocar para poder estar bien".
Otras noticias de Hoy
- 1
Rob Halford: su pasión por el metal, la liberación que sintió al hablar de su homosexualidad y lo que lo “saca de quicio”
- 2
Quién se va de Gran Hermano este domingo 27 de abril, según las encuestas
- 3
Antonela Roccuzzo mostró el lujoso regalo de bienvenida que recibió en New York
- 4
Flavia Pittella: el recuerdo de su mejor amigo, Jorge Lanata, y la obra de teatro sobre el amor que honra su legado