Cumelén Sanz: soñaba con actuar en Chiquititas, protagonizó en España, compartió escenario con Luis Brandoni y se pondrá en la piel de Zulemita Menem
La intérprete, de 33 años, suma desafíos a su carrera: este jueves estrenó Auxilio, una película de género que pasó por diversos festivales y que le genera mucho orgullo
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Se llama Cumelén Sanz y en apenas una década de trabajo se destacó en El marginal, en la serie Monzón -donde interpretó a la hija del boxeador-, en la obra Parque Lezama, compartió protagónico con Aitana Sánchez-Gijón en la película española La jefa y se lució en la recientemente estrenada Una flor en el barro. Ahora, la actriz disfruta de otro estreno en cine del cuento de terror Auxilio, y espera con entusiasmo el debut de la serie Menem, donde interpreta a Zulemita, la hija del expresidente que ejerció el rol de primera dama una vez que sobrevino el divorcio entre el expresidente Carlos Menem y Zulema Yoma.
En diálogo con LA NACION, Sanz cuenta que ella fue una de las muchas niñas que creció viendo Chiquititas y soñaba con estar en la tele, pero recién tuvo la oportunidad de acercarse al medio a los 15 años, cuando el teatro tocó a su puerta. Dice que comparte piso con una amiga y que aprendió a tirar el tarot durante la pandemia. “Cuando me siento estancada, me tiro el tarot porque me ayuda a centrarme, a saber lo que quiero y necesito. Me gusta venir a éste café porque tiene un oráculo”, asegura mientras saca una carta con una predicción sugestiva: nuevos destinos. Y a ella se le iluminan los ojos, expectante.
-En mapuche, Cumelén quiere decir “nacida en paz”... ¿Le hacés honor a tu nombre?
-Creo que sí… Voy bien con mi nombre (risas). Mi mamá dice que mi nacimiento fue muy hermoso porque justo había puesto un disco de Pink Floyd y nací mientras sonaba “Comfortably Numb”, y cada que escucho esa canción me siento en paz, como en casa. Y después bueno, a medida que uno crece es más difícil sostener esa paz, pero busco estar tranquila.
-Recién sacaste una carta, ¿solés tirarte el tarot?
-Aprendí a tirar el tarot en pandemia, en una escuela online. No trabajo tirando las cartas, pero me parece una herramienta muy poderosa para aclarar la mente y mirar las cosas desde otro punto de visita. Cuando me siento estancada, me tiro el tarot y veo algo que quizá no estaba viendo antes. Es una herramienta que ilumina y ayuda a traer lo inconsciente a la conciencia. Siempre me gustó el esoterismo, el misticismo, y me considero medio bruja.
-¿Por qué?
-Porque tengo mucha intuición. Por ejemplo, siempre supe que me iba a ir a filmar una película a España y no tengo papeles. En mi primer viaje a España me la pasé mandando mails a representantes y todos me decían que no, porque no tenía papeles. Insistí, porque tenía la certeza. Y un día salió la posibilidad de hacer La jefa, con Aitana Sánchez Gijón, y me tramitaron la visa de trabajo. Yo lo sabía. Más o menos lo mismo me pasó con la serie Menem, y con El marginal. Hay cosas que me laten, no lo puedo explicar.
-¿Es verdad que sos actriz de pura casualidad?
-El teatro llamó a la puerta de mi casa (risas). Es verdad. Ezequiel Tronconi le alquilaba una sala de ensayo mi mamá y un día fui a ver de qué se trataba. Pero tenía el deseo de ser actriz desde mucho antes. Me crié en la era de Cris Morena y soñaba con estar en Chiquititas. Le pedía a mi mamá que me llevara y ella no quería. Mi mamá administra consorcios, pero fue modelo, y mi papá fotógrafo, y se conocieron así. Entiendo que ella quería cuidarme, hasta que el teatro golpeó literalmente la puerta de mi casa, y me enamoré. Cuando terminé el secundario, mi mamá me dijo que quería que tuviera un título, me anoté en la IUNA en ese momento y le dije que le iba a llevar el título de actriz. Pero no entré y me formé con otros maestros. Mi mamá lo entendió y me apoyó.
-¿Habías pensado en alguna carrera alternativa, si no se daba ese deseo?
