Las actrices apelaron a su profesionalismo y reservaron su distanciamiento al ámbito privado sin afectar la escena; las diferencias ideológicas podrían haber encendido la discordia ante la incomodidad del resto del elenco
Fue una de las últimas peleas que el teatro supo conseguir con gloria y loor. Y dejó en claro que los problemas tras bastidores también pueden ser protagonizados por actrices de prestigio y en el marco de una obra “seria”. Señores: las vedettes no son las únicas dueñas de los entuertos de camarín ni de las luchas desenfrenadas provocadas por egos sobredimensionados.
Ana María Picchio -sí, la de la película La tregua de Sergio Renán y de tantísimos títulos más- y Karina K -una de las grandes representantes del teatro musical argentino, protagonista de obras como Sweeney Todd- se enrevesaron sin solución de retorno mientras formaban parte de la obra Perdida Mente, dirigida por José María Muscari.
Claro que, acorde a sus estatus artísticos, todo se fue desarrollando sigilosamente, ante la mirada impávida de sus compañeras Leonor Benedetto, Patricia Sosa y Julieta Ortega -algunas de ellas haciendo denodados esfuerzos por unir el vínculo hecho trizas-, pero muy lejos del ojo mediático que se deleita escudriñando estos menesteres. Un “bocato di cardinale”, sin ningún lugar a dudas.
La paz esté con vosotras
Ana María Pichio y Karina K no se trenzaron de entrada. Acaso de movida fueron semblanteando el terreno, sorteando diferencias y midiendo las fuerzas. Una ocupación pacífica del territorio donde el buen vínculo reinaba antes de estallar la guerra.
El campo minado listo para explotar fue el Multiteatro de la Calle Corrientes, donde la obra Perdida Mente se estrenó durante la primavera 2021, aún con una platea con barbijos puestos. Escrita por el propio Muscari y Mariela Asensio, el material tiene como basamento a diversos textos sobre neurociencia escritos por Facundo Manes. El relato se centra en una jueza -interpretada por Leonor Benedetto- que comienza a experimentar los deterioros de su psiquis, lo cual la lleva a replantear su futuro y blanquear con sus allegados la delicada situación. De armonía y desequilibrios se trata. Casi una parábola anticipatoria del desquicio que dos de sus actrices comenzarían a encarnizar.
Todo tiene un final, todo termina
Nadie sabe muy bien qué sucedió. O acaso se prefiere callar. Lo cierto es que, cuando la obra pisó suele marplatense, durante el verano pasado, el vínculo entre Picchio y K ya no era óptimo.
A pesar que ambas compartían el mismo apart hotel -aunque pernoctando en habitaciones diferentes- sus cruces eran mínimos, por no decir nulos. En el patio de camarines del teatro Atlas, donde se ofrecía la obra, ambas evitaban cruzarse. No había tertulias compartidas ni chusmeríos de temporada y en muy pocas ocasiones compartieron las consabidas cenas después de las funciones.
Profesionales, en escena nada hacía suponer que las actrices no se hablaban. Patricia Sosa -quien habría marcado posición en el bando de Karina K- era la más incómoda, poco acostumbrada a este tipo de vericuetos que acontecen detrás de los telones; mientras que Julieta Ortega buscaba no confrontar con Karina K, aunque su corazón estaba depositado en Picchio, su madrina e íntima amiga de sus padres Evangelina Salazar y Palito Ortega.
¿Qué sucedió? La pregunta del millón tendría un par de respuestas. En principio, las intérpretes, paradas en lugares diferentes, habrían comenzado a enfrentarse por diferencias ideológicas en torno a la política nacional. Sin embargo, hay quien afirma que hubo algún otro hecho que generó el distanciamiento. Según pudo saber LA NACION, los modos de Karina K no habrían sido los mejores en el trato hacia su compañera, una veterana actriz y un nombre que vende tickets en boletería. ¿Celos de parte de la exintegrante del grupo Los Susanos? Alguien del riñón del espectáculo afirmó que la actriz y cantante no digería del todo que la gente aplaudiera tanto a Ana María Picchio, algo que también sucedía con Leonor Benedetto.
Tampoco Karina K habría tomado de buen modo que, luego de la función, el público se arremolinara en la salida del teatro en torno a las legendarias actrices, algo que también sucedía con Patricia Sosa y Julieta Ortega, y en menor grado con ella.
Alguna vez, la actriz Susana Campos, quien formaba el elenco original de la comedia Brujas, sostuvo que la mejor forma de continuar haciendo la obra, luego de tantos años de representaciones y convivencia, era mantener con sus colegas una relación algo distante. “Juntas, pero no revueltas”, solía decir la recordada actriz, ya fallecida. Parece ser que Picchio y Karina K no pudieron seguir con la máxima de aquella colega protagonista del film Rosaura a las diez.
Inteligentemente, el director José María Muscari no se metió en el tema, aunque no negó los hechos. “No tienen un buen vínculo”, reconoció con sinceridad.
Irremontable
Cuando la producción de Perdida Mente decidió que, dada la repercusión de la obra, se reestrenaría en el invierno porteño de este año, estaba claro que las actrices enfrentadas no podrían continuar “conviviendo”. Una de las dos debía dar el paso al costado.
No fue compleja la decisión. Karina K fue la que decidió bajarse de la propuesta. Junto a ella, también se alejaron Patricia Sosa y Julieta Ortega. Mientras Benedetto y Picchio se mantenían en sus puestos, se sumaron Iliana Calabró, Mirta Wons y Emilia Mazer, el elenco que estuvo hasta hace pocos días interpretando la pieza de Muscari en el Multiteatro y que este martes se subió al escenario del Atlas marplatense para cumplir con una segunda temporada de verano de esta pieza que va por más.
Habrá que esperar a que la temporada avance para saber si la paz reinará definitivamente tras los bastidores de la pieza o si la armonía estallará en mil pedazos. Algo es sabido: los escándalos no venden tickets. Desterrado el mito promocional de los entuertos públicos, siempre es mejor que los cuchillos en liga queden reservados para los camarines.
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