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Su infancia la marcó para siempre. María Conorti nació rodeada por el aroma de los jazmines y las gardenias del jardín de la casa de su abuela, a la que visitaba todos los días. También conoció desde la cuna la alquimia de los zapatos cuando su padre, Lito, los extraía de hormas y maquinarias innovadoras en su propia fábrica. "Adoraba jugar a hacerles diferentes modelos a mis muñecas", recuerda la emprendedora. Su mamá, Grace, decoradora y diseñadora de modas, fue influyente en su gusto y creatividad: viajaban juntas, ávidas por descubrir cosas nuevas. Esa pasión por los detalles, la estética, la moda, las puestas en escena y el trabajo artesanal se reflejan hoy día en De María, la exclusiva marca de zapatos que creó hace veinte años –y que tiene entre sus clientas a la primera dama, Juliana Awada– y en su casa, una imponente "caja" blanca con techos altos, vista al agua que acaba de intervenir con nueva decoración y donde vive con su marido, el polista Pablo "Ladi" Falabella, y sus hijos, Santiago (16), Pablito (9) y Cala (7).
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Después de que cumplí 40 años consideré que era una etapa de cambios, y eso incluía mi casa: incorporé texturas como la madera de kiri, el hierro y el color negro. Estoy encantada con la renovación
–¿Qué cosas te inspiran?
–Los libros, mis hijos, los viajes, mis estados de ánimo, el silencio, que aunque no lo creas, también es inspirador. Se pueden lograr modelos muy buenos cuando toda la casa está durmiendo. Creo que tanto en el rubro de los zapatos como en la moda en general, lo visual siempre es muy importante, me importan el montaje, la estética y la simetría.
–Entre tu primera colección y la actual pasaron veinte años…
–Sí. En estos años conté con un equipo de fabricantes artesanos expertos. Más allá del trabajo técnico que les corresponde a ellos, yo participo de todos los pasos del proceso de elaboración, aporto mi mirada y mi instinto, que lo defiendo a morir a pesar de que en este siglo pareciera que las decisiones empresarias deben tomarse exclusivamente sobre la base de métricas precisas. La realidad es que en el mundo de los zapatos nunca tenés certezas sobre lo que vas a hacer. Sabés lo que querés pero no lo que será.
–¿Sabías que ibas a convertirte en un clásico?
–No, pero sí confiaba en mi dedicación. Pongo mucha energía en lo que hago. Siento una adrenalina permanente en mi trabajo. Además, tener el contacto inmediato con la gente a través de las redes sociales después de publicar la foto de un zapato y ver que les gusta tanto lo que una hace da una gran satisfacción.
–La primera dama es clienta tuya. ¿Qué relación tienen?
–Somos amigas desde hace muchos años.
–Debe ser un honor que la primera dama use tus zapatos…
–La primera dama ¡y que encima sea Juliana! Ella siempre tuvo un sentido estético impecable, marca tendencia, es espontánea, canchera y tiene un modo divino de hablar.
–¿Cómo es un día típico en tu vida?
–No hay dos iguales. Muchas veces estoy de viaje en algún lugar del mundo, otro día visito el taller donde se elabora artesanalmente mi producción de zapatos o voy a la tienda para reunirme con mi staff. Otro día llevo a los chicos al colegio, almuerzo con ellos y los voy a buscar o también tomo clases de cocina y pintura. Amo lo que hago y reconozco que mis ritmos son intensos.
–¿Cómo hacés para congeniar los viajes con tu empresa?
–Tengo todo muy aceitado, me voy en los momentos en que las colecciones están listas para entrar en producción al taller. Y, por suerte, la tecnología ayuda mucho.
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Soy celíaca, así que hice un curso de cocina que me cambió la vida para poder preparar platos ricos y bien caseros. Me encanta recibir amigos acá
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–De joven, estudiaste gastronomía y hotelería y trabajaste en el Museo Renault, ¿cómo fue esa experiencia?
–Muy enriquecedora. Yo era muy chica, tenía mucha responsabilidad y gente a cargo. Al mismo tiempo, siempre me encantaron los zapatos, así que decidí armar mi propio proyecto. Instalé un showroom en un departamento y enseguida fue un éxito, así que a los nueve meses me fui a la boutique de Libertad.
–Esa experiencia debe haberte ayudado a ser hoy una gran anfitriona. ¿Tenés alguna fórmula?
–Buena música, buen vino, un rico champagne y la onda que le pongas a la casa: me gustan las luces tenues, las velas, los ricos aromas… Los cumpleaños de los chicos también eran todo un evento y me encantan las manualidades, así que estaba en todos los detalles.
–¿Cocinás seguido?
–Sí. Soy celíaca, así que hice un curso que me cambió la vida. Cuando me enteré, hace diez años, estaba mal anímicamente porque no encontraba alternativas para comer rico. Hasta que apareció Nora Borlasca, mi profesora, que da cursos de cocina para gente que quiera cocinar para todos los días y para recibir. Y me adaptó todas las recetas. Jamás me sentí mal con un plato de ella, y eso que soy re contra sintomática. A mí me gusta que todo sea casero, rico. Así que cocino mucho, me encanta tener la casa llena de amigos.
–¿Dónde comprás?
–Me gusta recorrer las casas de remate y los mercados de pulgas, como el de París, de donde me traje hace poco unos cubiertos antiguos divinos para diario. Jamás pongo una mesa igual a otra, es uno de mis hobbies. No caigo en la mesa estructurada e incorporo la naturaleza. Me gusta innovar y no caer en el uso típico de las cosas. Las fuentes pueden ser platos.
–¿Siempre viviste en una casa?
–Yo vivía en el centro y, en algún momento, surgió esta posibilidad de vivir sobre el agua. Al tiempo lo conocí a Pablo, mi marido, y finalmente nos mudamos acá.
–Acabás de redecorarla. ¿Cómo fue cambiar el estilo?
–Al principio era más minimalista, mis hijos eran chicos, así que todo era blanco para lavar y olvidarme. Ahora, en cambio, me pueden respetar que el living es para los grandes. Después de que cumplí 40 años consideré que era una etapa de cambios, y eso incluía mi casa. El equipo de Negro House & Pleasures me ayudó a cambiar el estilo de la planta baja: incorporé texturas como la madera de kiri, el hierro y el color negro. Estoy encantada con el cambio.
–Con tantas actividades y viajes, ¿cuál dirías que es tu lugar en el mundo?
–Donde esté mi familia.
Me gusta innovar, crear y no caer en el uso típico de las cosas. La mesa la pongo distinta todos los días
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Peinado y maquillaje: Alejandra, para Bendito Makeup
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