-Sí, había pensado en diseño gráfico, geología. Pero no, me enamoré del arte y supe que ese era mi camino. Hasta el 2019 trabajé de otras cosas. Mi primer trabajo fue en una cadena de cines, vendiendo entradas. Y después en una empresa de estadísticas de cine, fui niñera, asistente, vendedora. Hice de todo y recién cuando surgió El marginal y después Monzón me permití renunciar al trabajo y ver qué pasaba con la actuación. Por ahora, puedo.
-¿Vivís sola?
-Vivo con una amiga que también es actriz, Sofi Nemirovsky, que ahora se fue a España a hacer una gira con Los finales felices son para otros. Y compartimos cuentas, gastos de supermercado. Nos llevamos muy bien en la convivencia y estamos muy contentas. Nunca viví sola: primero con mis viejos, después en pareja, con una amiga. Ahora tengo dos meses la casa toda para mi (risas). Cada tanto nos sucede eso; yo estuve en España filmando y allá viví la experiencia de estar sola en otro país, pero nada como la Argentina.
-¿Pensaste en mudarte y buscar un futuro en otro país?
-Me gustaría poder ir a trabajar, pero volver. No sé si me iría definitivamente a ningún lado. Me gusta mi país, tengo mi círculo, mis amigos. Este es mi lugar.
-¿Cómo se dio vivir con una amiga? ¿Hay muchas peleas o negocian todo?
-Con Sofi nos conocíamos de los castings de publicidad. Ella se había separado, y yo también, las dos estábamos buscando departamento. Yo necesitaba compartirlo porque no me daba la economía como para vivir sola. Y una amiga en común nos juntó, tomamos un café y decidimos probar, previo a dejar claras las bases y condiciones (risas). Y coincidimos en todo. De eso hace cinco años y es mi relación más larga (risas). Nunca tuvimos ni una discusión. Hoy es más que mi amiga, es mi familia.
-¿Estás en pareja?
-No estoy en pareja.
-¿Y qué hacés cuando no trabajás?
-Me gusta mucho hacer fotos; mi papá me regaló una cámara analógica y me gusta retratar escenas que veo en la calle, a mis amigos. Me gusta leer, la música, meditar, hacer natación. Cuando no filmo disfruto del ocio, que tiene mala prensa. Son momentos que me sirven para volver a mi eje y ver hacia dónde quiero encarar. Porque cuando estás todo el tiempo activo, quizá no pensás hacia dónde querés ir. Los momentos de quietud son claves para reorganizar el deseo.
-El jueves se estrenó Auxilio, un cuento de terror con un mensaje feminista y un grito de mujeres que han sufrido opresión durante siglos. ¿Cómo fue la experiencia de hacer una película de género?
-Es una película muy hermosa que dirige Tamae Garateguy. Auxilio sucede en 1931, en un contexto de primer golpe de Estado en nuestro país, cuando las mujeres eran encerradas por pensar distinto, por no comportarse de acuerdo a los estándares de la época. Son situaciones que si las traspolamos, hoy en día siguen sucediendo. El equipo artístico y técnico estaba conformado casi todo por mujeres y los únicos dos actores, Gerardo Romano y Germán Baudino, representan la represión y la opresión. Es una película actual porque siguen sucediendo las mismas cosas. Yo creo que el mensaje es que si las mujeres nos unimos, la lucha es posible. La salida es colectiva, claramente. Interpreto a Emilia, la protagonista, que es una joven de la alta sociedad que es escritora, agnóstica, rebelde y lesbiana, y su padre militar decide internarla en contra de su voluntad en un convento para que “la enderecen”. Y en ese lugar se relaciona con otras mujeres encerradas y empieza a tener visiones.
-Trabajar con un equipo grande de mujeres tiene mala fama, ¿cómo fue la convivencia?
-Hice una obra de teatro en la que éramos quince actrices, Las viajantes, y todos nos preguntaban cómo nos llevábamos. Me sorprende que ese chip esté tan metido en nuestra cabeza, y que se piense que si somos todas mujeres, es para quilombo. Nadie dice nada si son quince hombres trabajando. La experiencia tanto en la película como en la obra fue hermosa. Tengo muchas amigas mujeres, se siente una energía más sensible, empática, nos entendemos con miradas. Para mi es una inspiración enorme poder rodearme de mujeres. Lo vivimos con mucho goce. Y la película tuvo un recorrido muy lindo de festivales, se estrenó en BIFAN, el de Corea del Sur, ahora se estrena en Bogotá, México y Brasil.
