Las talentosas actrices protagonizaron Dos locas de remate, pieza que bajó abruptamente de cartel debido a la mala relación entre ambas, quienes llegaron a recurrir a la “terapia de pareja” para poder encausar el vínculo
La comedia Dos locas de remate, escrita por el reconocido dramaturgo y director español Ramón Paso -nieto del célebre Alfonso Paso- y dirigida por Manuel González Gil ha sido uno de los grandes éxitos de las últimas temporadas del teatro comercial. Las funciones -tanto en la bella y monumental sala del Astral como en los destinos de una extensa gira nacional que también tocó diez departamentos de Uruguay- siempre se realizaron a tope, con una venta de tickets envidiable.
Sin embargo, el gato metió la cola y, en la intimidad del espectáculo, en ese espacio vedado para el espectador, no todo fue un lecho de rosas. Primero comenzaron a circular los rumores y luego llegó la confirmación de parte de las involucradas. La relación de Soledad Silveyra y Verónica Llinás, las protagonistas de la obra en cuestión, mutó de la armonía a la incomodidad.
“Incomodidad” es un término elegante para definir cómo terminó la relación entre las actrices, provenientes de escuelas de actuación con registros muy diferentes y modos de entender la escena nada parecidos.
A talentosas y convocantes no les gana nadie, pero con eso solo no alcanza. No alcanzó. Es más, justamente la autoridad de ambas sobre la escena podría haber sido la chispa que encendió una mecha que terminó por hacer trizas una propuesta que aún tenía mucha tela (y entradas) para cortar.
¿Ficción o realidad?
El argumento de Dos locas de remate reflejaba el reencuentro -luego de años de distanciamiento- de dos hermanas que parecían ser el agua y el aceite. Lo eran. Acaso tan distintas como las actrices que les daban vida.
Julia (Verónica Llinás) y Catalina (Soledad Silveyra), los únicos personajes de la trama, debían convivir forzadamente, apelando a un entendimiento que no sucedía. Mientras que la primera era una concertista eximia, obsesiva y minada de tocs y tics; la otra se posicionaba como su antítesis, una perdedora devastada a la que le acababan de rematar su departamento, razón por la cual debía recurrir al hospedaje en la refinada vivienda de su hermana, una idea nada feliz.
Indudablemente, las protagonistas fueron muy bien escogidas por el director González Gil, acostumbrado a trabajar con figuras de renombre y a lidiar con los egos desmedidos. Aunque, esta vez, no pudo contener el desborde que se fue generando lentamente, como aquellas gotas que van horadando la piedra. Con no pocos tópicos que le confieren status de humor negro a buena parte de los parlamentos, el material se estrenó a mediados de 2021, cuando aún la pandemia del Covid era una realidad. Acaso por eso, el público eligió a Dos locas de remate, una propuesta que interrumpía el dolor de una realidad hostil que no excluía a nadie. Lo que nadie imaginó, ¿o sí?, es que sus protagonistas llevarían a la vida real mucho del enfrentamiento de sus criaturas de ficción.
“Volvería a trabajar con ella, la respeto profundamente como actriz”, dijo Silveyra semanas después de la última función. Su compañera, en igual sintonía, la aduló por su lado: “Es una gran actriz, siempre fue una estrella”.
Hasta Lacan la ligó
Cuando el género abordado es la comedia, los egos desmedidos y las consecuentes inseguridades parecen aflorar con más virulencia. No está claro si esto es lo que sucedió entre Silveyra y Llinás, pero, tal como ellas mismas confesaron, el mal vínculo no era personal, sino que se generaba por un mal entendimiento en la escena.
“A veces había rispideces en el escenario”, confesó Llinás en una entrevista que le realizaron en el programa Socios del espectáculo (eltrece). En esa misma charla con los conductores Adrián Pallares, Rodrigo Lussich y el panel que los acompaña, la actriz remarcó que “en las obras donde hay risa es más difícil; a veces hacés un chiste y la risa anula el chiste que viene después”. Está claro que ambas actrices manejan muy bien ese lenguaje -Llinás ha sido parte del recordado y disruptivo grupo Las Gambas al ajillo- y Silveyra es una eximia comediante con un dominio extremo del espacio escénico y la comunicación con los espectadores. De hecho, la ruptura de la cuarta pared era una característica de la puesta.
Silveyra, en una visita al ciclo Cortá por Lozano (Telefe), fue elegante a la hora de retratar el estado de situación: “Creo que es un tema de energías. Vero (Llinás) tiene una energía impresionante y yo soy como la debilidad”. Desde ya, y emulando a Danny DeVito, no todo fue La guerra de los Roses. En un comienzo, las actrices convivieron con armonía. Acaso el silencio sepulcral de los ensayos mantiene oprimidas determinadas reacciones que se azuzan con la llegada de los espectadores a la platea.
Si bien a la hora de pasar letra y estar atentas a las sugerencias de González Gil, ambas actrices aportaron lo suyo, muchas veces desde miradas muy opuestas, lo cierto es que se llegó al estreno de Dos locas de remate en una armonía que, para algunos agoreros de la mesa chica de la obra, era tan inestable como ficticia. Ya con el telón levantado y con la respuesta del público al alcance de la mano aparecieron los celos. Si una agregaba un bocadillo, la otra sumaba otro; si una lanzaba un parlamento muy festejado, la otra apuraba su letra anulando la risa de la gente y la compañera estallaba de furia; y siguen las firmas o, mejor dicho, las veleidades.
