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Murió Osvaldo Avena
Docente y gran compositor
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Guitarrista, docente, compositor, Osvaldo Avena se fue el 14 del actual. Silenciosamente. Sólo lo supieron sus allegados. Don Osvaldo contaba, entre sus mejores recuerdos, haber acompañado a Mercedes Sosa, Susana Rinaldi, José Angel Trelles, Graciela Susana.
Nació en Buenos Aires el 14 de agosto de 1921 en el viejo barrio de Palermo, de donde nunca se fue. Su papá había sido bandoneonista de Juan Maglio (Pacho), Roberto Firpo y Osvaldo Fresedo. Osvaldo ya en el 37 se había convertido en músico profesional que acompañaba a prestigiosos payadores. Integrante de La Mejicanita, recorrió Europa, América Central y América del Sur. Luego fundó el Trío Azul. Desde 1962 se consagró al tango y la docencia. Su tango “Esta ciudad”, con letra de Héctor Negro, conquistó el primer premio en el Festival Odol de la Canción. También compuso temas con Armando Tejada Gómez y Cátulo Castillo.
Entre sus canciones más conocidas cabe citar la milonga “Para cantarle a mi gente”. Y entre las instrumentales “Tangata a Celedonio”, “Preludio y milonga”... En 1974 el sello Trova editó su primer disco. El músico se confesó admirador de Roberto Grela y Django Reinhardt.
Avena fue conocido, a mediados de los años setenta, en América latina y en la Unión Soviética, donde en una gira de seis meses tocó solo y acompañó a la destacada cantante colombiana Leonor González Mina.
Entre sus aportes cabe mencionar su musicalización de los poemas de Bartolomé Hidalgo. Pero quizá su mejor legado sea el realizado en el terreno de la milonga urbana, a la que dotó de vitalidad y originalidad, renovando el acompañamiento, sobre todo en el tratamiento armónico y en el refinado fraseo. Prueba de ello es la grabación póstuma de “El milongazo”, que narra musicalmente la historia de este ritmo, desde el payador hasta la era cibernética del sintetizador. Lo registró junto a músicos como Carlos Barral, Obi Homer y César Franov.
Avena había cumplido 81 años. Sus restos fueron inhumados en el panteón de Sadaic, en la Chacarita.
Por René Vargas Vera
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