-Este año es de muchas sorpresas gratas. Estuviste en la película Una flor en el barro, debutaste en calle Corrientes en Parque Lezama…
-Una flor en el barro es película muy hermosa, súper sensible. La filmamos en un rebrote de covid, con barbijos, pleno enero con 50 grados de sensación térmica. Tengo los mejores recuerdos del rodaje y la película es muy hermosa. Y con Parque Lezama hice funciones todo el primer semestre de este año y fue un proceso maravilloso. Nunca había trabajado con (Juan José) Campanella y fue un honor, al igual que compartir escenario con Luis Brandoni y Eduardo Blanco, dos monstruos de la actuación y maestros de los cuales aprendí muchísimo. Mi personaje tenía la particularidad de estar todo el tiempo en escena, entonces los escuchaba trabajar su voz, los tiempos de la comedia. Fue una gran escuela porque nunca había hecho teatro comercial ni una comedia de esas características.
-¿Por qué decidiste irte?
-Tuve que dejar la obra cuando surgió la serie Menem porque tenía muchas jornadas nocturnas y un viaje a La Rioja, y no era compatible hacer la obra y la serie. Me fui con mucho pesar y con mucha alegría por todo lo que aprendí. Y un proyecto que fue un hito en mi carrera, porque fue completamente inesperado y nunca me había imaginado que podría llegar a suceder, fue actuar en el Teatro Colón. Dentro del Festival Martha Argerich, el año pasado, hicimos la obra Historia del soldado, de Stravinski, dirigida por Rubén Szuchmacher, con Peter Lanzani, Joaquín Furriel y Annu Dutoit que era la narradora de la historia y es la hija de Martha con Charles Dutoit, que fue el director del ensamble musical. Nunca imaginé actuar en el Colón, porque siento que es más del orden de los músicos, bailarines, cantantes. Hicimos dos funciones y fue un desafío enorme porque además tenía tres danzas y tuvimos un proceso de ensayo hermoso. Cada vez que paso por el Colon digo: “Fa, yo actué acá”. Fue un regalo del universo.
-¿Y cómo fue interpretar a Zulemita Menem?
-Es una serie que se va a ver por Prime Video, con dirección de Ariel Winograd, y un elencazo: Leo Sbaraglia, con quien hice mi primera película que se llama No te olvides de mí y fue hermoso volver a trabajar juntos, Griselda Siciliani, Agustín Sullivan que hace de Carlitos Junior y fue un regalo, porque generamos ese vínculo de hermanos y no hicimos muy amigos. Vi todo el material posible de la época. Yo nací en el ‘90 y mi único recuerdo de Zulemita era haberla visto en una foto con Lady Di. La familia cedió los derechos y pude tomarme un café con ella y preguntarle de todo. Muy amorosa, muy generosa, respondió todo y me contaba otras cosas. Partí de esa base y pude hacer mi propia creación también, porque la idea no es imitarlos. Trabajamos con coach, y había muchos ensayos. Me da mucho orgullo este proyecto y me gusta contar esta historia que nos toca tanto a los argentinos.
-Ya habías hecho otro personaje de alguien de la vida real y que vive…
-Si, a Silvia Monzón, en la serie. Pero de ella no había material y yo la conocí en la fiesta del final del rodaje.
-¿Tenés otros proyectos?
-Ahora, en el Festival de Cine de Mar del Plata se estrena La educación de los cerdos, de Eduardo Pinto. Y también pronto se va a ver la segunda temporada de El encargado, donde hice una participación. Y tenemos ganas de hacer una obra que escribió una amiga y me gustaría dirigirla. Me entusiasma correrme de delante de cámara y ver qué pasa detrás. Siento que en estos diez años me gané un lugar en la industria y ahora... nuevos destinos (risas). A disfrutar.
Agradecimientos: Café Núñez (@cafenunez) y a la diseñadora Luz Ballestero (@luzballestero).
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