Siempre se vuelve al mejor Gardel

Carlos Gardel debe de haber concebido la melodía de "Volver", una de sus obras maestras como compositor, en los últimos meses de 1934, en medio del frenesí creativo que produjo las diez novedades incluidas en "El día que me quieras" y "Tango Bar", películas filmadas en las afueras de Nueva York durante enero y febrero del año siguiente, sin imaginar que no asistiría al estreno de ninguna de las dos por culpa de la misteriosa catástrofe que le costó la vida en un aeropuerto perdido de Colombia.

Ese soliloquio sobre la angustia del regreso, que también ha quedado entre lo mejor escrito por Alfredo Le Pera, figuró en una secuencia clásica del primero de esos títulos: Gardel interpreta el extenso poema en la cubierta de un barco, con un océano proyectado como fondo y sólo dos cortes en los tres minutos que dura la pieza, una pequeña proeza técnica para la época, considerando que se negaba a filmar si no era cantando en vivo.

"El día que me quieras" resultó la mejor película de la asociación de Gardel con Le Pera y ellos lo sabían, pero seguramente ni soñaron con que se pasara en el Festival de Venecia, el único que existía entonces en el mundo. Sólo el mes pasado, con setenta y un años de demora, los autores se hicieron notar en una muestra cinematográfica todavía más importante, la de Cannes, donde "Volver" se escuchó dos veces durante la competencia oficial: cantada por su creador en "Las luces de los suburbios", de Ari Kaurismaki, y en la voz flamenca de Estrella Morente, que dobla a Penélope Cruz en el último Almodóvar, quien además se adueñó del título para el premiado film.

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Es injusto que, al contrario de lo que sucede con Cadicamo, Expósito, Castillo, Discepolo o Manzi, el nombre de Alfredo Le Pera no surja automáticamente cuando se piensa en grandes poetas tangueros, porque aunque escribió menos de treinta piezas, ni una sola es desdeñable y varias -"Mi Buenos Aires querido", "Melodía de arrabal", "Amargura", "Soledad", "Por una cabeza", "Volvió una noche"- se volvieron muestras esenciales del tango canción.

El privilegio de escribir exclusivamente para Gardel en su período de plena madurez y encima morir con él en el accidente -tenía treinta y un años y la certeza de que "es un soplo la vida"- le costó que, fuera del gran Alberto Marino y algunos imitadores sin nada que perder, pocos cantores se atrevieran a interpretar esas letras durante un cuarto de siglo, hasta que Julio Sosa demostró que era posible sobrevivir a la comparación con el mito grabando "Sus ojos se cerraron" y "Guitarra, guitarra mía" como si fuera la primera vez.

Luego se sucedieron los álbumes con obras de Le Pera: el formidable "Evocando a Gardel", de Edmundo Rivero, la interesantísima selección arreglada por Atilio Stampone para Virginia Luque y la banda sonora de la innecesaria remake de "El día que me quieras", que sirvió de pretexto para que Hugo del Carril, considerado en su juventud el sucesor natural de Gardel, grabara lo principal de su repertorio treinta años después de haberlo encarnado en una película biográfica.

No fue solamente el pánico de competir con el insuperable lo que se interpuso entre muchos buenos vocalistas y las canciones con palabras de su socio sino una temporaria pérdida de actualidad. Algunas eran danzas extranjeras -rumbas, fox-trots, jotas- que, lo mismo que las estampas camperas, sólo Gardel podía hacer funcionar como contraste en una película cuando ya había dejado de ser el cordial morocho del Abasto para reciclarse como seductor latino de un público internacional.

Quedaban sus maravillosos tangos para ser cantados de nuevo, pero por mucho tiempo resultaron extremadamente amargos y debieron aguardar a que guerras, decepciones y existencialismo prepararan oyentes de recambio en condiciones de identificarse con el pesimismo militante de Le Pera.

Eso ocurrió hace mucho. La reiteración de "Volver" en Cannes, sumada a la casualidad de que tres de los tangos elegidos por Andrés Calamaro para su flamante álbum "Tinta roja" pertenezcan a Alfredo Le Pera, confirman lo que él decía: siempre se vuelve al mejor Gardel.