En un álbum largo pero consistente, el rapero les recuerda a todos por qué es el gran poeta de la generación sub-35
Drake - ‘Scorpion’
Universal - 3 estrellas y media
Drake empezó a trabajar en Scorpion hace seis meses. En un contexto de lanzamientos sorpresa y momentos descartables, él es una de las últimas estrellas que todavía busca tener la ubicuidad típica de los 90: singles editados con apenas meses de separación, videos musicales impactantes (gracias a la joven directora Karena Evans) e historias en la prensa sensacionalista. Scorpion, su quinto disco oficial –el noveno si se cuentan los mixtapes y las playlists de su catálogo– se mantiene en esa tradición. Es el disco más ambicioso de la carrera de Drake, y ofrece sampleos de Michael Jackson, bases con el sonido más caro de la música moderna y más canciones de las que cualquiera podría absorber.
Si bien se hablará mucho sobre las circunstancias que llevaron a este disco doble –la derrota absoluta y categórica de Drake en la pelea con Pusha-T–, está claro que Scorpion no es una respuesta a “The Story of Adidon”, el tema en el que Pusha lo acusaba de esconder la existencia de un hijo. Más allá de una canción para ese hijo y varias referencias indirectas, Drake no parece muy preocupado por referirse al tema.
Con una hora y media de duración, el peso de Scorpion es un poco entumecedor. Aún así, no hay canciones obvias para descartar. “I’m Upset”, probablemente el peor single de la carrera de Drake, funciona entre los destacados “God’s Plan” y “8 Out Of 10”. “Nice For What” y “Summer Games” son destellos de alegría en medio de la melancolía, pero también son dos de las mejores canciones del disco (y, en el caso de “Nice For What”, probablemente la mejor de su carrera). “Ratchet Happy Birthday” es la canción más ligera del disco, pero probablemente termine siendo la que más se escuche durante los próximos diez años, gracias a la decisión audaz de hacer una canción de cumpleaños en 2018. No hay ninguna canción incompetente –es más consistente que la mezcla de géneros de More Life–, y todas tienen sus momentos.
Tanto el Lado A como el Lado B del álbum funcionarían mejor como discos separados, ya que cada uno es una declaración autosuficiente, concisa y robusta, que ejecutan visiones claras y diferentes: el Lado A es el disco de rap mordaz con tintes sureños, mientras que el Lado B es el lecho narcótico para el primer proyecto de Drake en años que privilegia el canto por sobre el rapeo. El problema es que en Spotify no existe algo parecido a un disco doble, sino sólo uno muy largo. Más allá de la intención, lanzar en streaming un disco de esta duración tiene un efecto “achatador”.
Del mismo modo que aquí no hay canciones malas, hay pocos momentos auténticamente preciosos, y casi ninguna sorpresa. Para aquellos que se acerquen a ver a Drake subir de nivel, está claro que está operando en el mismo escenario en el que se pasó la mayor parte de su carrera. Nadie hace lo que Drake hace tan bien como Drake, y Drake no planea ofrecernos nada diferente. Es una mejora certera respecto de lo que escuchamos antes –un pulimiento, más que una reconstrucción–, que sugiere que Drake quizás haya terminado de evolucionar, o al menos que no le interesa la evolución.
Drake es un investigador incesante de cómo la gente comunica sus desaires en las redes sociales, un talentoso antropólogo de las zonas grises de la atracción humana. Nunca perdió la capacidad de encontrar significantes que seguro van a resonar en su amplísima audiencia. Mientras Kanye West –que, hasta hace poco, desafiaba a Drake por la corona del hip-hop– quedó distanciado de cualquier cosa que se parezca a la vida americana normal, Drake sigue capturando los detalles granulares de los estilos de vida de la gente de entre 18 y 34 con una precisión infalible. Es difícil imaginar que Drake se haya tomado un Uber en su vida, pero emplea la referencia con efectividad en “Can’t Take a Joke”. Quizás sea el soltero más codiciado del mundo, pero en “Summer Games” sigue atrapado en la mala suerte de que lo deje de seguir una chica que le interesa porque empezó a seguir a su amiga.
Muchos oyentes se acercan a los discos de Drake para encontrarse con la última versión de un hombre que ha estado relatando su vida personal en los rankings de Billboard durante casi una década. Pero Drake sigue siendo él. Se atiene tanto a la autobiografía en su música que puede ser difícil diferenciar al hombre del personaje musical, y acá sigue contando las mismas historias. Incluso cuando apuesta a la madurez, en el último tema del disco, “March 14”, una carta abierta a su hijo, el efecto es más precavido que conmovedor, y está muy lejos de la sentimentalidad abierta de las viejas canciones de Drake (como “Look What You’ve Done”, de 2011). El tema de ser Drake tiene un aspecto tedioso, una paranoia desgastante y obsesiva. Está ahí desde Views, de 2016, y sigue estando a pesar de los cambios en su vida personal. Según Scorpion, no importa cuánto dinero acumules, cuántos premios recibas, ni cuántos hijos tengas, de todos modos vas a terminar pasando la mayor parte de tu vida mirando tu teléfono.
Brendan Klinkenberg
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