
Por una alabanza de la música en vivo
La banda de Esaín presenta hoy sus nuevas canciones
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"Ese día no importa nada y somos los reyes del mundo", escribe Mariano Esaín en el mail con el que anuncia la presentación del nuevo álbum de Valle de Muñecas, esta noche, en La Trastienda. "Cuando suene el último acorde habrá terminado y ninguna grabación ni ningún video va a transportarte exactamente ahí. Por eso, no te quedes en tu casa, que el rock es en vivo. Y el vivo es efímero."
A pesar de haber recibido el año pasado el premio Konex en reconocimiento a su trayectoria como productor, junto a colegas consagrados internacionalmente como Gustavo Santaolalla, Cachorro López, la dupla Guyot-Toth y Tweety González, Esaín -también conocido como Manza-, lejos de embelesarse con el confortable sillón del mandamás, sigue fascinado como el primer día por esa energía única que se produce, guitarra eléctrica en mano, arriba de un escenario. "Yo no sé si les pasa a todos los músicos o si sucede lo mismo con todas las músicas, pero para mí el vivo es adrenalina. Tiene que ver con lo que me llamó la atención cuando era chico para tocar esta música. Sé que ese momento es único, ahí todo el mundo desaparece. Es efímero, porque terminó el show y se acabó y no va a haber otro igual. Eso está buenísimo. Cuando uno está haciendo un disco está haciendo algo que va a perdurar en el tiempo y alguien lo va a escuchar 5, 20 o 30 años después y va a ser el mismo disco. El vivo no es así", declama este músico que transita la autopista del rock desde hace ya 25 años.
-¿Por qué creés que muchos de los músicos que encuentran un lugar en la producción artística, por lo general, no vuelven al circuito de shows?
-Quizá se dan cuenta de que disfrutan mucho más de la producción; no sé. Tal vez para un líder-compositor-cantante como yo sea más difícil dejar de tocar, pero para alguien que está en otra posición, que toca todos los fines de semana, se acuesta a las cuatro de la mañana y tiene que ir a ensayar todos los días, el trabajo más cómodo y racional de un estudio le puede resultar tentador. Para mí es un trabajo donde uno puede poner la misma cantidad de musicalidad y de ideas que cuando estás tocando. No tiene la adrenalina ni la emoción del momento del show pero, bueno, son dos cosas muy distintas. Yo las disfruto por igual, de maneras muy diferentes. Una es un proceso muy racional y la otra, muy emocional.
Así las cosas, esta noche Manza dejará a su ser productor en casa mirando la tele y aprovechará la ocasión para soltar a su animal escénico en lo que será la presentación oficial de El final de las primaveras, cuarto álbum de Valle de Muñecas, la banda que comparte con su hermano Luciano "Lulo" Esaín en batería, Mariano López Gringauz en bajo y Fernando Blanco en guitarra.
El final de las primaveras viaja en la misma dirección compositiva que su antecesor, La autopista corre del océano hasta el amanecer, pero recupera al mismo tiempo cierta urgencia de su primer disco, Días de suerte. Como si lo conceptual en Valle de Muñecas se presentara a través de toda su discografía y no en determinado álbum. "Uno siempre está componiendo y, a pesar de que va escuchando cosas nuevas o distintas, hay un sonido más o menos reconocible que recorre todas las cosas que hice desde Menos que Cero [N. de la R.: la banda anterior de Esaín] hasta ahora, que tienen que ver con el color de la voz, con el tipo de sonidos de guitarra -sugiere-. No hay canciones compuestas de manera radicalmente diferente a lo largo de la carrera de Valle de Muñecas. Lo que va cambiando es otra cosa, el tipo de arreglo, el tipo de color de la grabación; cada tanto hay alguna canción diferente, pero en general hay como un tipo de canción similar y lo que cambia es la manera de vestirla."
-En un punto, la canción sigue siendo la misma...
-No exactamente, pero sí. Incluso cuando escucho el primer disco de Menos que Cero lo encuentro completamente coherente al lado de este último de Valle de Muñecas. Porque cuando arrancamos con Menos que Cero en 1994, había ciertas premisas que hoy, más de 20 años después, siguen estando: que la banda sea potente en vivo, la preponderancia de las guitarras, la importancia de las letras... no digo que sean poesía, pero tampoco cantar boludeces, no llenar agujeros porque sí. Todo eso sigue estando.
Será su forma de cantar, ese sonido de guitarras envolventes o unos cuantos versos perfectos (sin ir muy lejos, el que abre el álbum: "una brisa fugaz y el zumbido del mar en las entrañas", o aquel otro que canta en "Las cosas perdidas": "lo que duele es desenterrar nuestra inocencia, nuestro animal, y volver a encontrar las cosas que estaban perdidas, cuando apenas empezábamos a caminar"), pero lo cierto es que buena parte del encanto de las canciones de Manza es que parecen flotar en una melancolía constante que atrapa a cualquier alma sensible que se cruce. Él dice que siempre que se habla de su música aparece la palabra "melancolía", que una y otra vez intenta entender qué significa esa suerte de definición sobre su obra, que a veces logra comprender por dónde va el asunto, pero que yendo al estricto significado de la palabra, el diccionario habla de cierta añoranza y ahí concluye su analítico ensayo: "En mis letras no hay nada que añore. Sí entiendo que la idea que tiene el inconsciente colectivo sobre la melancolía se escucha en las melodías, en los acordes quizá, pero yo no soy melancólico".
Valle de Muñecas
Presenta El final de las primaveras
La Trastienda, Balcarce 460
Hoy, a las 23.
Tres discos clave
1) Menos que Cero (1999)
Después de tres años de pulir sus canciones, el trío que Manza compartía con Diego Vila y Fernando Minimal edita su luminoso debut.
2) Flopa Manza Minimal (2003)
Otra vez en trío, pero de guitarras acústicas. Una formación y un álbum que cambió la forma de hacer música en la escena porteña. Suerte de eslabón entre el Acusticazo argentino de los años 70 y el Tribalistas de Marisa Monte, Antunes y Carlinhos Brown.
3?El final de las primaveras (2015)
Un disco que parece lograr la madurez de Valle de Muñecas, con el equilibrio justo entre la producción siempre obsesiva de Manza y el sonido potente del vivo del cuarteto.
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