“No nos podíamos poner de acuerdo. Parecíamos dos nenas, peleábamos, nos matábamos, nos llorábamos todo y luego nos abrazábamos”, reconoció Silveyra en varias entrevistas. Acaso por ese tire y afloje, emulando una decisión que décadas atrás había tomado el grupo humorístico Les Luthiers, las actrices recurrieron a los servicios de un terapeuta de tendencia lacaniana. Se trató de un profesional especializado en terapia de parejas al que recurrieron en tres oportunidades.
Insostenible
A pesar de los intentos, fue imposible que la relación se reencauzara. Las salidas a cenar luego de las funciones, un ritual esencial del teatro, se comenzaron a discontinuar y la intimidad de los camarines fue un ir y venir de reproches y llantos, casi una estudiantina adolescente. Si una de las actrices era invitada a un programa de televisión o para una entrevista radial o de la prensa gráfica, la otra no escatimaba en reclamos a la producción. Cuando llegaba un regalo, los celos eran inevitables.
Cuando comenzaron una gira nacional, los ánimos se calmaron parcialmente. Era la primera vez que Llinás vivía la experiencia de salir a recorrer los escenarios del país, algo a lo que Silveyra estaba muy acostumbrada. Fue Solita quien puso paños fríos y, en cierta forma, adentró a su compañera en los vaivenes de la tournée y los secretos del montaje permanente en distintos escenarios.
En plena gira, cuando Dos locas de remate recaló en el bellísimo teatro Plaza de la ciudad de Godoy Cruz, Mendoza, una tragedia las pondría a prueba. Luego de la función del domingo 10 de julio de 2022, el público, como siempre sucedía, se agolpó en la vereda del teatro para saludar a las actrices y tomarse las fotografías de rigor. Silveyra y Llinás demoraron el ritual por estar cumpliendo con un compromiso dentro de la sala.
Fue en ese lapso en el que un automóvil fuera de control, en marcha atrás, subió a la vereda y atropelló a una veintena de espectadores. Los gritos y las corridas convirtieron la noche de fiesta en uno de los hechos más luctuosos acontecidos en Godoy Cruz. Mientras se buscaban médicos entre el público, llegaban los agentes policiales y se hacía el pedido de ambulancias; las actrices, alteradas, salieron a la calle para ser testigos de primera mano de un hecho tan inusual como trágico, algo que no olvidarán por el resto de sus días.
Acaso aquella tragedia las unió en el dolor y el espanto. “Estamos destruidas”, dijo Silveyra, en la mañana siguiente en comunicación con el programa Es por ahí (América). “Sólo hay tristeza, es nuestro público, vinieron a vernos a nosotras. Nunca me voy a olvidar de una señora que me agarró la mano ensangrentada y me dijo ´solo quería una foto con vos´, eso no se te olvida más”, explicó, entre lágrimas, Llinás cuando los medios la abordaron ya arribada a Aeroparque. Junto a ella, sin contener el llanto, estaba su compañera de rubro. Maduras y adultas, no había otra opción que dejar de lado las banalidades. Las actrices se unieron ante ese hecho lamentable, horroroso e inusual.
A pesar de todo, nada pudo con las incomodidades que se siguieron sucediendo en el vínculo. Si bien los productores y el propio director buscaban darle continuidad al proyecto, lo cierto es que Silveyra prefirió dar un paso al costado para sumarse a Pasta de estrellas, obra escrita por Gonzalo Demaría y dirigida por Ciro Zorzoli, que ya finalizó su temporada; mientras que Llinás buscó su continuidad laboral en un proyecto audiovisual y en la obra Antígona en el baño, actualmente en cartel en el Astral, donde comparte la autoría con Facundo Zilberberg y la dirección con Laura Paredes, integrante del colectivo Piel de Lava.
El enfrentamiento entre Solita y Llinás recuerda una pelea furibunda que Silveyra mantuvo con María Valenzuela años atrás. Acaso su conocimiento extremo de la escena y su rol de estrella cabeza de compañía le juegan en contra a la hora de armonizar en equipo. Llinás, por su parte, siempre ha sido una mujer de carácter algo rebelde a la hora de someterse a algún mandato escénico.
Buscando una “civilidad” algo edulcorada, ambas manifestaron que no tendrían inconveniente en volver a conformar un rubro artístico, algo que, en el corto plazo, no sucederá ya que, mientras Llinás continuará durante el verano con las funciones de Antígona en el baño, su excompañera estrenará en el Multiteatro la pieza La fuerza del cariño, remedo del famoso film con Shirley MacLaine, Debra Winger y Jack Nicholson. Nuevamente, la actriz formará pareja con Osvlado Laport.
Pero Dos locas de remate tendrá su revancha cuando, desde el 29 de diciembre, se reestrene en el escenario del teatro Candilejas de Villa Carlos Paz, nuevamente bajo la dirección de Manuel González Gil, pero con las actuaciones de Nazarena Vélez y Gladys Florimonte. Habrá que ver si repiten la guerra de celos, egos y malos entendidos de sus antecesoras. En el teatro, nunca se sabe.
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