Sergio Denis, un artista popular que vivió una vida en los extremos
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En la imagen que entregaba ese hombre de canciones románticas -mientras sostenía el micrófono con una mano y con la otra quitaba de su frente el cabello de corte raya al medio que tapaba sus ojos- no había signos de una vida de extremos. Una sonrisa franca, una voz sin estridencias, que ofrecía en cada canción ese momento de tres minutos que su público deseaba o necesitaba.
Pero había detrás de esa apariencia serena una vida de extremos. Fue la que tuvo Sergio Denis, quien murió esta mañana, a los 71 años, luego de permanecer catorce meses en estado de coma por las graves consecuencias que le dejó la caída desde un escenario mientras brindaba un show, en el Teatro Mercedes Sosa de San Miguel de Tucumán.
Los extremos quedaron expuestos en la masividad de su éxito, con los hits que dejó para ese público amante de la música romántica, y en la depresión a la que lo llevaron los problemas financieros (compró un teatro e intentó hacer una puesta en valor que no resultó como esperaba) y un paro cardiorespiratorio que sufrió en 2007. Luces y sombras en alternancia constante. Y jamás renegó de ninguna. Ni del éxito ni de los momentos en los que tocó fondo, porque de todas esas situaciones habló con total franqueza, muchas veces, públicamente.

Como suele pasar con los artistas muy populares, cada vez que uno de ellos se va, las canciones quedan sonando por un tiempo. Y las de Denis van a seguir sonando, en ese amplio espectro que va de la grandilocuencia a las historias mínimas. Una vez, un equipo de fútbol se apropió de "Te quiero tanto"; y después fue otro y luego otro (ya ni siquiera es posible determinar cuál hinchada lo cantó primero durante un partido, con la letra modificada, obviamente). Otra vez, un trabajador rural que pasaba mucho tiempo arriba de un tractor y casi no veía a su familia contó que un tema de Sergio le cambió la vida. La máquina se rompió, la llevó a arreglar y cuando estaba en medio de la reparación en la radio sonó "Gigante, chiquito", que le hizo pensar cuánto valía trabajar tanto para conseguir cosas materiales y perderse de la compañía de sus hijos, a los que casi no veía. El valor de la simpleza, llevado a una canción.
Amigo, querido/ Gigante, chiquito. / Cuánto amor/ Cómo te quiero hijo mío. / Mírame siempre a los ojos/ Que en tus ojos me miro. / Amigo, querido / Travieso, bandido.
Ayudame a entender la vida / a querer ser bueno / a creerte siempre / a escucharte siempre / a pintar tu mundo / de un amor profundo.
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