
Un corazón que miró hacia el Sur
A los 74 años, la autora fue víctima de un cáncer
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Después de una larga lucha contra el cáncer, Eladia Blázquez falleció ayer a la madrugada en la clínica Bazterrica, a la edad de 74 años. Sus restos, cremados en el cementerio de la Chacarita, fueron depositados por la tarde en el Panteón de Sadaic.
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Promediaban los sesenta y el movimiento tanguero estaba en agonía: no había nuevo repertorio y las orquestas se iban diluyendo una a una. La aparición de Eladia Blázquez fue un golpe de aire fresco para el género. Con un trabajo de hormiga dentro de la nueva letrística urbana, la pianista, cantante y guitarrista sembró la semilla de una nueva canción porteña a través de himnos como "Honrar la vida".
Nació el 24 de febrero de 1931. Eladia creció en Avellaneda -rodeada del paisaje fabril, las calles de tierra y las casas de material- en un hogar de españoles "laburantes" (su padre era gallego y su madre granadina) donde el entretenimiento principal eran las grabaciones de Miguel de Molina, las lecturas de Federico García Lorca y los sainetes. Ese ambiente generó una temprana inquietud artística en Eladia.
Con sólo 8 años, la niña cantaba muy bien las coplas españolas, punteaba la guitarra y había aprendido a tocar el piano de oído. Ese talento precoz le permitió arribar como estrella infantil a la programación de LR2 Radio Argentina. Con el tiempo se perfeccionó como cantante, estudió con el maestro Luis Rubinstein, lo que le aportaría a su oficio interpretativo una ductilidad expresiva para encarar repertorio folklórico argentino y latinoamericano, baladas y tangos.
Pero fue con la composición que su arte encontró su mejor canal de comunicación. Sus primeras creaciones fueron boleros y cuplés españoles -influidos por recuerdos de la niñez- baladas y temas folklóricos, que empiezan a difundirse en medio del boom telúrico de fines de los cincuenta.
El tango apareció como un fulgor inesperado y decisivo en su obra. En 1970, el tema "Mi ciudad y mi gente" ganó el primer premio del Festival de la Canción de Buenos Aires. Fue por ese mismo año que la estampa de su pequeña aldea suburbana se impregnó en el espíritu de sus letras más populares, como "Sueño de barrilete", "Sin piel" y "Contáme una historia", que pueblan su primer disco.
Su novedoso estilo compositivo, tanto en las melodías como en las letras que actualizan el lenguaje tanguero, llamó inmediatamente la atención del ambiente tradicional de la música ciudadana que no reconocía a una letrista importante desde los tiempos de las cancionistas, durante la década del 30. En esa escena difícil, agonizante y machista, se la comenzó a llamar tímidamente "la Discépolo con faldas".
Amor por su lugar
"De Avellaneda no te puedo decir que me guste; te puedo decir que lo quiero, que es diferente", decía recurrentemente. Eladia construyó desde ese punto cardinal letras y músicas que compartió con maestros como Atilio Stampone, Astor Piazzolla, Pablo Ziegler, Osvaldo Pugliese, Chico Novarro y Héctor Negro, entre otros.
La cantautora modeló un estilo propio, donde se conjugaban la ironía, el fatalismo, el amor y cierta épica porteña, y que resumió en una obra pequeña pero sólida, donde brillaron canciones como "Honrar la vida" o "A un semejante".
Sin llegar al existencialismo de otros poetas del género, Eladia siempre trabajó sobre la coyuntura del país y la falta de una identidad cultural. Dejó piezas convincentes, temas muy populares y algunos textos más criticados, como "El precio de vencer" de 1973, o "Convencernos", compuesto junto a Chico Novarro en 1976. La letra decía así: "Y ser al menos, una vez nosotros... recuperar la identidad, plantarnos en los pies... y ser al menos una vez nosotros, bien nosotros, tan nosotros, como debe ser".
En ese mismo año, Eladia Blázquez registró y compuso el tango más emblemático de su carrera: "El corazón al Sur", que fue tomado como himno por los exiliados argentinos y que se transformaría en el tema principal de la película "Made in Lanús", de Juan José Jusid. En ese tango cantaba: "Mi barrio fue mi gente que no está/Las cosas que ya nunca volverán/Si desde el día que me fui, con la emoción y con la cruz/Yo sé que tengo el corazón mirando al Sur".
En los ochenta, su obra fue revalorizada por las nuevas generaciones del tango; se insertó en otros públicos a partir de las interpretaciones que de sus temas hicieron Mercedes Sosa, María Graña o Rubén Juárez, y a partir de ahí se transformó en una letrista fundamental para la renovación del género. Allí están para demostrarlo sus tangos y milongas "A Cátulo Castillo", "A un semejante", "Argentina, Primer Mundo", "Bien nosotros", "Con las alas del alma", "Cualquiera de estas noches", "El ángel dormido", "El corazón de tu violín", "El miedo de vivir", "La bronca del porteño", "La voz de Buenos Aires", "Milonga en el viento", "Prohibido prohibir", "Siempre se vuelve a Buenos Aires", "Somos como somos", "Te llaman Soledad" "Tu piel de hormigón" y "Vivir en Buenos Aires" y "Y somos la gente".
Canciones que seguirán sonando, en el inconsciente colectivo de la gente que tiene el corazón mirando al Sur. Como Eladia Blázquez.
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